Mardonio en Tebas
Iglesias Turrión no será nunca trágico. Para jugarse la vida se exige aplomo ético
Heródoto lo narra en el libro IX de sus ‘Historias’. Al frente de las inmensas huestes de Jerjes, el general Mardonio es agasajado en Tebas. En el curso del banquete, y tal vez ablandado por el vino, uno de sus lugartenientes se sincera con un ... comensal tebano: «¿Nos ves a todos nosotros, persas, en torno a vuestra mesa, y ves a este ejército nuestro, acampado a la orilla del río? Pues de nosotros, dentro de poco, quedará apenas nada». El tebano, atónito, pregunta: «¿Por qué no explicar eso a Mardonio y detener el desastre?». Y el persa replica, impávido: «La mayor amargura del hombre es la de saber que nada puede el saber». Mardonio fue abatido en Platea. De sus hombres, muy pocos dieron con el camino a casa.
Me ha vuelto la reflexión estoica de Heródoto ante la horrenda displicencia que, contra el coraje ucraniano, dejaba caer el lunes un sarcástico condecorado madrileño: «¡Hay que tener cuidado con esto del heroísmo!» Mucho cuidado, sí. El heroísmo puede poner en peligro la opulenta mansión familiar. El heroísmo puede llevar a dar la vida por los tuyos. Y tal vez a salvarlos. Al precio de tu vida. El heroísmo individual de los que contienen el ataque de una potencia imperial devastadora. Solos. Y que son escarnecidos hoy por un sujeto que, para mejor honrar al Putin que sostiene a quienes financiaron su ascenso en política -Irán y Venezuela-, no se arredra ni aun ante el deshonor de proclamar esto: «Es terrible… y me duele cuando se habla del heroísmo de un señor de 55 años que va con una escopeta de caza a hacer frente al Ejército ruso». Eso es el «preámbulo de una tragedia», dictamina, sesudo, al tiempo que subraya, amenazante, cómo «quien defiende su ciudad de un ejército profesional, entrenado y bien preparado está muy cerca de vivir una tragedia que nadie con dos dedos de frente podría asumir». Don Pablo Iglesias Turrión, condecoración en la solapa y dos dedos de frente en la cartera, no será nunca trágico. Desde luego. Para jugarse la vida se exige aplomo ético.
No sé qué está pasando en las reuniones del Gobierno español que preside el doctor Sánchez. Sé la infamia que nos mancha a todos. Ministros que rechazan hacer llegar armas ‘ofensivas’ a Ucrania, no sea que Putin pueda llegar a sentirse ofendido; partidos gobernantes que vetan el derecho de defensa a aquellos que han sido invadidos por una potencia militar para la cual ni la esclavitud ni el exterminio cuentan en lo más mínimo.
No sé qué está pasando, desde luego. Pero escucho la voz digna del presidente Zelenski que interpela a una Europa obesa y timorata. Y siento una horrible vergüenza de ser europeo. Y escucho la voz histriónica de un presidente español incapaz de expulsar a los que sabe agentes de Putin en su Gobierno. Y no, no es ya vergüenza; es la ira de Heródoto: nada puede el saber frente a las armas.