El «vaso» de Chamberí, un símbolo cultural y arquitectónico para Madrid

Aunque fue aprobado en 1900, sus obras tardaron más de una década en concluirse. La ciudad atravesaba un periodo de auge en el que su crecimiento y transformación fueron vertiginosos. En sus calles se pasó de la luz de gas y las velas a la electricidad; del coche de caballos al automóvil; y la Gran Vía hacía su aparición estelar en el callejero de Madrid. A la vista está que no es un depósito al uso y que su diseño trasciende lo meramente funcional.

Obra de los ingenieros Luis Moya Ydigoras y Ramón de Aguinaga, el «vaso» de Chamberí –como se le llamó popularmente en el barrio–, y situado en la calle Santa Engracia, 125, comenzó a dar servicio el 15 de noviembre de 1911. Su elevación de 36 metros sobre el suelo y sus 1.500 metros cúbicos de capacidad fueron suficientes para conseguir la presión deseada. Junto a él también se conservan la central de bombeo y su estación elevadora –hoy oficinas de la entidad que preside Salvador Victoria–.

Sus ladrillos y el reflejo del cinc en su cubierta se convirtieron en un ejemplo de modernidad y originalidad arquitectónica que siempre ha eclipsado su funcionalidad –antes como depósito de agua y, aún hoy, como sala de exposiciones–. A pesar del éxito en su cometido dejó de funcionar muy pronto. En 1952 «cerró el grifo». «La puesta en marcha en 1940 del depósito de Plaza de Castilla –35 metros por encima de él– hacía innecesario su uso», explica a ABC Diego Limones, subdirector de conservación del Canal de Isabel II Gestión. «Estamos muy orgullosos de tener una de las joyas del patrimonio industrial de la Comunidad de Madrid», apunta.

Lejos del esplendor actual, el depósito estuvo abandonado más de 30 años. Tras su cierre fue infrautilizado, sirviendo de almacén ocasional, lo que aceleró su deterioro. El proyecto para recuperar el edificio y darle su uso actual fue encargado a los arquitectos Antonio Lopera y Javier Alau. En un estudio previo descubrieron el deterioro generalizado que sufría el depósito y su estructura. Su propuesta fue la de rehabilitar el edificio recuperando la apariencia exterior e interior original con la mínima alteración posible. Entre ellas estaba la creación de un acceso a la enorme cuba de cinc que corona el depósito como verdadera protagonista del edificio. La restauración, llevada a cabo por Lopera y Alau, dejó explícitamente diferenciados los elementos sustituidos.

El espacio que ocupaba el agua se convirtió en una sala de proyecciones complementaria a la muestra que se exhibía temporalmente. Aún hoy, 28 años después de su inauguración, el protagonismo de los elementos arquitectónicos domina el ambiente. La sala, que actualmente alberga la exposición «La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos de Magnum Photos», fue inaugurada en 1986 con una muestra dedicada a la última etapa de Dalí. Desde entonces sus cuatro plantas diáfanas se han convertido en un icono cultural.

«Hemos cumplido más de un cuarto de siglo realizando una importante labor cultural que ha visto sus frutos en la consolidación de esta sala como referente de las exposiciones de fotógrafos de todo el mundo», afirman desde el Canal de Isabel II Gestión. Un espacio por el que han pasado las propuestas y los artistas más interesantes del panorama nacional e internacional, colaborando anualmente con los certámenes de ARCO y PHotoEspaña.