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El agente que vio el asesinato de Kennedy pone en duda la versión oficial

60 aniversario del asesinato de JFK

El 22 de noviembre de 1963, hace 60 años, el mundo cambió en apenas unos segundos. El agente Paul Landis, un testigo directo y hasta ahora callado, ofrece a ABC una nueva perspectiva sobre ese día fatídico

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VÍDEO| La muerte de JFK: mil teorías y una sola verdad

Paul Landis ofreció una entrevista a ABC hace unos días. ABC
David Alandete

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[El 22 de noviembre de 1963, en Dallas, tres disparos rompieron el silencio del mediodía. Dos de ellos alcanzaron al presidente  John F. Kennedy, que recorría la ciudad con su mujer en un coche descapotable. En el asiento delantero, el gobernador de Texas, John Connally, resultó herido. Ambos fueron trasladados de urgencia al Hospital Memorial Parkland, a cuatro millas de distancia. Tras esfuerzos desesperados por salvar al presidente, este fue declarado muerto a las 13.00. El gobernador sobrevivió.

Unos momentos más tarde, la Policía detuvo a Lee Harvey Oswald, que murió a tiros dos días después. El agente del Servicio Secreto Paul Landis, cuyo cometido era proteger a la primera dama, Jackie Kennedy, presenció los disparos desde el coche que iba atrás, y estuvo en el hospital. Ahora habla tras seis décadas de silencio, y sus recuerdos difieren de la versión oficial, que dejan en duda porque invalidan lo que se conoce como teoría de la bala mágica. Así lo explica a ABC.]

«Cuando escuché el primer disparo, vino desde atrás, por encima de mi hombro derecho. Lo reconocí al instante: era el sonido de un rifle de alta potencia. En ese momento supe que estábamos siendo atacados. Mi mente empezó a dar vueltas, a procesar rápidamente lo que sucedía, pero mis ojos se resistían a ver nada. Miré hacia el presidente Kennedy, que iba en la limusina justo delante de mí. Yo me encontraba en pie sobre el parachoques trasero derecho del vehículo de seguimiento del Servicio Secreto. Pero no vi nada que indicara que el presidente había sido alcanzado. Pensé que ese primer disparo había fallado.

«En mi cabeza, solo cabía una idea: teníamos que salir de allí, debíamos escapar rápidamente»

Luego, apenas dos o tres segundos después, sonó un segundo disparo. En mi cabeza, solo cabía una idea: teníamos que salir de allí, debíamos escapar rápidamente. Tras ese segundo disparo, tampoco vi ninguna reacción, pensé que nuevamente había fallado. Justo antes de entrar en un paso subterráneo, se produjo un tercer disparo. Ahí fue cuando vi la cabeza del presidente estallar, entre una pequeña humareda, una neblina. El sonido del tercer disparo, en ese momento, me pareció que venía del frente derecho, pero estábamos como en una cámara de eco. Era difícil determinar exactamente de dónde provenían los disparos. En ese instante, ya estábamos bajo el paso subterráneo, y en dirección al Hospital Parkland.

Imagen principal - En la primera imagen, Paul Landis en el séquito presidencial en Dallas. En la segunda, subiendo el féretro de JFK al Air Force One. En la última, su función era proteger a Jackie Kennedy.
Imagen secundaria 1 - En la primera imagen, Paul Landis en el séquito presidencial en Dallas. En la segunda, subiendo el féretro de JFK al Air Force One. En la última, su función era proteger a Jackie Kennedy.
Imagen secundaria 2 - En la primera imagen, Paul Landis en el séquito presidencial en Dallas. En la segunda, subiendo el féretro de JFK al Air Force One. En la última, su función era proteger a Jackie Kennedy.
Un magnicidio público En la primera imagen, Paul Landis en el séquito presidencial en Dallas. En la segunda, subiendo el féretro de JFK al Air Force One. En la última, su función era proteger a Jackie Kennedy.

Un rifle de alta potencia

En aquellos tiempos, el Servicio Secreto no estaba preparado para un ataque así, con un rifle de alta potencia. Las anteriores tentativas de asesinato que había enfrentado habían sido a corta distancia, con pistolas. Nunca habíamos considerado seriamente la posibilidad de un ataque desde la distancia. La verdad es que gran parte de nuestro entrenamiento era práctico, sobre el terreno.

Al llegar al hospital, salí del auto de seguimiento y me acerqué a la limusina donde estaba la señora Kennedy. Intenté ayudarla a salir, pero ella se negó, queriendo permanecer junto al presidente. En ese momento, vi que otro agente, Clint Hill, abría la puerta trasera y, al bajar, noté inmediatamente un charco de sangre al lado de la señora Kennedy, en el siento de atrás. Había dos fragmentos de bala brillando en la sangre; uno era pequeño, del tamaño de mi dedo meñique, y tenía forma de hongo, como si hubiera impactado en algo.

Video. Momento del segundo disparo contra el vehículo de JFK en Dallas ÁLVARO RINCÓN

Después vi una bala entera. Tomé una decisión rápida: guardé la bala en mi bolsillo con la intención de entregarla más tarde a algún responsable. Pero todo sucedió muy rápido, estábamos corriendo hacia la sala de emergencias y luego a la sala de trauma. Mientras empujaban la camilla del presidente y la señora Kennedy seguía detrás, me aseguré de que no fuera empujada o molestada. Me vi empujado y aprisionado junto a la mesa de examen, al lado de los pies del presidente. Todo esto estaba sucediendo muy rápido. Y simplemente tenía miedo de que la bala fuera una prueba importante, de lo que me di cuenta de inmediato. Muy importante. Y no quería que desapareciera ni se perdiera. Entonces tomé la decisión.

«En medio del caos y los gritos, coloqué la bala junto al cuerpo del presidente en la camilla, pensando que sería útil»

Allí, en medio del caos, con gritos y un tumulto indescriptible, coloqué la bala junto al cuerpo del presidente en la camilla, pensando que sería útil durante la autopsia o el examen. Luego, cuando nos pidieron a todos salir para dejar espacio a los médicos, me alegré de haber salvaguardado esa pieza de evidencia. Salí sin decir nada.

Momentos previos al asesinato de JFK en Dallas ARCHIVO ABC

En mi mente, aún resonaba la imagen del presidente Kennedy siendo alcanzado, y me costaba mantenerme en pie sin desmayarme. Mi atención se dividía entre estar lo suficientemente cerca como para ser útil y la lucha por no perder la conciencia. Era un momento de extrema tensión y confusión, y lo único en lo que podía pensar era en no llamar la atención innecesariamente. En unos momentos volvimos a Washington, en el avión en que viajó la señora Kennedy y en el que el presidente juró el cargo.

La Comisión Warren, creada por el Gobierno de los EE.UU. para investigar el asesinato del presidente Kennedy, presentó lo que se conoció como la teoría de la «bala única». Según esta teoría, una sola bala causó heridas tanto al presidente Kennedy como al gobernador Connally. La bala se recuperó en una camilla que se cree se usó para atender al gobernador Connally en el Hospital Parkland Memorial, así que supusieron que había salido de su cuerpo mientras intentaban salvar su vida. Pero eso no fue lo que pasó. Yo fui quien colocó esa bala en una de las camillas, y acabó junto al gobernador.

«Dejé el Servicio Secreto seis meses después del asesinato, luchando con pesadillas constantes, como si aquel día se repitiera en mi cabeza»

Afectado por un estrés postraumático intenso, no leí nada relacionado con el asesinato durante varios años. Nunca fui entrevistado por la Comisión Warren, y lo mismo les sucedió a otros agentes en el coche de seguimiento, a pesar de ser testigos de primera mano. Nadie nos preguntó nuestra versión de los hechos.

Dejé el Servicio Secreto seis meses después del asesinato, luchando con pesadillas constantes, como si un bucle interminable de aquel día se repitiera en mi cabeza. Sentí que si me quedaba en el servicio, estaría incapacitado. Pasé meses, incluso años, con pesadillas recurrentes. Con el tiempo, sin haber leído el informe de la Comisión Warren, simplemente asumí que debían estar en lo correcto. Después de todo, era una comisión investigadora gubernamental. Nunca cuestioné sus conclusiones.

¿Había hecho lo correcto?

Siempre supe que algún día necesitaría hablar, contar mi historia. Pero, ¿cómo y cuándo? Esa era la pregunta que rondaba mi cabeza durante años. Hace aproximadamente nueve años, todo comenzó a tomar forma. Leí un libro titulado 'Seis segundos en Dallas', un regalo inesperado que cambió mi perspectiva. [Publicado en 1967 por Josiah Thompson, mantiene que hubo más de un tirador aquel día]. Había una foto de una bala prístina en ese libro, supuestamente encontrada en la camilla del gobernador Connally. Al verla, algo se removió dentro de mí. Esa bala me llevó de vuelta a la limusina del presidente y a la decisión que tomé aquel día, de colocarla yo mismo en la camilla de Kennedy.

«Sabía que si alguna vez contaba mi relato, tenía que ser yo quien lo hiciera. Nadie más»

Empecé a cuestionarme, a sentir una especie de culpa. ¿Había hecho lo correcto? ¿Debí haber hablado antes? Esos pensamientos me asaltaban, pero la duda y la incertidumbre me mantenían en silencio. Además, el Servicio Secreto estaba siendo fuertemente criticado por la prensa en aquellos años, y eso me hacía reflexionar aún más sobre mi historia, sobre mi verdad. Sabía que si alguna vez contaba mi relato, tenía que ser yo quien lo hiciera. No quería que nadie más escribiera por mí, nadie más podía contar mi historia como yo mismo. Rechacé ofertas de otros para escribir sobre mí. Quería ser fiel a mi experiencia, a mis recuerdos.

Finalmente, decidí dar el paso. Encontré a alguien que me ayudó a contar mi historia, a poner mis pensamientos y recuerdos en palabras, y escribí un libro. [Fue publicado en octubre]. No fue fácil, nunca había escrito algo así. Pero juntos trabajamos, y poco a poco, la historia comenzó a tomar forma. Ahora, 60 años después de aquel fatídico día en Dallas, estoy listo para compartir mi verdad.

Tras aquella experiencia, intenté distintas actividades para mantenerme ocupado y distraer la mente. Trabajé en el sector inmobiliario, en televisión y en otras áreas, pero seguía peleándome con lo ocurrido. Con el tiempo, las imágenes y los recuerdos traumáticos empezaron a desvanecerse. Siempre preferí mantener un perfil bajo, no quería convertirme en una figura pública.

Recuerdo que la señora Kennedy era una persona muy amable y cordial con nosotros, los agentes. Aunque nuestra relación era formal, siempre nos trataba con respeto y amabilidad. Recuerdo que tenía un sentido del humor sutil, perceptible si uno estaba lo suficientemente cerca. Tanto ella como el presidente eran personas agradables y energéticas, lo que hacía nuestro trabajo más llevadero. Era una pareja joven y dinámica, y era un placer estar en su compañía.

Imagen del féretro de JFK durante los actos fúnebres en la Casa Blanca en Washington Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy

Mi mayor esperanza ahora es que la gente crea en mi relato y, considerando esta nueva evidencia, se reexamine el informe de la Comisión Warren. Me gustaría que se desclasificara la información que el Gobierno aún no ha liberado. Es hora de que la verdad salga a la luz y, en la medida de lo posible, lleguemos a una resolución. Aunque es probable que nunca tengamos todas las respuestas sobre lo ocurrido, es fundamental buscar la verdad y llegar a algún tipo de conclusión real.

A lo largo de los años, tras conocer la evidencia y reflexionar sobre lo que vi, he llegado a la conclusión de que Oswald sí actuó solo. Dejo a los expertos y a otros la tarea de interpretar los hechos. Aunque entiendo que hay muchas teorías de conspiración, y reconozco que hay muchas preguntas sin respuesta, mi relato se centra en mi experiencia directa. Todas esas teorías, aunque comprendo algunas de ellas, se basan en supuestos que necesitan más evidencias para ser probados».

Aunque Landis cree que Oswald actuó solo, el que hubiera otra bala intacta en el coche pone en duda las conclusiones oficiales

[Paul Landis ha publicado el libro 'El último testigo: una agente del Servicio Secreto de Kennedy rompe su silencio después de sesenta años', Chicago Review Press, octubre de 2023. Cinco días después del asesinato de Kennedy, el nuevo presidente, Lyndon B. Johnson, estableció una comisión para investigarlo. Durante 10 meses, la Comisión Warren trabajó en secreto y su informe final de 888 páginas concluyó que Oswald fue el único tirador, actuando solo desde una ventana en el sexto piso del Depósito de Libros Escolares de Texas. Según esa versión dos balas alcanzaron a Kennedy, la segunda, mortal, en la cabeza. Según el informe, una bala causó múltiples heridas tanto a Kennedy como al gobernador Connally. Esta bala habría entrado por la espalda de Kennedy, salido por su garganta, luego herido a Connally en la espalda, el pecho, la muñeca y la cadera. Esta teoría de la llamada 'bala mágica', por su supuesta trayectoria en zigzag, surgió porque el proyectil fue hallado en la camilla en la que estaba Connally en el hospital Parkland Memorial.

Aunque Landis cree que Oswald actuó solo, el hecho de que hubiera otra bala intacta en el coche, que él la colocara en una camilla y nadie supiera su origen, pone en duda las conclusiones oficiales. Si la llamada 'bala mágica' se detuvo en la espalda del presidente Kennedy, significa que la tesis central del informe Warren está equivocada porque si otra bala alcanzó a Connally, puede ser que no fuera de Oswald, pues este no podría haber recargado tan rápido.]

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