EE.UU. ha desaprovechado su oportunidad al frente del Banco Interamericano de Desarrollo

El durante dos años presidente del BID, nacido en Miami de familia cubano-española y exjefe para Latinoamérica en el Consejo de Seguridad Nacional de Trump, fue cesado el pasado 26 de septiembre a raíz de un informe que denunciaba una relación amorosa con una empleada del banco, algo prohibido por las normas éticas de la entidad. Según el informe, encargado a una firma de abogados, Claver-Carone contrató nada más llegar al cargo para dirigir su gabinete a una mujer con la que mantenía una relación; a la semana le subió el sueldo un 20 por ciento (de 287.000 a 350.000 dólares anuales) y meses después se lo subió otro 20 por ciento (hasta los 420.000 dólares).

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Claver-Carone ha negado que hubiera procedido de modo impropio y ha cuestionado que la auditoría fuera externa, pero la junta de gobernadores del BID, en la que están representados los países que forman parte del banco, actuó contra él de modo decisivo. El voto de EE.UU., ahora gestionado por la Administración Biden, también fue contra el estadounidense.

Claver-Carone estaba obligado a demostrar que tenía sentido romper una tradición de sesenta años y permitir que un estadounidense presidiera el banco. Una gestión exitosa hubiera avalado también a los países que cerraron filas con el deseo de la Administración Trump y accedieron a apoyarle, a pesar de las críticas en la región por ceder a EE.UU. un protagonismo que siempre había correspondido a los latinoamericanos (a pesar de que Washington es el principal accionista, aportando el 30,6% de los fondos; la sede de la entidad se encuentra en la capital estadounidense).

El ya expresidente llegó con unas cuantas buenas ideas. Una de ellas era aprovechar el proceso de desglobalización y la salida de inversiones estadounidenses de China y otros lugares distantes –procesos empujados por el cuarteamiento de las cadenas de suministros planetarias­– para promover el concepto de 'near shore': producir manufacturas en el propio hemisferio occidental, acercando las cadenas de producción al gran mercado de Norteamérica (y al creciente de Sudamérica). Otra de las ideas era fiscalizar más la actuación de China en la región, especialmente su participación en programas del BID, con el fin de evitar que Pekín gane influencia utilizando el gran banco regional como vehículo de penetración.

No obstante, Claver-Carone quiso actuar de modo enérgico, sin tener en cuenta los consensos que deben procurarse en instituciones internacionales. Llegó con declaraciones de autosuficiencia, denostando actuaciones gerenciales anteriores y presentándose como el único capaz de conseguir una mayor eficiencia del banco. Eso generó malestar entre altos empleados del BID y aceleró desencuentros internos.

El plazo para las candidaturas de nuevo presidente del BID está abierto hasta el 11 de noviembre; los países deberán votar al nuevo directivo el 26 de noviembre. De momento, como presidenta interina está actuando la 'número dos' del banco, la hondureña Reina Irene Mejía Chacón. Si entre los candidatos que se perfilen ninguno generara un amplio consenso, Mejía Chacón estaría en buenas condiciones para resultar designada. De momento, no obstante, países como México y Brasil han expresado su intención de promover un candidato propio (Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal durante más de dos décadas y desde este mismo año embajadora de México en Chile, y Paulo Guedes, ministro de Economía brasileño), y es posible que Argentina proponga otra vez a Gustavo Beliz. Por su parte, suena de nuevo también la expresidenta costarricense Laura Chinchilla, de larga actividad en Washington. Beliz y Chinchilla ya compitieron con Claver-Carone.

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por su parte, ha anunciado que no presentará ningún candidato propio. «Regresamos al entendimiento de gobernanza que la Administración anterior destruyó», dijo a finales de septiembre el portavoz del Tesoro. «La Administración Biden no presentará candidato estadounidense», insistió.