La convención demócrata mira a los fantasmas del 68
De Vietnam a Gaza, Chicago recupera el foco en una campaña convulsa para el Partido Demócrata. El paralelismo entre ambos cónclaves es inevitable, 56 años depués
Enviado especial a Chicago
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Iniciar sesiónLos hoteles del centro de Chicago y las inmediaciones del United Center, el estadio de los Bulls de la NBA, son ya un hervidero de delegados, altos cargos, legisladores, asesores, asistentes, celebridades y periodistas, venidos hasta la Ciudad del Viento para el segundo gran cónclave ... político del año: la convención del Partido Demócrata. Mañana arranca la programación de discursos y actividades paralelas, todos con la intención de dar un espaldarazo a la candidata del partido, Kamala Harris, que cerrará la convención con su discurso de aceptación de la nominación el jueves por la noche.
La ciudad y el partido viven las horas previas con una mezcla de optimismo y tensión. La renuncia de Joe Biden como candidato y el relevo por Harris han insuflado esperanza entre los demócratas sobre una remontada frente a Donald Trump. Pero las protestas previstas fuera de la convención –y quizá dentro– amenazan con aguar la fiesta.
Las movilizaciones tienen que ver con la guerra en Gaza, combustible de tensiones, protestas y disturbios en todo el país en los últimos meses. Las exigencias de un alto el fuego inmediato y de cortar toda ayuda –militar y civil– a Israel hasta que se consiga han calado en los sectores izquierdistas del partido. Ahora hay que comprobar qué capacidad disruptiva tienen en la convención demócrata y qué impacto pueden tener en la imagen con la que Harris salga de Chicago.
Desde esta ciudad y con ese contexto, es imposible no encontrarse con algunos de los fantasmas del Partido Demócrata. En concreto, con su convención de 1968 y el desastre que supuso para los intereses demócratas.
El germen, en Columbia
Los paralelismos con aquel año son abundantes. La convención también tuvo a Chicago como escenario. También se venía de un año de protestas por una guerra. En aquel caso, la de Vietnam. Su principal germen fueron movilizaciones y disturbios en la Universidad de Columbia, como ha ocurrido esta primavera con el campamento-protesta en el mismo centro neoyorquino, imitado después en decenas de campus de todo EE.UU.
La nominación de la vicepresidenta Harris se ha producido tras la renuncia el mes pasado del presidente en su cargo, Biden, a su candidatura. Ocurrió igual en 1968, después de que Lyndon B. Johnson no intentara su reelección ante las críticas a su gestión de la guerra en Vietnam. El partido demócrata acabó entonces por nominar también al vicepresidente, Hubert Humphrey, y ahora el partido aclama a su actual vicepresidenta. En 1968, había un Kennedy que intentó ser una alternativa dentro del partido a Humphrey: Robert F. Kennedy, hermano del presidente asesinado en 1965, John F. Kennedy. Ahora su hijo, RFK Jr., trata –sin opciones– de ganar la presidencia como independiente. RFK fue asesinado a tiros en junio de aquel año, cuando estaba relanzado tras ganar las primarias de California; y el favorito de este año, el republicano Donald Trump, sobrevivió de milagro a un atentado el mes pasado.
Todo eso no evita que las situaciones sean muy diferentes. Las protestas contra la guerra de Gaza han tenido mucho eco mediático –los desalojos y arrestos en Columbia, la bandera quemada y el vandalismo en estatuas de próceres en Washington en la visita de Benjamin Netanyahu el mes pasado- pero están limitadas a un sector extremista de EE.UU. Y tienen que ver con un conflicto en el que EE.UU. no tiene implicación militar directa. Las protestas sobre Vietnam en los sesenta fueron mucho más pobladas y transversales. En 1968, había más de medio millón de soldados estadounidenses en aquella guerra, decenas de miles muertos y heridos y un impopular llamamiento a filas. Y, pese a que EE.UU. vive en un momento de gran polarización, las convulsiones de aquel año –el asesinato de Martin Luther King, el de RFK Jr., las tensiones raciales– no son comparables a las actuales.
Batalla abierta
Además, contra lo que ocurrió en 1968, el Partido Demócrata llega a Chicago muy unido alrededor de su candidata. La convención de entonces fue una batalla abierta entre Humphrey y los senadores Eugene McCarthy y George McGovern. La renuncia de Biden a la candidatura fue un alivio para los demócratas y la adhesión en torno a Harris fue rápida y decidida.
La división en 1968 se notó dentro y fuera del recinto de la convención. Los estadounidenses vieron por directo en televisión el caos de protestas violentas y la respuesta feroz de la policía («como un cuadro de Bruegel», dijo el propio McCarthy al ver los disturbios desde la ventana de su hotel). Dentro hubo tensiones, discusiones acaloradas y hasta peleas a puñetazos entre los delegados.
Los convocantes de las movilizaciones que vivirá Chicago a partir de hoy han prometido ser pacíficas, pero sus objetivos son maximalistas, inasumibles para la gran mayoría de estadounidenses. Los principales actos están organizados por la Coalición para Marchar sobre la Convención Demócrata y aseguran que su lucha no parará hasta que, entre otras reclamaciones, «ni un céntimo del dinero de los contribuyentes vaya al 'apartheid' de Israel», «se acabe la ocupación y la colonización de todas las tierras árabes y palestinas» y «toda la histórica Palestina sea libre, desde el río hasta el mar», una referencia que alude a la destrucción del Estado de Israel. La policía de la ciudad afirma que está preparada: «Vamos a asegurarnos de proteger a todos los que están en la ciudad y a los derechos de todos»; ha dicho el superintendente de la policía, Larry Snelling. «Pero no vamos a permitir que la gente venga a esta ciudad a cometer actos de violencia o vandalismo».
Los activistas buscarán también tener protagonismo dentro de la convención. El llamado Uncommitted Movement, que se opuso a Biden en las primarias demócratas con llamamientos a votar en blanco, asegura que tiene una treintena de delegados –para un total de cerca de 4.600– y que se harán oír entre discursos elogiosos de Harris.
Está por ver qué capacidad tienen unos y otros de amargar la convención a Harris. Pero 1968 guarda una lección para esos activistas. El entonces candidato republicano, Richard Nixon, acudió a la elección con un mensaje centrado en los «estadounidenses olvidados» –imposible no relacionarlo con Trump– y la «ley y orden», en medio de la violencia y turbulencias que sufría el país. El caos que dominó a la convención demócrata le entregó la victoria electoral en bandeja. Con Nixon en la Casa Blanca, la implicación de EE.UU. no solo no acabó, sino que se alargó varios años más.
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