Las dos Polonias se enfrentan hoy en un 'plebiscito' europeista
A las elecciones parlamentarias se suma un referéndum sobre las cuotas de refugiados impuestas por Bruselas
Votar el destino de Europa
Tusk contra Kaczynski: La enemistad personal que ha dado forma a la política polaca de los últimos 20 años
El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, aplaude al vice primer ministro y líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski
La vieja destilería de Burzec, pueblo polaco a media hora de Bielorrusia, sobrevivió a dos guerras mundiales y al comunismo, pero sucumbió a las reformas económicas posteriores. En los 90, sus menos de mil habitantes la desmantelaron y vendieron sus ladrillos, no sin antes apurar ... lo que quedaba en las bodegas. «Pasaron semanas borrachos», recuerda su alcalde, Sławomir Skwarek, hasta que el paro y la emigración pusieron fin a la fiesta. Sólo las cooperativas católicas evitaron que las mujeres enviasen a sus hijos hambrientos al colegio.
El partido en el gobierno, Ley y Justicia (PiS), subvenciona su modo de vida rural, sencillo, basado en la familia y en las granjas. Culparon a la UE de la depresión y desde entonces van a misa los domingos con el mismo fervor con el que votan al nacionalista y obrero PiS, que volverá a obtener mayoría absoluta este domingo en la localidad. Pero no es así en toda Polonia, dividida por el Vístula en una parte oriental, muy parecida a Burzec, y otra occidental, en la que se ubican las grandes ciudades polacas, orientada a Europa y que desea ser una Polonia moderna y homologable al resto de los países europeos, atraer inversiones extranjeras y sacudirse la herencia católica.
«Juan Pablo II fue una figura muy valiosa, nadie lo discute, y nos sentimos muy orgullosos de él, pero forma parte del pasado y nosotros estamos en el presente, debemos vivir en nuestro tiempo, necesitamos normalidad», argumenta Dagmara Adamiak, jurista y activista de 27 años de Szczecin, que ha participado en la última manifestación en Varsovia, la «Marcha de un Millón de Corazones». Reunieron al menos 500.000 personas, una cifra no vista desde las marchas anticomunistas de los 80.
Los medios de comunicación y sus usuarios también se dividen en dos bandos: las emisoras públicas están controladas por el gobierno y difunden su propaganda, mientras que la emisora opositora TVN y periódicos como 'Gazeta Wyborcza' defienden abiertamente la contranarrativa. Con las fuerzas bastante igualadas, estas dos Polonias se enfrentan hoy en las urnas. Las encuestas polacas han cometido ya varios errores garrafales, pero si hemos de confiar en ellas, la situación previa a la apertura de las urnas es la siguiente: el PiS obtendrá el mayor número de votos, pero necesitará un socio para gobernar, mientras que la oposición podría superar en escaños a esa coalición con la formación de un tripartito formado por la liberal Koalicja Obywatelska (KO), la Izquierda Unida y la alianza Tercera Vía. Algunas encuestas, incluida la más reciente de Kantar y la de Pollster de principios de semana, predicen el cambio de poder. Otras pronostican un punto muerto: ni el PiS obtendrá la mayoría de escaños en el parlamento polaco, ni el Sejm, ni tampoco lo conseguirían las tres listas electorales de la oposición juntas. Con sus pocos votos, el partido de extrema derecha Konfederacja (Confederación) probablemente se convierta en el hacedor de reyes.
El resultado nos afectará a todos los europeos, porque además de las elecciones parlamentarias, Polonia celebra un referéndum el que se pregunta a los ciudadanos si quieren reintroducir la jubilación a los 67 años, si quieren desmantelar la valla en la frontera oriental, si están a favor de vender los activos estatales a empresas extranjeras y si quieren permitir que se imponga el paquete migratorio de la «burocracia de la UE» en Polonia. Esta última pregunta podría poner en cuestión las decisiones tomadas en Bruselas, cuyas autoridades se enfrentarían a un problema de legitimidad evidente. Una Polonia bloqueada también supondrá un lastre para la agenda europea. Y gobierne quien gobierne, nada parece poder evitar la polarización y la crispación.
«En los últimos 20 años, los consultores políticos y los spin doctors han ganado cada vez más influencia en la democracia, a expensas de los políticos. Estas personas están exacerbando los conflictos, llevando a los ciudadanos a la polarización. Aquí es donde las visiones opuestas del mundo se atrincheran en un país. Si seguimos así, necesitaremos un nuevo tipo de intérprete: personas que traduzcan el polaco de los campos políticos al polaco cotidiano del pueblo», lamenta Aleksander Kwasniewski, expresidente de Polonia, «los polacos ya no tienen una lengua común».
Andrzej, ingeniero de 34 años, es uno de los 54.000 polacos residentes en Berlín, además de otros 57.000 berlineses de raíces polacas también con derecho a voto. Duda de la fiabilidad del voto por correo y hoy va de camino a Słubice: «En Varsovia, la oposición obtiene suficientes votos de todos modos. Quiero que mi voto fortalezca a la oposición en otros lugares».