Dmitri, ruso huido a Georgia para evitar ser reclutado: «Algunos de mis amigos dicen que soy un traidor»
Este joven cruzó la frontera cuando Putin decretó la movilización de reservistas. Escapó de la guerra y afirma que volverá a casa cuando su país recupere la cordura
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Iniciar sesiónA estas alturas de su vida es probable que a Dmitri le hayan agasajado con varios 'supras' en Georgia. Un 'supra' es una generosa manifestación de hospitalidad en aquellas tierras. Los georgianos empiezan sacando al huésped algo para picar y acaban ofreciéndole la ... despensa entera: hachapuri (torta rellena de queso), churchjela (mosto cocido con harina y relleno de avellanas, almendras y nueces), ensalada, fruta, chocolate, cerveza, refrescos, café y vodka, ríos de vodka. ¡Prohibido rechazar un brindis! No hay tristeza que pueda excusar un trago, ni siquiera la de verse obligado a abandonar tu país y así evitar ser reclutado para una guerra absurda.
Dmitri, como otros miles de ciudadanos rusos, decidió exiliarse cuando Putin decretó la movilización de reservistas para tratar de dar un giro a un conflicto que no le sonríe. Los principales destinos elegidos para esta 'deserción' fueron Finlandia, Georgia, Kazajistán, Uzbekistán, Turquía y Armenia. La ventana de oportunidad no estuvo abierta mucho tiempo: en el caso de Georgia, por ejemplo, Moscú extremó los controles fronterizos. Pero Dmitri pudo llevar a cabo su plan.
Falsos pretextos
«Las acciones de los líderes políticos de la Federación Rusa son absolutamente criminales en relación con el pueblo de Ucrania y nuestro propio pueblo», comenta este joven nacido hace 26 años en Tambov, una ciudad de casi 300.000 habitantes situada a 480 kilómetros al sur de Moscú. En el óblast al que pertenece –del mismo nombre– tuvo lugar en 1920-1922 una de las mayores rebeliones del campesinado y los terratenientes contra los bolcheviques durante la guerra civil rusa. Dmitri se trasladó a la capital, donde vivió durante los últimos diez años; es soltero pero tiene familiares en su país, por lo que pide no dar muchos detalles personales para no perjudicarlos. Trabaja en hostelería. «Al amparo de falsos pretextos, Vladímir Putin y su Gobierno iniciaron una guerra en el territorio vecino para resolver cuestiones personales», añade.
Decidió dejar Rusia hace un año, antes de un conflicto que ya asomaba en el horizonte. «No veía perspectivas para mi futuro. Planeé cuidadosamente la mudanza, pero resultó imposible al principio debido a la 'operación especial' del 24 de febrero y luego por la movilización. Nunca he estado en el Ejército porque tengo un sello 'B' en mi identificación militar, lo que significa que no soy apto debido a problemas de salud, pero puedo ser reclutado en casos de necesidad. Y ahora vemos exactamente cómo sucede».
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A los dos días del anuncio del líder supremo, Dmitri asumió que no podía esperar más y enfiló hacia Georgia. Tiene amigos en Tbilisi que le han ayudado a rehacer su vida allí. Este país de pasado convulso está dejando atrás el blanco y negro para ingresar en la modernidad. El reino de Georgia fue anexionado por Rusia en 1801. En 1921 fue ocupado por el Ejército Rojo y se convirtió en república soviética. El 9 de abril de 1989, en plena descomposición de la URSS, el pueblo tomó las calles de Tbilisi; los militares sacaron los carros de combate a la calle y la sembraron de muertos. Dos años después, Georgia declaró su independencia.
Acabó el siglo como una película de tazón y cuchara, con sus fábricas convertidas en escombreras fantasmales. Quizá en alguna se produjeron todos los tornillos de la URSS. Esas chimeneas hicieron el aire irrespirable. Se cuenta que en un campo de concentración nazi gasearon a un grupo de soviéticos y, para sorpresa de los verdugos, un tipo sobrevivió. Declaró al salir que era originario de Zestaponi, en la región georgiana de Imericia, el enclave más contaminado de la URSS a causa de unos gigantescos hornos.
Refugio en el Cáucaso
Tras su estancia en la capital, nuestro protagonista va a respirar el mejor aire posible durante las próximas semanas en Gudauri, en las montañas del Cáucaso. «Trato de no perder el contacto con mis familiares y demás personas cercanas en Rusia, aunque he escuchado diferentes opiniones de ellos acerca de mi decisión. Algunos me dicen que he entrado en pánico y que todo está bien, otros insinúan que soy una especie de traidor».
Siempre quiso vivir en el extranjero, de modo que encuentra útil esta experiencia. «Y no voy a volver mientras Rusia esté en el camino ideológico equivocado». Sobre la actitud que están tomando sus compatriotas sobre la guerra afirma que «desafortunadamente, un número importante de rusos apoya las acciones de nuestro Ejército en Ucrania. Pero también hay mucha gente que no quiere participar en ello. De todos modos, es imposible protestar –especialmente en las grandes ciudades– debido a las penas de prisión reales. Por eso, los que pueden salir del país lo hacen».
Dmitri comprende la posición de Occidente pese al perjuicio económico y de imagen que supone para los rusos. «Debemos entender que [las sanciones] no son la causa, sino el efecto. La causa es una invasión criminal del territorio independiente de Ucrania. No me atrevo a predecir el resultado de la guerra, pero sé al 100% que no puedes tomar algo que no te pertenece sin asumir la responsabilidad».
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