Gorbachov, el presidente de la URSS que se ganó la confianza de los líderes occidentales y cambió el mundo

El mandatario se ganó la confianza de Reagan, Kohl, Thatcher y Mitterrand para llegar a importantes acuerdos de desarme y acabar con la Guerra Fría

Muere Mijaíl Gorbachov, el hombre que liquidó la URSS y firmó el fin de la Guerra Fría

Rusia duda sobre la celebración de un funeral de Estado a Gorbachov

Gorbachov y Reagan, acompañado por sus esposas, en el rancho del fallecido expresidente de EE.UU. reuters

Muchos le creían muerto. Hacía muchos años que había desaparecido de la escena internacional y era un personaje impopular en su propio país, donde un amplio sector le consideraba el responsable del desmembramiento de la Unión Soviética. Mijail Gorbachov había firmado su acta de ... defunción política el 25 de diciembre de 1991, el día en el que selló la disolución del conglomerado de nacionalidades forjado por Lenin y Stalin.

Pese a la relativa indiferencia con la que ha sido acogida su muerte en Rusia, Gorbachov fue el líder cuyas decisiones cambiaron el mundo y forjaron un nuevo equilibrio de las relaciones internacionales. El final de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y la independencia de Ucrania se produjeron durante sus seis años de mandato, que comenzaron en 1985 tras el fallecimiento de Konstantin Chernenko.

Dado que Gorbachov era un hombre del aparato del Partido Comunista y que había hecho su carrera a la sombra de Yuri Andropov, los gobernantes occidentales recibieron su nombramiento con escepticismo. Nadie creyó que sería capaz de tomar iniciativas tan audaces que superaron todas las expectativas.

Pero el nuevo inquilino del Kremlin supo vencer esa desconfianza y tejer una red de alianzas que le llevaron a efectuar reformas drásticas en su país y a un giro de 180 grados en la política exterior. Los viejos enemigos se convirtieron en sus principales aliados. Ronald Reagan, Helmut Kohl, Margaret Thatcher y François Mitterrand llegaron a la convicción de que el dirigente soviético era sincero y fueron los artífices de una serie de acuerdos que acabaron con el enfrentamiento entre bloques.

La firma del INF con Reagan, vigente hasta 2019, fue visto como una especie de traición por el aparato comunista

Cuando Gorbachov llegó al poder, la Unión Soviética estaba embarcada en la aventura de Afganistán, que provocó la muerte de 15.000 soldados soviéticos y una sangría económica hasta que decidió sacar a las tropas del país en 1989. Para entonces, había firmado importantes acuerdos de desarme con Estados Unidos y había logrado crear una corriente favorable fuera de su país a su perestroika, una palabra que significa reconstrucción y que suscitaba sarpullidos en la vieja guardia comunista, liderada por Yegor Ligachov.

Gorbachov y Reagan celebraron tres cumbres en Ginebra (1985), Reikiavik (1986) y Washington (1987) que concluyeron con el histórico acuerdo, conocido por sus siglas INF, que suponía la total eliminación de los misiles nucleares de corto y medio alcance (hasta un radio de varios miles de kilómetros). El compromiso fue visto como una especie de traición por el aparato comunista y la cúpula militar, que creían que Gorbachov había cedido mucho a cambio de nada. No era cierto porque el tratado suponía el desmantelamiento de los misiles estadounidenses Pershing, desplegados en Alemania. El INF estuvo vigente hasta 2019 cuando Donald Trump lo repudió.

Reagan había sido prevenido por sus asesores sobre la estrategia de Gorbachov que, según un informe de la CIA elaborado por Robert Gates, era ganar tiempo para consolidar su penetración de África, Latinoamérica y Asia y extender el comunismo por todo el globo terráqueo. La Unión Soviética era 'el imperio del mal' y una potencia que únicamente se doblegaba ante la fuerza, según los cerebros del Pentágono.

Encuentros con Reagan

Para la primera cumbre celebrada en 1985 en Ginebra, Reagan había recibido cursos de cultura rusa, había sido preparado por psicólogos e incluso le habían organizado una dieta para adaptarse al horario europeo. George Shultz, secretario de Estado, se había entrevistado con Gorbachov en Moscú unas semanas antes para preparar el encuentro. Los dos habían congeniado.

Al llegar a la escalinata del palacete a orillas del lago Lemán en Ginebra, Reagan le estaba esperando a cuerpo descubierto con una chaqueta y una corbata. El día era muy frío. El dirigente soviético llegó con abrigo, bufanda y sombrero. Al advertir que el presidente estadounidense soportaba el viento helado con despreocupación, Gorbachov le advirtió que podía coger una enfermedad, lo cual contribuyó a romper el hielo entre los dos.

Las primeras sesiones de trabajo fueron un fracaso. Reagan se negó a desmantelar su programa de la Guerra de las Galaxias y realizó una dura crítica ideológica del comunismo. Gorbachov se enfadó cuando su interlocutor afirmó que la Guerra de las Galaxias tenía un propósito puramente defensivo. El secretario general del PCUS le respondió que no le tomase por tonto, le acusó de no querer llegar a acuerdos de desarme y de tratar de imponer el capitalismo por una superioridad militar y tecnológica.

La ex primera ministra británica Margaret Thatcher con Gorbachov afp

Anatoli Dobrinin, embajador en Estados Unidos y principal asesor de Gorbachov, testificó posteriormente que los primeros encuentros fueron muy duros, pero que los dos líderes se trataron con respeto. «Era obvio que, por encima de las diferencias, querían llegar a acuerdos», afirmó. La cumbre no tuvo resultados tangibles, pero abrió una etapa de colaboración entre los dos países. En el último momento, los dos hablaron de temas personales y Reagan le contó anécdotas sobre Hollywood.

Tampoco en Reikiavik al año siguiente se pudo llegar a un compromiso concreto en temas de desarme. Gorbachov ofreció un importante desmantelamiento del arsenal nuclear, pero diferencias muy pequeñas impidieron el acuerdo. Esta vez el ambiente fue distendido y los dos reflejaron una importante complicidad. Reagan aseguró que no hacía falta una agenda formal cuando dos amigos se reunían para hablar.

Ese buen clima fue especialmente patente en la cumbre de Washington en diciembre de 1987. Mijail Gorbachov había aceptado una invitación oficial de Reagan y el viaje fue un éxito clamoroso de Gorbachov. Colin Powell, consejero de Seguridad, escribió: «Es rápido, sólido, enérgico, combativo. Parece un experto en desarme y domina los detalles».

Gorbachov fascinó a los medios en una rueda de prensa en la que contestó a todas las preguntas sin una sola nota y luego cenó con personalidades del mundo de Hollywood y de la cultura, entre los que figuraban Paul Newman, Gregory Peck, Gore Vidal, Yoko Ono y Robert de Niro. Cuando se dirigía en coche a la Casa Blanca, Gorbachov detuvo su automóvil y descendió para hablar con los ciudadanos. Cientos de personas se agolparon a su alrededor, mientras sus escoltas no sabían qué hacer. Quienes pudieron charlar con él quedaron seducidos por su espontaneidad y sus respuestas directas.

Pero lo más importante de la visita fue la firma del tratado INF, que suponía la destrucción de 2.600 misiles, la gran mayoría soviéticos. Gorbachov ofreció una cena en la embajada soviética a Reagan en la que su esposa Raisa vestía un llamativo traje dorado de dos piezas, inusual en un dirigente soviético. Powell declaró que el líder soviético parecía «resplandeciente como un político que acaba de ganar las primarias». Y era verdad, aunque el mariscal Ajromeiev no estaba nada satisfecho del acuerdo.

Gorbachov y Reagan llegaron a sentir un verdadero afecto mutuo y la cooperación entre los dos países se intensificó hasta el final del mandato del presidente estadounidense en enero de 1989. George Bush padre le sucedió y también mantuvo una muy buena relación. Ambos firmaron el START1 de limitación de arsenales nucleares en julio de 1991, unas semanas antes del fallido golpe del aparato contra Gorbachov.

Independencia de Ucrania

Cuando era consciente de que el final de su etapa se acercaba y de que las dificultades internas eran insuperables, Bush apoyó a Gorbachov. Incluso llegó a modificar su agenda en un viaje a Ucrania para reunirse con Leonid Kravchuk para evitar dar la impresión de que su aliado había perdido el control de la situación. Gorbachov aceptó una consulta para la independencia de Ucrania y avaló el resultado, lo que fue considerado como un 'casus belli' por el aparato comunista, que le consideró un traidor. El hecho es que Gorbachov se negó a utilizar la violencia para mantener a Ucrania bajo soberanía soviética y confesó a sus colaboradores que el uso de la fuerza estaba descartado.

Mantuvo la misma actitud con la Alemania Oriental cuando en septiembre de 1989 empezaron las primeras protestas populares contra el régimen comunista. Erich Honecker le pidió ayuda económica a Gorbachov porque las cuentas del país se hallaban en bancarrota y luego le instó a que las tropas soviéticas en el país actuaran para evitar las revueltas. El dirigente soviético respondió a ambas peticiones negativamente.

Gorbachov saluda a Kohl Reuters

La noche en la que decenas de miles de berlineses cruzaron el Muro los soldados soviéticos permanecieron impasibles en sus torres de vigilancia. En febrero de 1990, Gorbachov suscribió el Tratado Dos Más Cuatro que consagraba la reunificación de los dos países. Era reacio a este compromiso porque era consciente de que una Alemania unida sería una pieza básica de la OTAN y que el Ejército Rojo se oponía a una concesión de tantas consecuencias.

Flechazo con Kohl

La relación con el canciller Kohl, que era muy consciente de lo que le debía a Gorbachov, fue también muy buena. En una visita a Moscú en octubre de 1988, se produjo una especie de flechazo entre ambos. En un clima muy emotivo, Kohl le dijo: «Usted y yo tenemos la misma edad. Nuestras familias vivieron los horrores de la guerra. Su padre fue gravemente herido y mi hermano murió a los 18 años». El líder soviético quedó conmovido. Desde ese momento, Kohl decidió prestar todo el dinero necesario y la ayuda política para que el experimento de su amigo no fracasara.

Margaret Thatcher ya conocía a Gorbachov, con el que había cenado en su residencia de Chequers, cuando la Dama de Hierro viajó a Moscú en abril de 1987. En su primera visita al Kremlin, los dos tuvieron una violenta y apasionada discusión en el salón de Santa Catalina. Su asesor y hombre de confianza Anatoli Cherniaiev, presente en la reunión, señaló que el debate sirvió para mostrar el fuerte antagonismo ideológico entre los dos líderes. Cherniaiev consignó que Gorbachov no utilizó notas y que abrumó con datos a la primera ministra británica. La acusó de «querer ir a la guerra» y la tachó de insensibilidad social. Thatcher no se arredró y enumeró la lista de calamidades del comunismo y la falta de libertades. Con un punto de provocación, le preguntó a su anfitrión que le explicara en qué consistía «la clase trabajadora» en la Unión Soviética.

Geoffrey Howe, secretario del Foreign Office, apuntó que, pese a la aparente tensión, Thatcher quedó muy impresionada por el firme carácter de Gorbachov y empezó a confiar en él. La primera ministra comentó que Reagan era intuitivo y espontáneo, pero que Gorbachov estaba mucho más preparado.

Con un punto de provocación, Thatcher pidió a Gorbachov que le explicara en qué consistía «la clase trabajadora» en la URSS

Con François Mitterrand la relación fue más compleja. La dificultad residía en que el presidente francés dio un giro a la política de Giscard, que, siguiendo la tradición gaullista, intentaba mantener un equilibrio entre las dos grandes potencias. Mitterrand apoyó la instalación de misiles Pershing y mantuvo una actitud más distante con Gorbachov. Éste visitó París sin resultados visibles en un momento en el que la relación entre Reagan y Gorbachov no estaba consolidada. Pero el líder soviético fue aclamado por las multitudes e impresionó a los periodistas en una rueda de prensa. Tras la caída del Muro, Mitterrand reconoció que Gorbachov era un estadista y un gran líder merecedor de respeto.

Visita a Madrid

El inquilino del Kremlin también viajó a Madrid en 1990. La visita fue un gran éxito porque fue aclamado en las calles como un héroe. Raisa aseguró que había sido uno de sus mejores viajes. Gorbachov sintonizó con Felipe González, al que elogió por su inteligencia y preparación. También al Rey Don Juan Carlos. El líder soviético afirmó que González era el dirigente que mejor le comprendía y con el que era más fácil hablar. Ambos mostraron una clara sintonía personal, facilitada por la simpatía del soviético hacia el tipo de socialdemocracia que encarnaba el presidente español.

La buena relación personal, su empatía y su alto nivel intelectual facilitaron los acuerdos de Gorbachov con Occidente, pero también le granjearon poderosos enemigos en el interior. Tres décadas después de su caída política, su legado es indiscutible y su figura de Gorbachov se agranda en la memoria.

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