Vidas ejemplares
¿Violencia inexplicable?
Tal vez habría que mirar cómo es la educación en las casas
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Iniciar sesiónEn general el mundo va a mejor, aunque sostener tal tesis exaspere al autodenominado ‘progresismo’, anclado en una visión ceniza del mundo y siempre abrazado al victimismo. Los telediarios discurren como un carrusel de desgracias, cuando lo cierto es que en el planeta hay hoy ... menos hambre, menos atentados y menos guerras que en el espantoso siglo XX (las estadísticas son irrefutables). Sin embargo a veces ocurren sucesos que te dejan asqueado. Frente a la playa de Riazor de La Coruña, en la parte más risueña de la ciudad, han matado a patadas y puñetazos a un chaval de 24 años, Samuel, un auxiliar de enfermería que trabajaba en un asilo, donde los ancianos lo adoraban. Eran las tres de la mañana, cerca de una zona de copeo. Samuel caminaba con un par de amigas. Una hizo una videollamada. Un tipo que iba con su novia pensó que los estaba grabando y la increpó. Samuel intentó mediar. Lo derribaron insultándolo al grito de «maricón». Luego se juntó una jauría de una docena de chicos y lo cosieron a golpes. Murió reventado dos horas después. Una violencia salvaje y gratuita. Recurrente últimamente en España.
En enero fue desarticulada una banda de nueve menores de entre 14 y 16 años que daba palizas al albur en el parque de Guadaira, en Sevilla. Una violencia «inexplicable», según la Policía. En abril detuvieron a ocho muchachos en Fuerteventura, tres de ellos menores, por lo mismo: golpear a gente al azar. Se hacían llamar los ‘váter’ y como pasatiempo noquearon a un hombre de 60 años, entre otras víctimas. «Son unas agresiones totalmente desmotivadas», señaló perpleja la Policía. En mayo, un chico de 17 años transitaba por una calle de Parla cuando le estamparon un ladrillo en la cara. Así, sin mediar palabra. Luego lo molieron a patadas y puñetazos. Lo dejaron malherido y desfigurado. La Policía acabó deteniendo a ocho jóvenes de la banda de los Ñetas, la mitad menores. Su rutina consistía en atacar a personas aleatoriamente, incluso a navajazos.
¿Una violencia inexplicable? Aunque decirlo no resulte políticamente correcto, creo que para enfocar el problema habría que mirar en primer lugar a los hogares de esos chavales: ¿Cómo los están educando sus familias, si es que existe algo parecido al verbo educar o algo semejante al concepto tradicional de ‘familia’? Mi segunda hipótesis, todavía más políticamente incorrecta, es que el declive de los valores morales que aportaba a la sociedad la religión organizada ha dejado un vacío que ya estamos comenzando a pagar. También influyen la inmigración, que ha traído consigo un fenómeno pandillero que en España nos era desconocido, y la banalización de la violencia en el ocio audiovisual (la vida es como un videojuego, donde si matas a otro siempre se puede reiniciar la partida). La homofobia es repugnante y sin duda a veces también está ahí. Pero reducir el problema solo a ella es una visión perezosa y simplista. La familia, la educación que ofrecen los padres en casa, es la clave de todo. Jamás se lo escucharán decir a eminencias como Irene Montero, Yolanda, Monedero (la familia tradicional, ¡vade retro!). Pero es así.
(PD: El padre de Samuel pide encarecidamente que «no se convierta a mi hijo en bandera de nada». La ultraizquierda provoca destrozos y altercados en Madrid en una manifestación en su nombre, donde insólitamente culpan de la salvajada de Riazor a Ayuso y Almeida. Violencia para protestar contra la violencia. El mundo con orejeras sectarias).
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