Meloni condena por primera vez el fascismo y las leyes raciales de Mussolini

Meloni grabó su mensaje en inglés, francés y español, enviando el video a la prensa extranjera, para intentar borrar los temores que han expresado fuera de Italia diversos medios internacionales. Los acusa de verse influenciados por un supuesto «poderoso circuito mediático de izquierda». Lo ha hecho un mes y medio antes de las elecciones generales, para tranquilizar a las cancillerías europeas y a los mercados, dejando claro que en Italia no hay ningún «peligro para la democracia» ni «giro autoritario».

Mientras Meloni condena al fascismo, Enrico Letta, líder del Partido Democrático, de izquierda, el principal rival de Hermanos de Italia en la campaña electoral, le lanza un duro ataque: «Es evidente que Giorgia Meloni está intentando posicionarse y cambiar de imagen, pero me parece una operación bastante complicada cuando el referente es Orbán [primer ministro de Hungría] y también Vox». Durísima la réplica de Giorgia Meloni: «No aceptamos lecciones de quienes se erigen en paladines del atlantismo, para luego pactar con la izquierda radical nostálgica de la Unión Soviética». En la polémica ha intervenido el politólogo estadounidense Edward Luttwak, muy escuchado en Italia: «Meloni representa una nueva generación política, que no tiene nada que ver con el fascismo y quiere mantener a Italia junto a Estados Unidos, rechazando cualquier acercamiento a China y Rusia«.

En el programa electoral de la derecha se fija así la colocación internacional de Roma: «Italia se adhiere al proceso de integración europea, pero protege los intereses nacionales». Es un cambio con relación a las elecciones del 2018, cuando la derecha teorizó sobre la salida del euro.

En unas elecciones que los analistas consideran como las más importantes desde hace muchos años, vuelve Silvio Berlusconi (86 años en septiembre). Presenta su candidatura al Senado, que lo expulsó en el 2013 al ser condenado por fraude fiscal. Pretende convertirse en presidente de la Cámara, la segunda autoridad del Estado. Dice La Repubblica, que «es el precio que pagan Meloni y Salvini a Il Cavaliere por sumarse a la caída de Mario Draghi, a quien había apoyado abiertamente».