Sheinbaum cumple un año con un amplio apoyo, pero con desafíos que amenazan su estabilidad

Sheinbaum tiene el control de las dos cámaras del Congreso, de la Corte Suprema, un fuerte predicamento en el empresariado y una cobertura casi siempre amistosa de los principales periódicos de Ciudad de México. Solo dos hombres le impiden un horizonte despejado: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, su antecesor y gran promotor.

La presidenta definió, nada más llegar al Palacio Nacional, un giro rotundo respecto a la política de seguridad de Andrés Manuel López Obrador. La primera mujer en gobernar México eligió, a diferencia de la administración anterior, que buscaba combatir la violencia solo con programas sociales; una estrategia de confrontación abierta con los cárteles de la droga. Encumbró, para esa tarea, a quien era su secretario de Seguridad cuando gobernaba Ciudad de México, Omar García Harfuch, quien rápidamente se convirtió en el funcionario más influyente del gabinete.

Noticia Relacionada

México levanta la «pausa» en las relaciones con España

Milton Merlo

Ambos países compartirán en los próximo meses varios proyectos, vinculados con el turismo, la cultura y la inversión

En los primeros días de octubre del año pasado, las fuerzas de seguridad comenzaron a desmantelar laboratorios de fentanilo, capturar capos del crimen organizado e incautar grandes cargamentos de droga. Los datos acompañaron la nueva estrategia: según cifras oficiales, el pasado agosto fue el mes con menos homicidios en los últimos 10 años y exhibió una reducción del 32% respecto al mismo periodo del 2024.

El plan de seguridad de Sheinbaum tiene fuerte respaldo en Washington, pero también una serie de exigencias que le complican el día a día a la mandataria. La principal: Trump quiere realizar operaciones militares en territorio mexicano para atacar al crimen organizado.

Sheinbaum rechaza esa postura porque la considera violatoria de su soberanía. En lugar de acceder al despliegue de fuerzas, la presidenta apura su embestida contra el narco y ya le ha entregado al Departamento de Justicia de EE.UU. más de 40 capos que estaban presos en México, algo que ha sido celebrado por las principales agencias de seguridad de EEUU así como también por la fiscal general Pam Bondi.

Aún así, las exigencias de Trump a Sheinbaum no dan tregua: el presidente presiona a México para que cumpla con un tratado de aguas que obliga a ceder recursos hídricos a los estados del sur de Estados Unidos, pide reformular el Tratado de Libre Comercio de América del Norte porque entiende que favorece demasiado al sector automotriz mexicano, sanciona a bancos mexicanos por supuestos nexos con el crimen organizado y, la arista más sensible, desde la Casa Blanca piden que se investigue a políticos del oficialismo vinculados al crimen organizado.

Una batería de demandas que genera un estilo de comunicación peculiar: Sheinbaum y Trump han hablado en nueve ocasiones por teléfono, pero todavía no se han visto en persona. Se iban a encontrar en la última cumbre del G7 en junio en Canadá, pero el presidente de EEUU debió abandonar la reunión por la crisis en Oriente Próximo. Cerca de Sheinbaum dicen, bajo condición de anonimato, que la mandataria prefiere eludir un encuentro en persona porque teme algún tipo de exabrupto por parte de su homólogo o de sus colaboradores, como le sucediera a Volodímir Zelenski el pasado febrero en la Casa Blanca.

El frente interno también tiene sus dificultades, en este caso, en la figura de López Obrador. Y es que, antes de dejar el poder, el expresidente le pidió a Sheinbaum que recibiera en su staff a más de 40 figuras asociadas al gobierno anterior: embajadores, directores de empresas estatales, coordinadores legislativos y cargos centrales del gabinete. Una rareza para la tradición mexicana donde los presidentes, cuando se retiraban, solo le pedían a su sucesor un puñado de personas.

Con tal de sostener la imagen de unidad Sheinbaum aceptó, pero a los pocos meses comenzaron los problemas con varios de estos políticos asociados a su antecesor.

El coordinador de la bancada de senadores, Adán Augusto López Hernández, amigo de toda la vida de López Obrador, apareció en el centro de una trama criminal en el estado de Tabasco, en el sur del país.

Al poco tiempo, el hijo del expresidente, Andrés López Beltrán, que tiene un cargo en Morena, fue fotografiado en unas vacaciones de lujo en Tokio mientras Sheinbaum clamaba para que los integrantes del oficialismo llevaran un estilo de vida austero.

El mes pasado estalló un escándalo en el seno de la Marina referido a robo de combustibles que tiene por protagonistas a los sobrinos del secretario de la Marina que tuvo durante todo su gobierno López Obrador. A estos casos se agregan escándalos de gobernadores, alcaldes y senadores que fueron impulsados por el expresidente y con quienes Sheinbaum no quiere romper para no dar una imagen de fragmentación.