Cinco años del 'caso Khashoggi', el descuartizamiento que lanzó la gran campaña saudí

El brutal asesinato hizo tambalear el poder de Bin Salman, en particular cuando durante la campaña de 2020 el candidato Joseph Biden prometió convertir a Arabia Saudí en un «estado paria»

Así fueron los últimos momentos de Khashoggi

Montaje del príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman y el periodista asesinado Jamal Khashoggi ABC

Se cumplen cinco años del asesinato de Jamal Khashoggi, el periodista saudí disidente descuartizado en el consulado saudí de Estambul por un escuadrón de la muerte enviado por las autoridades de Riad. Las denuncias internacionales, amplificadas por el hecho de que Khashoggi colaboraba con ' ... The Washington Post', no han servido para poner ante la Justicia, ni saudí ni internacional, a los responsables del crimen. La razón es sencilla: es un lugar común que la orden partió del hombre fuerte de Riad, el príncipe heredero Mohamed bin Salman.

Así lo estableció un documento desclasificado de la CIA en 2021, y así lo dio a entender el propio Bin Salman en una reciente entrevista con la cadena norteamericana Fox News, en la que admitía que el asesinato del conocido periodista saudí «fue un error». Después de los hechos, la Fiscalía turca pidió a Riad la extradición de varios sospechosos, entre otras la del número dos de la Inteligencia saudí y la de uno de los asesores de Bin Salman. Un reportaje de The Guardian de finales del año pasado situaba a los dos acusados en una zona residencial de lujo de Riad.

El brutal asesinato de Khashoggi -la víctima fue descuartizada en el consulado, y su cuerpo trasladado en maletas fuera de la legación- hizo tambalear el poder de Bin Salman, en particular cuando durante la campaña norteamericana de 2020 el candidato Joseph Biden prometió convertir a Arabia Saudí en un «estado paria».

Fútbol

Pero, sin revertir un ápice su política de persecución de disidentes políticos dentro del país, Bin Salman ha logrado en estos cinco años cambiar el clima internacional hacia su figura. Por la vía de la inversión financiera gracias a los inmensos réditos del petróleo. Y por el camino del pragmatismo diplomático.

La amnesia de los gobiernos occidentales ha costado miles de millones de dólares en inversiones en empresas occidentales, operaciones mediáticas en clubs de fútbol; y gestos diplomáticos inéditos por parte del país que sabe jugar la baza de ser guardián de los lugares más sagrados del islam. Entre otros movimientos, destaca la negociación con Israel con vistas a reconocer el Estado hebreo, y el acercamiento a su otro enemigo histórico, Irán, que ha permitido alcanzar una tregua permanente en la guerra del Yemen.

Ni la campaña de imagen por vía de inversiones, ni los aplaudidos golpes de efecto diplomáticos han modificado el carácter fundamentalista del régimen saudí, país promotor de grandes mezquitas en el mundo -en Madrid, la de la M-30- y que sigue presumiendo de intolerancia para prohibir la construcción de iglesias en su territorio, e incluso la práctica de cualquier otra religión distinta de la musulmana.

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