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Trump amenaza a Irán con la destrucción total pero asegura que no quiere guerras

Washington ha enviado portaaviones y bombarderos al golfo Pérsico y ha evacuado la embajada en Irak mientras el presidente y sus aliados han asegurado que no tienen planes de inmiscuirse en un nuevo conflicto bélico

Imagen que muestra el buque de asalto Kearsarge y el destructor con misiles teledirigidos Bainbridge mientras navegan junto al portaaviones de clase Nimitz Abraham Lincoln, que se encuentra en la religión tras la escalada de tensión entre Estados Unidos e Irán, el pasado viernes en el Mar Arábigo EFE
David Alandete

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Intentando mantener un complejo equilibrio, Donald Trump ha asegurado a Irán que no busca iniciar una guerra con él mientras le advierte de su completa destrucción si retoma su programa nuclear. En las pasadas semanas, este tipo de contradicciones han sido la tónica en la política de la Casa Blanca hacia Irán: Washington ha enviado portaaviones y bombarderos al golfo Pérsico y ha evacuado la embajada en Irak mientras el presidente y sus aliados han asegurado que no tienen planes de inmiscuirse en un nuevo conflicto bélico.

« No quiero guerras . Pero hay situaciones como la de Irán en la que uno no puede permitirles que consigan armas nucleares, es algo que simplemente no podemos permitir», dijo el presidente el domingo en una entrevista en el canal televisivo Fox News. Antes, en la red social Twitter, el presidente había dicho: «Si Irán quiere una guerra, se enfrenta al final oficial de Irán. ¡No amenacéis de nuevo a EE.UU.». Preguntado por un periodista sobre si el movimiento de navíos y aviones es indicador de un rearme, Trump respondió que «no» la semana pasada.

El 16 de mayo, el régimen iraní rompió formalmente varios puntos del acuerdo nuclear alcanzado en 2015 con las principales potencias mundiales y comenzó a almacenar uranio enriquecido en un 3,67%. Ayer, las agencias de información iraníes informaron de que la república islámica ya ha cuadruplicado sus reservas de uranio, un material que se emplea en centrales nucleares pero que, enriquecido en un 90%, puede ser empleado como armamento para cabezas de misiles.

Trump extrajo a EE.UU. del pacto nuclear en 2018 y hace dos semanas la república islámica anunció que dejará de cumplir diversos apartados en protesta por la reanudación de sanciones. Súbitamente, las fuerzas armadas norteamericanas en el Golfo aumentaron el nivel de alerta y, sin dar demasiados detalles, la Casa Blanca ha advertido de un inminente ataque contra sus intereses en la zona. El domingo, un misil cayó cerca de la embajada de EE.UU. en la capital de Irak, Bagdad, sin provocar muertes.

Como en otras crisis, como la venezolana, la Casa Blanca se halla dividida respecto a Irán. A un lado están quienes defienden una política más agresiva, como el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, y po otro se hallan quienes recomiendan moderación y advierten en contra de llevar a EE.UU. a otro conflicto tras las largas y costosas guerras de Afganistán e Irak.

La república islámica ha respondido a Trump poniendo en evidencia las contradicciones que emanan de su Casa Blanca. El ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, se suele referir al grupo de halcones como «el equipo B» o «el grupo del mostacho», en referencia al consejero Bolton. «Estas rabietas genocidas no van a acabar con Irán», dijo ayer el ministro en Twitter.

El régimen iraní ha advertido de que puede pasar pronto a enriquecer uranio al 20%, un proceso complejo que le coloca a las puertas de dotarse de armamento nuclear, algo contra lo que le han advertido tanto Israel como EE.UU. Según ha dicho Trump en varias ocasiones, todavía confía en poder lograr otro acuerdo con Irán que ponga también coto a su programa de misiles, algo que la república islámica rechaza.

Las tensiones entre EE.UU. e Irán vienen de largo, y a cada crisis la república islámica recuerda el papel de la CIA en un golpe de estado en 1953 en el que cayó el primer ministro Mohammad Mosaddeq. Más de dos décadas después, durante la revolución islámica, una turba saqueó la embajada norteamericana en Teherán y mantuvo dentro de ella a 66 rehenes durante 444 días. Sólo fueron liberados después de que Ronald Reagan ganara las elecciones y tomara posesión de su cargo, después de dos intentos de rescate fallido durante los últimos días de gobierno de Jimmy Carter.

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