Arenas movedizas
MIGUEL de Unamuno nos prevenía del riesgo, tremendamente español, de que las esperanzas se nos conviertan en recuerdos. Habría que aplicarle el cuento a los estrategas del PP, más hábiles en dejarlas pasar que en verlas venir. No es que los del PSOE sean mejores, ... más agudos en la previsión y más resolutos en el tactismo; pero tienen la prima y la ventaja de estar en el poder, algo tan embellecedor y milagroso que puede hacer verosímil la imagen de un José Luis Rodríguez Zapatero como hombre de Estado. Digo lo anterior porque, entusiasmado por los augurios de-moscópicos que le presentan como ganador en los próximos comicios autonómicos andaluces, Javier Arenas se pavoneaba en Mallorca, en esa XV Interparlamentaria con la que tratan de disimular la corrupción popular en las Islas, como quien ha cazado un oso antes de que el animalito pise la montaña.
Aparte de que, dado nuestro irritante sistema electoral, «ganar» en Andalucía no significa necesariamente «gobernar» en Andalucía, las encuestas las carga el diablo del descontento presente, sin que ello garantice el logro futuro. Arenas tiene un zurrón político repleto de desencantos y frustraciones. ¿Es el hombre para una victoria real que le dé a la Junta de Andalucía el vuelco que necesita para ponerle punto final a los planteamientos oligárquicos y caciquiles con los que el PSOE -léase Manuel Chaves- ha organizado el feudo que más diputados le aporta en los escaños de la Carrera de San Jerónimo?
El gozo que genera en el PP la encuesta del Instituto andaluz que duplica en el territorio las funciones nacionales del CIS, bien pudiera caer en un pozo. Arenas (4,64) es el tercero de los políticos mejor valorados en la circunscripción tras Rosa Díez (5,32) y José Antonio Griñán (5,23), que no denota la fatiga de los materiales que podría desmontar el tinglado socialista. Zapatero (4,33) aventaja a Mariano Rajoy (4,05) y hasta Cayo Lara (4,08), que no tiene probada su existencia, se antepone en la tabla de las preferencias demoscópicas al amo de la gaviota. Andalucía puede ser un espejismo para el PP mientras no retome un mínimo hálito liberal y muestre sus distancia y diferencias, esenciales y programáticas, con el conglomerado sindical-socialista instalado en el poder. Los deseos son muestras sin valor y, para obtener más de lo mismo, una ciudadanía adormecida no suele correr el riesgo del cambio.
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