Paseo del Prado: Las miserias del gran salón urbano

La reforma del eje Prado-Recoletos iba a transformar estos dos paseos en el gran salón urbano que fue siglos atrás, con ampliación de aceras, reducción del tráfico, instalación de carriles-bici y una mejora general que potenciaría el espacio peatonal en la zona que concentra más museos por kilómetro cuadrado de todo el mundo.

Pero la polémica por la posible tala de árboles – con la baronesa Thyssen encadenada a los ejemplares –, el desacuerdo entre administraciones regional y municipal, y finalmente la crisis frenaron las mejoras, que sólo se han llevado a cabo en puntos muy concretos: entre la plaza de Colón y la calle Almirante, la cuesta de Moyano, la calle Felipe IV, el vestíbulo de Cibeles y la calle Montalbán. El resto, el gran salón urbano de Madrid, presenta en la actualidad un importante deterioro.

Recorrer la zona es deprimente: el pavimento está levantado y abombado en varios puntos, la suciedad campa a sus anchas por la zona infantil, en torno a los bancos y entre los aligustres. Hay montones de hojas secas esparcidas por el suelo y acumuladas en aceras y zonas verdes, hasta el punto de obstruir algunas de las bocas del alcantarillado. Las papeleras están torcidas, y los bancos de piedra agrietados y en ocasiones cubiertos de cartones para ofrecer algo más de «confort» a quienes los utilizan para dormir; la sensación general es de descuido y abandono. Y eso, a unos pasos del Museo del Prado, del Thyssen, del Caixaforum.

Carlos de Riaño es uno de los arquitectos que firma el proyecto del gran Álvaro Siza para el eje Prado-Recoletos. La situación actual del paseo le indigna. «El Ayuntamiento de Madrid quiere que toda esta zona, el Sitio del Retiro y el Prado en Madrid, sea declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad , y ha iniciado ya los pasos en ese sentido». Una idea magnífica porque «tiene gran riqueza cultural y es un jardín histórico», pero propone: «Primero, pónganlo en condiciones». Es fácil imaginar la impresión que se llevaría, en la actualidad, una comisión de la Unesco que visitara el emplazamiento y lo encontrara en semejante estado.

Para sacar del agujero el gran proyecto del eje Prado-Recoletos haría falta, antes que nada, voluntad política . La pelea entre instituciones y la crisis económica la han frenado en seco. El plan lo inició Álvarez del Manzano, lo continúa Ruiz-Gallardón en su primer mandato, y en el segundo ya se encuentra el freno de Esperanza Aguirre, que quería hacer un subterráneo.

Esta fue la batalla que frenó la operación, pero «sus repercusiones y su coste eran enormes: 140 millones de euros de inversión, y abrir una herida urbana, porque la boca del túnel supone 70 metros de longitud, equivalente a una manzana entera del barrio de Salamanca», explica Carlos de Riaño.

El arquitecto considera urgente una acción a fondo en este eje. «No sería una inversión muy alta: completar todo el eje según se planteó en el proyecto costaría 60 millones de euros, un gasto que se podría repartir entre varios presupuestos sin esfuerzo», recuerda Riaño.

Le parece impensable que puedan mantenerse aceras de ancho ridículo, como las que bajan desde la calle Salustiano Olózaga o Prim hacia Cibeles, la que tiene anexa el Museo Thyssen o la que baja de Neptuno a Atocha, en el sentido de la marcha contrario al Museo del Prado. Eso sí, aunque sin túnel, la intensidad del tráfico tendría que disminuir. «Hay que mentalizarse, esto es lo que ocurre en todas las grandes ciudades del mundo».

La reforma llegaba hasta Atocha, e incluía la plaza de Sánchez Bustillo, frente al Centro de Arte Reina Sofía: planteaba nuevo arbolado y una gran plaza estancial, pero «no se reformó nunca como lo habíamos planeado». En su despacho conserva alguno de los bocetos que el propio Siza realizó para explicar el concepto de esta actuación.

En el área de Medio Ambiente son conscientes de esta realidad; de hecho, estos días están comenzando a ejecutar un proyecto de renovación de las aceras en este eje. Las actuaciones tendrán un coste de 2,3 millones de euros, y mejorarán la pavimentación en aceras y bulevares, tanto de Recoletos como del paseo del Prado, empleando suelos smilares a los que hay en la cuesta de Moyano o en la parte ya reformada más cercana a Colón.

Esta actuación durará tres meses, y es la primera que se realiza en la zona en décadas. Se pondrán microaglomerado asfáltico de color terrizo, idéntico al utilizado en el tramo ya ejecutado del paseo de Recoletos, en lugar del actual de los bulevares. Y en las aceras laterales se pondrá granito. Desaparecerán las barreras urbanísticas y se mejoran distintos pasos peatonales. La remodelación incluirá las dársenas de autobuses localizadas en la zona sur de la plaza de Cibeles.

Estas obras se abonarán con cargo a los fondos para «inversiones financieramente sostenibles», que se pueden pagar con el remanente de Tesorería con que cuenta el Ayuntamiento. Carlos de Riaño lamenta que esos 2,3 millones de euros de inversión –«con ese dinero se puede hacer mucho»– vaya a gastarse en una operación en la que «nadie nos consulta, como autores del proyecto original; Álvaro Siza es la primera autoridad mundial en arquitectura», recuerda.