'Los muertos de la harina' se suman a la tragedia de Gaza
La desesperación por conseguir algo de comida ha convertido los lanzamientos de ayuda humanitaria en una trampa mortal
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Los aviones tiran bombas que nos matan y ahora también hay aviones que lanzan ayuda que nos puede matar«, es la reflexión de Shawish, de 18 años, desde la camilla del hospital Al Shifa de Ciudad de Gaza. Este joven ha sobrevivido a los ... bombardeos de Israel de los últimos cinco meses, que dejan más de 31.000 muertos, pero estuvo a punto de morir aplastado por una caja de comida lanzada desde el aire a la que le falló el paracaídas. «Tengo dos roturas en la pierna y estoy a la espera de una operación, pero las esperas son muy largas por la falta de medios», lamenta Shawish, quien está al frente de una familia de ocho personas porque su hermano mayor resultó herido grave en un bombardeo. «Yo fui porque necesito esa ayuda, no me puedo permitir ir al mercado porque no tengo dinero, mi objetivo era conseguir harina para comer, no para revenderla», afirma.
El día en el que Shawish resultó herido al menos cinco palestinos murieron aplastados por la ayuda lanzada desde el aire. Veinticinco organizaciones humanitarias que trabajan en Gaza se han unido en un documento en el que señalan que estos envíos, como la apertura del corredor marítimo, «no son una alternativa viable a los pasos por tierra» y acusan a los Estados que participan de «crear una ilusión». Pero Israel no abre los pasos terrestres y la presión exterior no es suficiente para obligarle a hacerlo. Mientras la ONU alerta de la inminencia de la hambruna y se ha documentado la muerte de al menos veinte niños por desnutrición y deshidratación.
Además de la cantidad de ayuda que entra por aire y mar, que es simbólica frente a las necesidades de la población, se ha generado un problema serio de seguridad para la distribución. Bandas organizadas esperan a los paracaídas y camiones con palos y piedras y se hacen por la fuerza con toda la ayuda posible para luego venderla a precios desorbitados. Los pocos agentes del orden que se atrevieron a volver a las calles del norte tras la retirada de los israelíes fueron asesinados de manera inmediata desde el aire. Son tantas las víctimas en los repartos de ayuda que en la Franja ya les llaman 'los muertos de la harina'.
El hambre como arma
Israel, que no permite el acceso a Gaza de la prensa internacional, recurre al «hambre como arma de guerra», denunció el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Desde el Ejército insisten en que no ponen límites a la llegada de ayuda y difunden las fotos de los paracaídas cayendo o camiones entrando por Rafah. Lo que no se difunden son imágenes de las trampas mortales en las que se han convertido los puntos de reparto en el norte de la Franja, a donde apenas llegan camiones. Las autoridades gazatíes aseguran que son al menos cuatrocientos los muertos en las dos últimas semanas y acusan a los militares de abrir fuego en repetidas ocasiones, el Ejército lo niega.
Walid Ashour, de 40 años, tiene seis hijos que alimentar y por eso se jugó la vida en plena noche al escuchar los rumores sobre la llegada de camiones con harina a la rotonda de Al Kuwait, cerca de su barrio de Zeitun. «Cuando entró el primer camión estalló el caos absoluto, era una guerra por hacerse con un saco. Caí al suelo y uno de los camiones me atropelló, pasó sobre mi pierna», cuenta desde la silla de ruedas en la que espera a que le atiendan en el hospital de Al Shifa. «Llevamos más de un mes sin probar el pan y por eso me arriesgué. Sabía que había bandas de criminales dispuestos a todo, pero tenía que intentarlo. En vez de harina para comer, al final vamos a tener que comer arena», cuenta con tristeza.

Una de las cosas que más dolió a Walid es que cuando resultó herido nadie le ayudó. Le dejaron tirado en mitad de la calle y tuvo que llamar a un tío para que le llevara al hospital. En esta parte de la Franja no hay ambulancias y ahora son caballos y burros tirando de carros la forma de llegar al hospital.
A Said Hassuna, de 41 años, no le atropelló el camión de la harina en la rotonda de Al Kuwait. «Estábamos hambrientos, desesperados y los soldados abrieron fuego desde los tanques. A mí me metieron dos balas en la espalda y me han roto la clavícula, pero he tenido suerte porque no han alcanzado los pulmones», explica intentado ver la botella medio llena, pero su situación es complicada debido al colapso del sistema de salud que impide tratar al ejército de heridos que llega a Al Shifa cada día.
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