Nueve meses tardó en caer Mosul, ¿cuánto llevará Gaza?

Israel lleva un mes laminando la Ciudad de Gaza y su entorno desde el aire, y apenas dos semanas ocupando territorio en el norte con su Ejército

Israel se prepara para volver a ocupar Gaza tras el final de la guerra

Niños se paran frente a edificios destruidos en ataques aéreos israelíes en la ciudad de Khan Younis, en el sur de la Franja de Gaza ep

De los muchos interrogantes que despierta la guerra de Gaza, el más apremiante y angustioso de todos es quizá el de su duración. ¿Cuándo considerará el Gobierno israelí que su sed de venganza está colmada? ¿Qué significa en términos prácticos la «destrucción de toda la infraestructura ... de Hamás en la Franja»?

En un interesante análisis de la BBC, el especialista en Defensa de la cadena británica, Jonathan Beale, recuerda que la caída de la ciudad de Mosul en 2017, tomada por los islamistas de Estado Islámico, exigió a los aliados nueve meses. Israel lleva un mes laminando la Ciudad de Gaza y su entorno desde el aire, y apenas dos semanas ocupando territorio en el norte con su ejército. Faltan, probablemente, aún meses de operaciones para que el mando militar israelí pueda entregar a Netanyahu las llaves de la ciudad, si antes no se produce un milagro.

El ritmo de empleo de armas de destrucción es -incluso con las pausas humanitarias que dice haber negociado Washington con Tel Aviv- mucho mayor que el empleado en otros conflictos. Si es cierto que Hamás logró lanzar 2.700 misiles contra Israel, en el primer día de la guerra y en fechas posteriores, las cifras de las bombas arrojadas contra Gaza ascienden a 23.000, según el 'Jerusalem Post'.

En cuanto a bajas, y pese a la imposibilidad de comprobar el dato, las autoridades de Hamás hablan de 10.800 muertos, de los que 4.400 son menores de edad, frente a los 1.400 israelíes causados en el brutal ataque del 7 de octubre. Y estamos, según una fuente militar israelí, solo en «el asalto 4 de los 15 del combate».

Falta aún la parte más difícil de la operación, y decisiones complejas y duras por tomar, ante la casi evidencia de que algunos de los centros logísticos de Hamás están construidos debajo de hospitales. La destrucción de la infraestructura está aún lejos en el horizonte. Acabar con la ideología del movimiento -cuyos líderes políticos están, por cierto, siguiendo la guerra desde Qatar y el Líbano- será una tarea aún más esquiva. Las ideas, por malas que sean, no se destruyen con bombas.

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