Cuando la muerte viene del cielo: Rusia intensifica sus ataques a infraestructuras civiles ucranianas
La población de Ucrania lleva veinte meses expuesta a una lotería macabra en forma de misiles y drones que puede segar sus vidas en un instante
Los estudiantes ucranianos aprenderán a usar drones en la escuela
Policías ucranianos caminan junto a minas desactivadas en la región de Kharkiv
Las leyes de la guerra se vuelven muy a menudo papel mojado sobre el terreno. Atacar objetivos civiles está prohibido por el derecho internacional. Sin embargo, por toda la geografía ucraniana se reparten las cicatrices de bombardeos que no siguen ninguna lógica militar y ... afectan exclusivamente a la población. La cotidianidad de los ucranianos desde el inicio de la invasión a gran escala está sujeta al sonido de las alarmas y las explosiones. Algunas personas ven cómo sus casas, sus escuelas o sus centros médicos se vuelven escombros, otras entierran familiares y amigos y los más desafortunados pierden la vida.
Desde Moscú aseguran que sus proyectiles no están dirigidos contra civiles, pero la realidad en Ucrania muestra lo contrario. Las autoridades del país insisten a sus socios occidentales, y con razón, en la necesidad de aumentar sus defensas aéreas para proteger a la población y las infraestructuras críticas.
Vivir lejos de la línea de combate no es ninguna garantía, no hay ningún punto de la geografía ucraniana que esté libre de ser atacado. Jmelnitski, una región del oeste de Ucrania, está situada a más de 1.000 kilómetros del frente y durante la pasada jornada fue atacada con drones de tipo Shahed de fabricación iraní. Las defensas ucranianas afirman que lograron derribar los once vehículos aéreos lanzados por Rusia, pero eso no evitó que sus restos hirieran a 18 personas, dos de ellas en estado grave.
El alcalde de Slavuta, en este óblast occidental, dice que su ciudad es «pacífica» y no alberga «unidades militares». Y, a pesar de ello, más de 28 edificios civiles sufrieron daños: un colegio, un hospital y varias empresas del sector privado. Tampoco se libró la central nuclear de Jmelnitski, ya que la cercanía de la explosión provocó que se rompieran las ventanas del edificio administrativo. El resultado del ataque fue que más de 1.800 hogares de esta región se quedaron sin luz.
La parte occidental de Ucrania, aunque está a mucha distancia de las hostilidades activas, ha vivido varios episodios sangrientos desde el inicio de la invasión a gran escala. El pasado julio, en la ciudad de Lviv –ubicada a 60 kilómetros de la frontera con Polonia– 10 personas murieron cuando tres misiles rusos impactaron contra sus hogares. Meses antes, en abril, dos misiles de crucero golpearon un bloque residencial en la ciudad de Uman, provocando la muerte de 23 personas.
A mediados de septiembre, Rusia atacó infraestructura civil y energética en Rivne; más de una decena de personas resultaron heridas. La ONU advirtió en varias ocasiones que el ataque deliberado contra estos objetivos no militares podría constituir un crimen de guerra. En Vinnytsia, óblast del centro de Ucrania, 24 civiles fallecieron en el verano de 2022 tras un bombardeo contra un inmueble que albergaba oficinas. El edificio «no tenía valor militar» alguno, aseguró el presidente Zelenski entonces.
Ataques diarios
Las noticias locales de Ucrania informan casi cada día de bombardeos contra zonas residenciales. Solo durante la jornada del 24 de octubre, los rusos realizaron 86 bombardeos en la región sureña de Jersón; un hombre de 42 años falleció y hay al menos cuatro heridos. El mismo día se produjo otro ataque aéreo sobre una de las sedes del Servicio Estatal de Emergencias en la misma zona. La cercanía con el frente aumenta las posibilidades de sufrir un ataque. Nada se libra de ser blanco de los cohetes rusos. Una sucursal de correos de Nova Poshta fue bombardeada en la región de Járkov el 22 de octubre; 6 de sus trabajadores fallecieron. «Los misiles rusos alcanzaron el centro Nova Poshta, un objeto civil ordinario», escribió Zelenski en su cuenta de Telegram.
Los ataques a civiles más mortíferos desde febrero de 2022 se dieron en la región de Járkov, al norte, y en el óblast de Dnipropetrovsk. El 6 de octubre 52 vecinos del pueblo de Groza, en el distrito de Kupiansk (Járkov) fueron asesinados por un proyectil ruso mientras asistían a un funeral. Uno de cada seis residentes de la aldea murió ese día. El otro gran ataque contra civiles se registró contra edificio residencial de la ciudad de Dnipro, en enero de 2023. Un misil Kh-22 causó la muerte de 46 personas.
Según un informe de la Misión de Vigilancia de los Derechos Humanos de la ONU en Ucrania presentado en el mes de octubre, durante el último medio año de conflicto, un promedio de 6 civiles diarios falleció a causa de la guerra.
Los residentes locales que permanecen cerca de los combates en la zona del sur y este del país enfrentan bombardeos diarios, dice el documento de la ONU. Desde el 1 de febrero hasta el 31 de julio, más de 4.000 civiles murieron en Ucrania. El organismo internacional advierte que la cifra ahora es mucho mayor. «Los ataques con misiles contra zonas residenciales e infraestructuras vitales, así como contra instalaciones agrícolas y de cereales, a menudo situadas lejos de las zonas de primera línea, siguen sembrando miedo y destrucción en toda Ucrania», afirman desde la institución.