Resacón en el número 10 de Downing Street

A un vertiginoso ritmo de tres 'premier' en tres meses, es muy posible que para ser considerado un tecnócrata dentro de esta visceral métrica solamente se requiera saber utilizar una hoja de cálculo. La degradación populista ha rebajado tanto el listón para ser primer ministro del Reino Unido, que no se necesita mucho para terminar como el gato Larry, que vive en el número 10 de Downing Street pero no ejerce ninguna responsabilidad de gobierno.

Con todo, el 'fiestuqui' del Brexit comienza a venirse abajo con la elección por primera vez de un hijo de inmigrantes de la India para liderar al Partido Conservador. Un simbólico milagro de Diwali, el festival hindú que celebra el triunfo de la luz sobre la oscuridad, del saber sobre la ignorancia y del bien sobre el mal. Ya que no hay que olvidar todo el atracón de supremacismo identitario y autocompasión que ha hecho posible la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

En la saga del Brexit han coincidido un profundo sentido de agravio y un profundo sentido de superioridad. Por un lado, rebeldía contra la opresión falsaria de que Bruselas nos roba. Por otro, fantasías de un 'Imperio 2.0'. Tal y como anticipó en 1962 el historiado inglés Arnold Toynbee, «la conciencia de haber sido héroes una vez puede ser una desventaja tan grande como la conciencia de no haber estado a la altura de las circunstancias».