CLAVES DE LATINOAMÉRICA

Primero, que la Celac se aclare

La organización difícilmente puede ir más allá de un foro de encuentro de mandatarios, por lo que no tiene mucho que negociar con la UE

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La cumbre entre la Unión Europea, con importantes estructuras de coordinación central, y un amorfo foro de países alérgicos a cualquier directriz regional como es la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) poco puede dar de sí. Un encuentro de este tipo, desde luego, ... es útil para fomentar las relaciones personales entre los mandatarios y facilitar así el diálogo entre los países. Sirve igualmente para poner de manifiesto las grandes cuestiones que preocupan en general a ambas partes y para sugerir algunas líneas de actuación, aunque también puede evidenciar las amplias discrepancias, como en este caso ha ocurrido en torno a la guerra de Ucrania.

Dado que la Celac, a pesar de su nombre, no es ninguna «comunidad» en sentido jurídico, como en su día sí lo fue la Comunidad Económica Europea, antes de avanzar al estadio de Unión Europea (en Latinoamérica los nombres engañan: ni Mercosur funciona propiamente como un «mercado común», ni Unasur fue en realidad ninguna «unión»), cualquier acuerdo que procure la UE debe negociarse con los países latinoamericanos a nivel individual.

Así que para que la opinión pública pueda tomarse en serio una de estas cumbres, la Celac debería antes aclararse con lo que es y con lo que pretende. También la UE debería definir mejor su interés estratégico en Latinoamérica porque si incluso España, a la que obviamente compete ese atlantismo ampliado, muchas veces se desorienta, ¿qué no ocurrirá con los países en la otra punta europea, con otras prioridades geográficas? Es verdad que la UE, por su alta cohesión institucional, no tiene pares en el mundo, pero hay organizaciones regionales como la Asean, en el sudeste asiático, que cuentan con cierta coordinación interna aunque su integración sea reducida. La posibilidad de hablar como organización que trabaja en serio en políticas comunes facilitó el desarrollo de la primera cumbre de la Asean con la UE en diciembre de 2022.

Las cumbres entre la UE y la Celac vienen de atrás, pero llevaban ocho años sin celebrarse. El lapsus se ha debido sobre todo a la crisis de la propia Celac: creada en 2011, se vio pronto excesivamente teñida de ideología durante el «ciclo bolivariano»; terminado este, el escaso entusiasmo de gobiernos de derecha –simbolizado con la salida del Brasil de Bolsonaro– la hizo languidecer. La Celac quedó sin cita anual en 2018 y en 2019; en 2020 la pandemia redujo el carácter del encuentro. Solo el nuevo impulso de México y sobre todo la reelección de Lula da Silva –los dos mismos actores que generaron la organización hace una década—la ha vuelto a poner sobre sus pies.

Pero la Celac se topa siempre con su problema de origen: nació con ánimo de alternativa a la Organización de los Estados Americanos (OEA), como una mesa a la que se sentaran todos los países americanos con excepción de Estados Unidos y Canadá. Tiene mucho sentido que los estados latinoamericanos dispongan de un foro en el que reunirse para hablar, pero ni es alternativa real de la OEA, que cuenta con presupuesto para un funcionariado propio y una actividad diplomática mucho más intensa y apropiada (en gran medida gracias a las aportaciones de Estados Unidos), ni puede derivar hacia una organización de integración regional por las enormes disparidades existentes entre las subregiones e incluso dentro de estas.

Para la UE, hablar con la Celac es como hablar con toda Asia (o con Asia sin China) o con toda África: está bien para el intercambio de propósitos, pero las decisiones para seguir siendo el segundo socio comercial de Latinoamérica y el Caribe y el primer origen de la inversión extranjera directa que llega a la región se toman a otro nivel y con interlocutores más definidos. Ni siquiera el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, el anfitrión de turno y quien tanto decía importarle el encuentro UE-Celac, habrá estado todo el tiempo en las reuniones, pues a última hora contraprogramó dos escapadas desde Bruselas para intervenir en la campaña electoral española.

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