La manga riega
La democracia no garantiza el buen gobierno, ni impide que los votantes elijan a políticos ineptos o corruptos, pero, dándole una vuelta de tuerca a Popper, la diferencia entre un sistema democrático decente y uno que no lo es consiste en que, en el primero, ... los ciudadanos pueden enviar a su casa a los incapaces y los jueces meter en la cárcel a los venales. Esto último, por fortuna, empieza a ocurrir en España después de años de manga ancha. Desgraciadamente, los ciudadanos siguen otorgando su confianza, en demasiados casos, a politiquillos de fortuna, mangantes o incompetentes.
Ahora bien, si la justicia ha decidido por fin realizar a fondo el trabajo que le corresponde, pero muchos ciudadanos no cumplen con la parte que les toca, tendrían que ser los partidos quienes, para garantizar la decencia de nuestra democracia, se subrogaran en esa función de limpieza antes que complacerse en la impunidad de facto que les regala una ciudadanía indolente. Las detenciones en Cataluña prueban una vez más que la corrupción en España es un cáncer que se extiende a partidos e instituciones sin distinciones de color. Ahora será el PP será quien se ría con la indisimulada satisfacción con la que el PSOE celebraba hasta ayer mismo las peripecias del caso Gürtel. La manga riega que aquí no llega. Hasta que la inundación adquiera niveles de catástrofe y se nos lleve a todos por delante. Y pagarán justos por pecadores. La desafección será pronto el primer partido de España, si no lo es todavía. Y en ese piélago prosperan populistas y redentores. Ha ocurrido ya.
En lugar de solazarse con el cenagal de los demás, bien harían los partidos en juntarse en torno a una mesa y acordar la revisión de un sistema representativo viciado que se sustenta en cargos públicos seleccionados por nepotismo, sumisión o lealtad clientelar. Agujeros negros por dónde cuelan todo tipo de granujas.
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