Una mudanza sin precedentes en la Casa Blanca
Washington contiene estos días el aliento porque el presidente Donald Trump se está negando a participar en los actos más elementales del traspaso de poderes
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Iniciar sesiónQuedan menos de ocho semanas para que se produzca el solemne traspaso de poderes en la presidencia de Estados Unidos, y por primera vez en décadas, todo en Washington está todavía por hacer, en el aire. Y no porque las elecciones a estas ... alturas aún no se hayan decidido, como sucedió en 2000, sino porque el actual inquilino de la Casa Blanca se niega en rotundo a admitir el resultado y a cooperar con su sucesor. Sí, finalmente el lunes Donald Trump aceptó poner fondos y recursos a disposición de Joe Biden para que este pueda comenzar a tomar las riendas del país, pero el presidente saliente rehusa invitar a su sucesor a la Casa Blanca, como manda la costumbre, y de momento no ha planeado ni las más mínimas cortesías que requiere una transición ordenada.
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Lo cierto es que el tiempo juega contra Trump. Los días se le acaban, con las Navidades de por medio. Ante el Capitolio, los obreros ya están construyendo las tarimas y gradas para la jura solemne del nuevo presidente, que tendrá lugar el 20 de enero. Frente a la propia Casa Blanca, las grúas traen estos días las plataformas para los desfiles del día de la toma de posesión , en especial aquel momento en que se supone que Trump y Biden deben montarse en la limusina presidencial y recorrer los poco más de dos kilómetros que hay hasta la sede del poder legislativo. Pero de momento, Trump se niega a confirmar su asistencia. Y no es lo único que el presidente número 45 se puede saltar en estas semanas cruciales para la buena salud de la democracia americana.
Una de las partes más importantes del periodo posterior a la presidencia es el de los retratos para la posteridad. No es en realidad un lienzo, sino dos. El primero lo encarga la Galería Nacional de Retratos , una institución de gestión pública que se halla cerca de la Casa Blanca, en Chinatown. Allí, en su segunda planta, cuelgan los retratos de todos los presidentes desde George Washington. Normalmente, es la propia Galería Nacional la que elabora una lista de posibles artistas, que le envía al presidente de turno, que a su vez elige quién lo va a inmortalizar. Una vez el presidente selecciona al artista, la Galería Nacional se encarga de recaudar donaciones para pagar por ese trabajo artístico.
Según explica Stewart McLaurin , presidente de la Asociación Histórica de la Casa Blanca, «ha habido presidentes para los que los retratos se hicieron esencialmente antes de salir, y otros en los que el proceso no comenzó hasta que dejaron la presidencia ». Depende en parte de si la marcha del presidente era esperada, por el límite de mandatos, o no, por una derrota en las urnas. Un portavoz de la Galería Nacional dijo a ABC que no influirá en los plazos el hecho de que Trump se pueda presentar de nuevo a las elecciones en 2024, ya que cabe la posibilidad de que pierda o bien las primarias o bien los propios comicios, y lo ideal sería además que no pase demasiado tiempo para que el modelo pueda posar.
El retrato de Barack Obama comenzó a pintarlo el artista afroamericano Kehinde Wiley en cuanto el expresidente salió de la Casa Blanca, y en febrero de 2018 estaba ya colgado en la Galería Nacional, con largas colas para verlo. En esta ocasión, sin embargo, la Galería Nacional ha demorado el proceso de selección de artistas para Trump por la pandemia. (Lo que sí está ya en exhibición en el Museo de Historia Americana, por cierto, es el vestido que Melania Trump lució en la gala nocturna el día de la jura de su marido, diseñado por el francés Hervé Pierre ).
Un proceso lento
Después, el presidente Trump debe seleccionar a su propio artista para el otro cuadro oficial, el que quedará dentro de la Casa Blanca. Se trata de un proceso más lento. Desde hace décadas, un nuevo presidente cita a su predecesor en el cargo a la Casa Blanca para mostrar el cuadro con su semblanza, que colgará ya para siempre de estas regias paredes. El último en hacerlo ha sido Barack Obama , que en mayo de 2012 invitó a los Bush a la ceremonia en que se colgó su cuadro en el vestíbulo de la sede de la presidencia. «Puede que tengamos nuestras diferencias políticas, pero la presidencia trasciende esas diferencias», dijo entonces Obama.
Trump, sin embargo, se ha negado a invitar a Obama a ceremonia alguna. Curiosamente, si un presidente cuelga el retrato de Obama en la Casa Blanca será su propio vicepresidente, Biden, que tomará el testigo de Trump en enero. Según el historiador de la presidencia americana Michael Bechloss , Trump rompe con la tradición por razones personales. «Hemos tenido un presidente que amenazaba constantemente con demandar y hasta encerrar al anterior. No ha habido una situación así en la historia. Este grado de antipatía no lo ha habido nunca antes», asegura. No lo hubo ciertamente por los últimos presidentes de un solo mandato, Jimmy Carter y George Bush padre, por sus predecesores o sucesores.
Obama sí cumplió todo el protocolo cuando relevó a Trump e incluso eligió con tiempo el artista que debía realizar su retrato, cosa que aún no ha hecho el actual presidente
Para la presidencia de Trump la imagen ha sido crucial, tanto fuera como dentro de la Casa Blanca. Eso explica un cambio que durante algún tiempo pasó desapercibido. Normalmente los retratos de los presidentes más recientes suelen tomar su lugar en las partes más transitadas de la residencia presidencial, es decir, el vestíbulo y las escaleras. En la entrada estuvieron años los cuadros de George Bush hijo (el que colgó Obama) y Bill Clinton , con los que Trump tiene relaciones francamente malas. De repente, en junio, desaparecieron ambos, después de una rueda de prensa conjunta del estadounidense con el mexicano Andrés Manuel López Obrador.
En lugar de los retratos de Clinton y Bush aparecieron los de William McKinley , que fue asesinado en 1901, y Theodore Roosevelt , que abandonó el cargo en 1909. Preguntada por ese extraño movimiento de presidentes, una portavoz de la Casa Blanca dijo a ABC que los retratos de Bush y Clinton se hallan ahora en uno de los comedores. Es un lugar tan transitado como el interior de un armario ropero. Cierto es que ya a su llegada a la Casa Blanca Trump cambió la decoración del Despacho Oval y se trajo junto a su escritorio el retrato de su presidente favorito, el demócrata populista Andrew Jackson , cuya estatua ecuestre domina la plaza ante la residencia presidencial.
La otra gran parte del legado de un presidente tras salir de la Casa Blanca es su biblioteca, un centro dedicado a su memoria y al estudio de su mandato, con documentos. Son centros de reverencia y peregrinación política, como las dedicadas a Jimmy Carter en Georgia o a Ronald Reagan en California. La última en abril, en 2013, fue la de George Bush hijo en Dallas, Texas. La de Obama está previsto que comience a construirse en Chicago en los próximos meses, aunque el trabajo ha quedado congelado por la pandemia. Hay de momento 12 bibliotecas, desde los años de Herbert Hoover, y los coordinan los Archivos Nacionales y Administración de Documentos, dependientes del gobierno federal.
Normalmente, un presidente se encarga de crear todavía en ejercicio del cargo una fundación para que explore las opciones de una biblioteca y seleccione posibles lugares, arquitectos y personal para gestionarla. Trump no lo ha hecho, bien porque no tiene interés o bien porque no contaba con perder . No es que no haya una gran cantidad de edificios en EE.UU. con el nombre del actual presidente, desde rascacielos a clubs de golf, pasando por casinos y viñedos.
De momento, los Archivos Nacionales se encargan de la labor de mantener los registros presidenciales de la administración Trump hasta que puedan almacenarse en una biblioteca designada. Según dice un portavoz de los Archivos en un correo electrónico «la custodia legal y física por parte de los Archivos Nacionales de los registros presidenciales del presidente Trump y la gestión de una biblioteca presidencial no se verían afectados si el presidente Trump se postula para el cargo en 2024. Los Archivos asumen la custodia legal de todos los registros presidenciales al final de la Administración presidencial de acuerdo con la Ley de Registros Presidenciales, que también rige el acceso a estos registros».
Más vistosa que lujosa
Las muchas biografías no autorizadas y libros escritos por empleados despedidos y asesores dimitidos de la Casa Blanca en los pasados cuatro años coinciden en que el presidente nunca ha estado completamente a gusto en esta ancestral residencia, que es más vistosa que lujosa. Por expresarlo de otro modo, es más museo que mansión. El mítico Despacho Oval es más un escenario para fotos y lugar de reuniones ante la prensa, y el presidente se ha habilitado un pequeño comedor contiguo que es en realidad desde donde trabaja a diario. Según varios de los invitados del presidente Trump, él suele bromear que es justo ahí donde la becaria Monica Lewinsky tuvo sus furtivos encuentros con Bill Clinton.
Tan poco a gusto estaba Trump al principio en esta histórica mansión, que al principio de su mandato se refería a ella como un «cuchitril». Así lo publicó la revista especializada «Golf», que cubre ese deporte y que en agosto de 2017 publicó un detallado reportaje con fuentes anónimas sobre el amor del presidente por ese deporte. Según publicaron tanto «Golf» como «Time», en sus primeros meses en el cargo, el presidente solía bromear durante sus visitas para jugar unos hoyos en su club de Bedminster, en Nueva Jersey: «Esa Casa Blanca es un cuchitril» . Según varias biografías, la mansión presidencial tampoco le gustaba en exceso a la primera dama, que se quedó en Nueva York hasta junio de 2017.
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