El triunfo de Lula prolongará la indefinición de Mercosur
claves en latinoamérica
En su anterior presidencia dio al bloque comercial un perfil más político que económico
El difícil Gobierno de Lula con 23 partidos en el Congreso y una fuerte oposición en la calle
El presidente electo, Lula da Silva
La integración institucional y económica latinoamericana es una de las grandes asignaturas pendientes de la región. Ni siquiera el área geográfica que reúne las mejores condiciones para esa integración –los países que se ubican en la cuenca del Paraná (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), la ... llanura fértil que, en Sudamérica, replica las excelentes cualidades de la Norteamérica del Misisipi– avanza seriamente en su promesa de convergencia. De hecho, la organización que forman esos cuatro países, Mercosur (Mercado Común del Sur), muestra una tendencia decreciente en su interacción y las grietas institucionales van en aumento, según advierte un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El triunfo de Lula da Silva en Brasil no parece que vaya a cambiar esa dinámica. Jair Bolsonaro quiso liberalizar más el bloque, el cual ha seguido mucho la tradición proteccionista de Brasil y Argentina (el arancel externo común de Mercosur es, en promedio, más elevado que el que aplican la mayoría de los países o de bloques regionales), mientras que Uruguay ha venido presionando para flexibilizar las negociaciones por separado con terceros países. Sin embargo, el presidente argentino, Alberto Fernández, se ha mostrado poco cooperativo. Y ahora que es posible que en 2023 llegue a la Casa Rosada un presidente más abierto al libre comercio, en Planalto se va a instalar de nuevo un presidente de izquierda.
Brasil comercia poco con sus vecinos
En sus anteriores ocho años como presidente, Lula propició una mayor interacción política con Latinoamérica, impulsando junto a México la creación de la Celac y promoviendo directamente Unasur. Lula aprovechó su ascendencia sobre el resto de la izquierda latinoamericana, generada en el marco del Foto de Sao Paulo, para liderar –a veces desde atrás, pues la vistosidad correspondía a los gobiernos bolivarianos– las dinámicas políticas regionales. Mientras en aquel momento de eclosión de la globalización, Brasil incrementaba su relación comercial con buena parte del mundo –de modo notorio con China, de la mano de los BRICS– en términos relativos la vinculación económica con sus vecinos continentales se mantuvo reducida: incluso transformó Mercosur, que había nacido en 1991 con un objetivo económico, en un foro político, facilitando la entrada de la Venezuela de Chávez y abriendo también la puerta a la Bolivia de Evo Morales.
A diferencia de lo que ocurre en la UE, donde el comercio intracomunitario es elevado, los intercambios comerciales entre los cuatro socios de Mercosur se sitúan en torno al 12% de media. En el año 2000 estaban por encima del 20% y desde entonces el porcentaje de las importaciones intrabloque ha ido descendiendo progresivamente, mientras que el de las exportaciones cayó pocos años después, cuando en otras partes del mundo hubo una gran demanda de materias primas, y desde entonces se ha mantenido en un nivel bajo.
Condenados al estancamiento
Ese descenso del peso relativo del comercio intrabloque es destacado por el BID. En su informe se plantean tres alternativas para el futuro de Mercosur: (a) rebajar sus pretensiones, dejando de aspirar a una mayor integración económica para quedarse en un mero tratado de libre comercio, (b) avanzar realmente en una agenda que lleve a la conformación efectiva de una unión aduanera, y (c) mantener la actual situación, que es la menos ventajosa.
El informe advierte que para cumplir con el objetivo original de unión aduanera hacen falta unos supuestos que no se dan: liderazgo y gran voluntad política, alto nivel de interdependencia entre los cuatro países, instituciones sólidas nacionales y supranacionales, y una fuerte convicción. Dada la trayectoria de Mercosur, y el gusto por una retórica de propósitos que luego no se corresponde con los hechos, el bloque está más bien condenado al statu quo. Y eso tiene un precio, pues el incremento en el incumplimiento de los compromisos comunes «no es inicuo» y acaba dañando la propia relación entre los países, así como la capacidad del bloque como sujeto negociador.
Ver comentarios