«No podemos forzar a la gente a volver a sus casas contaminadas»
Ingenieros húngaros pueden neutralizar el lodo tóxico, pero no saben cuántos años necesitará la naturaleza para recuperar lo perdido con la marea roja
josé grau
La señora Csaba Krebsz resume bien lo que ocurrió el pasado lunes en la localidad de Kolontár: “De repente se fue la luz, salí de casa y vi todo el pueblo cubierto por el lodo rojo”. El fango fue a parar al Marcal, afluente del ... Danubio. Krebsz tuvo suerte. Su hogar, situado en una colina, no se vio afectado por la catástrofe que desató la rotura de una enorme balsa tóxica de una empresa productora de aluminio, la MAL.
El balance es de siete personas muertas, unos 150 heridos – algunos están en una situación crítica- y daños materiales y ecológicos que todavía están por evaluar. Entre los fallecidos había una niña de un año y su hermano, de tres.
Jozsef Varga, presidente de la compañía minera húngara Mecsekerc Zrt, decía a los medios locales que compartía plenamente las preocupaciones de sus compatriotas de Kolontár, y añadía: “ Aunque sabemos cómo neutralizar el material tóxico , queda por ver cuántos meses, cuántos años necesitará la naturaleza para recuperarse en esta región”.
Varga, ingeniero químico, subrayaba: “Desde luego, sería irresponsable forzar a la gente a que volviera a sus casas contaminadas”. En cualquier caso, no va a ser suficiente el millón de dólares que la fundación de George Soros , multimillonario estadounidense de origen magiar, nacido en Budapest, ha prometido entregar para las labores de reconstrucción.
Un error humano
Gusztav Winkler, profesor de la Universidad Politécnica de Budapest, explicaba que el muro de contención de la presa MAL que cedió había sido edificado en la conjunción de dos tipos de suelos. Pero, según él, probablemente contribuyó también, para que se produjera la tragedia, un fuerte golpe de viento. MAL tiene pendiente muchas explicaciones, porque no se ha tratado de una desgracia natural, sino de errores humanos.
Las autoridades húngaras se esfuerzan desde hace dos días en dar señales de normalidad. Y especialmente en mandar mensajes de calma a los países vecinos, vertebrados, como Hungría, por el Danubio.
Según el primer ministro, Viktor Orban, en declaraciones hechas en Sofía, “ no hay riesgo de contaminar el Danubio ” y “la situación está bajo control”. Para el ministro del Interior, Sándor Pintér, “los depósitos de agua potable están a salvo”. Y la portavoz gubernamental, Anna Nagy, destacaba: “La cadena alimentaria no se ha visto afectada”.
A este festival de buenas nuevas se unía Tibor Dobson, portavoz de los servicios de emergencia: “Ya no hemos hallado más muertes en la fauna”, además de que el pH se había normalizado: “era, ya el jueves, del 8,5 en la confluencia del río Marcal con el Rába”, afluentes del Danubio”. De ser verdaderamente así, han hecho efecto las toneladas de yeso arrojadas al agua para contrarrestar los metales pesados tóxicos, algunos radioactivos. Dobson sostenía:”Hay razones para creer que no se causarán daños medioambientales al río Rába”.
Pero las cosas no tienen que estar tan claras porque los austriacos, en la región del Burgerland, limítrofe con Hungría, no paran de hacer mediciones sobre la calidad del aire. Es una psicosis que de alguna manera recuerda a la que se produjo cuando la explosión de la central nuclear de Chernobil, en 1985, aunque en aquella ocasión los políticos llegaron a recomendar a los vieneses que no salieran a la calle.
De momento, según Nikolaus Berlakovich, ministro del Interior de Austria, “los últimos informes indican que Austria no está amenazada”.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete