aNÑALISIS

Por qué Teherán no tiene agallas para hacer la guerra

La represalia contra Israel por el ataque a su embajada en Damasco «será limitada y dirigida a la disuasión». según fuentes oficiales

Máxima alerta en Israel por el temor a un ataque de represalia iraní en el final del Ramadán

Alí Jamenei en los funerales de los muertos en Damasco EP

Dos fuentes oficiales iraníes, citadas por Reuters a condición de no ser identificadas, han apuntado que la represalia contra Israel por el ataque a su embajada en Damasco «será limitada y dirigida a la disuasión». Las mismas fuentes han dejado asimismo abierta la posibilidad ... de una acción de venganza procedente, bien desde territorio persa, bien desde las bases de los cinco movimientos yihadistas árabes que respalda el régimen de Teherán en el entorno de Israel.

¿Por qué renuncia Irán a declarar la guerra a Israel tras una acción como la de Damasco, que cualquier país consideraría como un palmario 'casus belli', un pretexto evidente para la ruptura de hostilidades?

En primer lugar porque hacerlo significaría, en cierto modo, declarar la guerra también a Estados Unidos, y el régimen fundamentalista persa ha admitido que no quiere –ni puede– llegar tan lejos. Sus recursos militares son limitados, en particular por el mantenimiento de las sanciones económicas internacionales contra Irán –que fiscaliza el Gobierno norteamericano– a causa de las violaciones del pacto para no desarrollar el arma atómica.

Pese a la opacidad del régimen jomeinista, el gasto en Defensa –distribuido entre una galaxia de cuerpos militares, paramilitares y policiales– ha caído notablemente desde 2019 según registran el SIPRI y otras instituciones de análisis del gasto militar en el mundo.

El cuerpo ideológico del régimen iraní, la Guardia Revolucionaria –objetivo del ataque israelí en Damasco– cuenta no obstante con recursos propios que se escapan al presupuesto estatal, y que en buena medida proceden de la propiedad de empresas energéticas y de la construcción. Pese a ello, desde el comienzo de la guerra en la franja de Gaza en octubre del año pasado la estructura de la Guardia Revolucionaria iraní está sometida a un estrés inédito. Sobre ella recae el encargo de formar cuadros y alentar la estrategia antiisraelí de muchos movimientos yihadistas árabes: Hizbolá en el Líbano, Hamás y la Yihad Islámica en Palestina, el IRI (una alianza de grupos radicales chiíes) en Irak y los rebeldes hutíes en el Yemen.

Falta dinero, sobran frentes que cubrir en el exterior –dejando a un lado la eliminación selectiva de generales iraníes por parte de Israel– y no escasean las preocupaciones por la propia seguridad interior.

El régimen fundamentalista persa movilizó el jueves decenas de miles de fieles en Teherán y en otras ciudades del país, para esgrimir ante la prensa internacional los repetidos lemas de 'Muerte a Israel' y 'Muerte a Estados Unidos'. Pero las recientes elecciones teledirigidas por los ayatolás mostraron una abstención récord, desde que Jomeini estableció la mascarada de las urnas con candidatos preseleccionados por el aparato del poder. Aunque no se han repetido las manifestaciones populares de protesta de 2022, violentamente reprimidas por la Policía, la tensión social en las ciudades es manifiesta.

Teherán no puede desviar recursos que ahora se emplean en la vigilancia interior, no solo en el ámbito de las grandes urbes. Tiene también problemas de separatismo en algunas regiones, en particular en las provincias del sureste de Sistán y Baluchistán.

Allí habitan millones de ciudadanos baluchis, una etnia de origen iranio que está también repartida en los vecinos Pakistán y Afganistán, con idioma y cultura propios, y pertenecientes al islam mayoritario, la corriente suní. Desde hace años, en todo ese vasto territorio operan varios movimientos yihadistas suníes, que buscan la independencia tanto de Islamabad como del 'detestado' régimen chií de Teherán.

Un informe del ISW (Institute for the Study of War) daba cuenta el jueves pasado de los ataques del principal grupo salafista baluchi contra dos sedes de la Guardia Revolucionaria, una comisaría y dos puertos en la provincia iraní de Baluchistán. El pasado mes de enero, los ataques de esos grupos baluchis en Pakistán produjeron un intercambio de artillería en la frontera entre los ejércitos iraní y paquistaní que disparó la alarma internacional. No llegó la sangre al río, pero Teherán e Islamabad son conscientes de la necesidad de estar presentes militarmente en esa vasta región para sofocar los proyectos del Gran Baluchistán. Es un quebradero de cabeza más para el régimen iraní, que aleja cualquier veleidad de declarar la guerra al 'enemigo sionista'.

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