Enfoque
El último crepúsculo
Dimite Alfonso Alonso
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Iniciar sesiónEl declive del PP en el País Vasco cumple ya cuatro lustros, así que no debe ser muy justo atribuir este largo pero intenso crepúsculo solo a Alfonso Alonso, pues el partido no conoce allí otra cosa que amarguras y sofocos en las noches de ... urnas autonómicas desde los resultados obtenidos por Mayor Oreja en 2001, donde con más del 23 por ciento de los votos logró 19 escaños, todo ha ido de menos a muchísimo menos. Por allí anduvo incluso Iván Redondo, hoy tenido por un infalible «gurú» político obrador de múltiples milagros electorales, asesorando a Antonio Basagoiti en 2009. Fracasó, pasó la minuta y se fue. La cosa ya iba por el 13 por ciento y los 12 diputados y para cuando Alonso tomó los mandos, solo quedaba el 11,7 de aquel 23 por ciento. Pero lo cierto es que la situación siguió empeorando con él, pese a que contaba con una amplia experiencia de gobierno in situ como alcalde de Vitoria que fue. En las autonómicas de 2016, el candidato a lendakari Alonso no amarró más que el 10,16 por ciento de los votos y nueve diputados en Vitoria. Se mire como se mire, el partido con él al frente siguió jibarizándose de tal forma que hoy en día solo tiene 2 de los 251 alcaldes de la Comunidad; 55 de los 2.651 concejales elegidos en las últimas municipales; dos de los 51 junteros de la Diputación de Álava; 2 de los 51 de la de Vizcaya; 1 de los 51 de la de Guipúzcoa; 1 de los últimos 18 diputados vascos elegidos para el Congreso y 1 de sus 15 senadores. Es evidente que Alonso no parece capaz de detener esta sangría de votos, pues en cuatro años el partido ha ido excavando suelo. Y aunque es pertinente hablar de un fracaso colectivo, una inconcebible desatención sostenida en el tiempo por parte de Génova, los números del dimitido son peores que malos.
Ayer, en su despedida, Alonso señaló que su marcha tiene que ver con que «no podemos renunciar a un proyecto nacido de la tierra», de hecho, el suyo nació precisamente de la tierra, por lo que habremos de concluir que además de «autóctono» el proyecto debe dar miel, no hiel. En su adiós fue Alonso mucho más elegante que en las vísperas, cuando intentó doblar el pulso a la dirección nacional, que hace tiempo ya no confiaba en él, engallándose estérilmente. En este asunto, cabe apuntar también, las formas utilizadas en Génova no las mejoran en una taberna de muelle del sureste asiático. Pero números cantan. Ahora veremos si con Iturgáiz se termina el crepúsculo, que un partido que tanto ha entregado en la lucha por la democracia y libertad en el País Vasco bien merece un rayo de luz.
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