Ni la Alhambra engatusa a Orbán y Morawiecki para lograr un pacto migratorio

De esta situación, lo que más le preocupa a la Unión no es tanto que haya millones de árabes y africanos sin papeles sino que ello abone el crecimiento de los partidos nacional-populistas que le echan la culpa a Europa de las consecuencias negativas y que querrían volver a erigir las fronteras interiores.

En Bruselas no acaban de entender que cuando intentan resolver un asunto usando las mismas recetas de siempre no deberían sorprenderse de que obtengan los mismos resultados de siempre. El acuerdo que han arrancado en el Consejo como un sacamuelas con unas tenazas solo sirve para intentar diluir en el mapa las crisis a las que se enfrentan cada vez con más frecuencia los países costeros, pero no para encontrar remedio a las grietas cada vez más profundas en la cohesión de las diferentes sociedades europeas que –apoyándose en fantasías o realidades– miran con cada vez más inquietud a los extranjeros poco o nada integrados.

Los sistemas de acogida de casi todos los países están agotados, las redes sociales difunden continuamente episodios graves de conflictividad y la prensa repite las imágenes de las avalanchas de llegadas. En Polonia hay elecciones dentro de diez días en las que el PiS en el poder se juega su mayoría. Pensar que todo lo que había que hacer era engatusar a Morawiecki o a Orbán mientras les enseñaban la Alhambra solo se le puede ocurrir a alguien acostumbrado a negociar haciendo trampas como Pedro Sánchez.