Un oasis con niños en mitad de la muerte y la destrucción del frente de Zaporiyia

Una especie de escudo invisible e imaginario protege milagrosamente a estos pequeños y a sus familias en Prymorske, localidad situada a nueve kilómetros de las líneas rusas

Niños ucranianos jugando en Prymorske M. AYESTARAN

Mikel Ayestaran

Enviado especial a Prymorske

Valentina y Tamara están de celebración. Cumplen trece años y este es su segundo cumpleaños en la línea del frente. «Lo vamos a celebrar con una tarta y tomando té con los amigos, vamos a intentar que todo sea como era antes», explica Tatiana Ponomarenko, ... madre de las niñas, a las puertas de la casa a la que acaba de llegar una camioneta con ayuda humanitaria desde Zaporiyia. 

Estas hermanas gemelas son dos de los más cien niños que quedan en Prymorske, localidad situada a apenas nueve kilómetros de las líneas rusas y que es todo un oasis de vida en mitad de un frente atravesado por trincheras y sometido a los ataques diarios de drones y misiles.

Este oasis de vida es un pueblo que se estira por la orilla del río Dnipro donde antes de la guerra vivían unas 3.000 personas y ahora apenas quedan mil. «Quedamos unas treinta familias con niños, todos en la parte norte del pueblo, porque la zona sur, pegada a Stepnohirsk, está muy dañada por los ataques, es peligrosa», explica Yulia Topche. Ella está rodeada de sus cuatro hijos, que van de los tres a los catorce años, y «de momento no nos vamos, los niños hacen escuela online, tienen amigos, han aprendido a reaccionar cuando hay bombardeo y controlan el pánico y de vez en cuando nos llega ayuda humanitaria. Sobrevivimos».

La gran incógnita para estos vecinos es saber si Rusia avanzará o no. Las tropas ucranianas centraron su ofensiva del verano en esta zona, pero perdieron miles de hombres y no lograron superar la línea enemiga. Ahora, sin munición ni armamento de refuerzo, Ucrania está a la defensiva y los civiles de la zona a la espera de la reacción rusa. Las autoridades muestran su preocupación por el empuje del enemigo y fuentes de la inteligencia militar revelaron que Moscú hará todo lo posible por hacerse con el control total de la vecina provincia de Lugansk antes de las elecciones presidenciales del 15 de marzo. Un regalo de los militares a Vladimir Putin.

Los pequeños juegan al aire libre con el sonido de la artillería de fondo, antes tenían el río a las puertas de las casas, pero desde la destrucción de la presa de Kajovka, en junio, el nivel ha descendido dejando una especie de arenal enorme que se ha convertido en la zona de separación entre las fuerzas. Donde antes se podía pescar, ahora es mejor no asomarse porque el enemigo está pendiente de cada movimiento.

Llegada de ayuda

El capellán Genadi Mojnenko, pastor protestante, está al frente del Batallón Mariúpol y es uno de los grupos que cada día reparte ayuda en los pueblos del frente sur. «Cumplimos dos años de guerra y la cosa no va bien, pero no nos queda más remedio que combatir», explica este hombretón que ha perdido a una hija en combate y que tiene a sus hombres repartidos por Orejov, Tavriiske, Velyka Novosilka o Prymorske. Llevan comida, combustible y ropa de abrigo y también realizan oraciones colectivas para pedir por los soldados que están en el frente, por los capturados por el enemigo y porque llegue pronto el día de la victoria y el final de la guerra.

Tatiana Ponomarenko con sus pequeños M. A.

Arseni Yurenko lidera al equipo de este Batallón Mariúpol que ha llegado hasta Prymorske. La distancia desde Zaporiyia es de apenas una hora, hay que superar varios puestos de control y conducir con rapidez porque «los rusos tienen toda la zona controlada con drones, tampoco es conveniente las reuniones de mucha gente o largas, llegamos, repartimos la ayuda, vemos la situación y regresamos, así cada día». Consultado sobre la inusual cantidad de niños presentes en un punto tan sensible, Yurenko tiene claro que «habría que evacuar a todos cuanto antes porque están en un sitio peligroso y en cualquier momento pueden sufrir un bombardeo».

Las cajas con ayuda vuelan de las manos de los voluntarios a los vecinos que las recogen con emoción. Es una visita breve, pero es la más importante y esperada de la semana por la gente que queda en Prymorske. Los niños juegan ajenos a todo lo que les rodea, metidos en un mundo del que la guerra trata de arrancarles a marchas forzadas. Los misiles y los cohetes Grad sobrevuelan este pueblo a diario, pero milagrosamente una especie de escudo invisible e imaginario protege a estos pequeños y a sus familias. Ellos son pura vida en mitad de tanta muerte y destrucción.

Yurenko pide a los suyos que se den prisa. El ejército comunica por radio que los rusos han enviado un dron de vigilancia y hay que salir cuanto antes. Dentro de una semana volverán al oasis de Prymorske.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios