Micheletti decreta la «normalidad»

Micheletti decreta la «normalidad»

Tras el órdago lanzado sobre la mesa por Manuel Zelaya -con las cartas de Brasil, Venezuela y los organismos supranacionales en la manga- al presentarse en Tegucigalpa, la comunidad internacional intensifica la presión sobre el Gobierno interino de Honduras. Así, la UE hará regresar al ... país a sus embajadores, en apoyo al presidente depuesto; los diplomáticos habían abandonado Honduras como muestra de rechazo a la expulsión de Zelaya, por un comando militar, y al Ejecutivo «de facto» nombrado después por el Congreso. También la Organización de Estados Americanos (OEA) hará llegar una misión mediadora en la que podría participar el secretario de Estado español para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia.

Por su parte, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmaba ayer ante la Asamblea General de la ONU que «hoy la firme defensa de la democracia tiene ante todo un nombre: Honduras. Allí, nuestros hermanos de América Latina, con el decidido apoyo de España y la comunidad internacional, van a ganar este desafío. No vamos a aceptar ningún golpe antidemocrático».

Ante la avalancha que se le viene encima, el presidente transitorio, Roberto Micheletti, trata de mostrar una imagen de paz y tranquilidad. A primera hora de la mañana levantaba el toque de queda que tuvo paralizado al país desde el lunes. Y, por la tarde, el mandatario se reunía con los cuatro principales candidatos -los otros dos aspirantes se mantienen al lado de Zelaya- en las elecciones presidenciales del 29 de noviembre, para acordar una estrategia común.

Y mientras las calles de la capital recuperaban la calma tras los saqueos y disturbios de jornadas precedentes, las manifestaciones continuaban en la ciudad. Ayer era el turno de los partidarios de Micheletti, que se congregaron frente a la sede de la ONU para rechazar las presiones exteriores y defender que este es un problema interno que deben resolver los hondureños.

Allí, Nora Martínez decía que «no queremos ser gobernados ni por Chávez, ni por Lula, ni por España». Y le pedía al ministro español de Exteriores que «no envíe ahora a su embajador. Cuando nos hacía falta, al comienzo de la crisis, Moratinos lo retiró. Ahora no lo necesitamos». En el paroxismo habitual por estos pagos, otra mujer aseguraba que «Dios está de nuestro lado. Estoy por pensar que Dios nació en Honduras».

Al tiempo, los zelayistas tomaban las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma. Gladys, una joven de camisa roja, echaba pestes contra la policía -los enfrentamientos de días pasados dejaron, al menos, un muerto- y advertía: «Nosotros también tenemos armas»...

Incidentes limitados

Quien vea las imágenes de televisión puede pensar que Honduras arde por los cuatro costados. No es así. Los incidentes se circunscriben a Tegucigalpa y, en menor medida, a San Pedro Sula, capital económica del país. Pero un recorrido de 800 kilómetros desde la frontera guatemalteca muestra que la población vive al margen de la política y se centra en resolver sus problemas diarios, que no son pocos.

De Ocotepeque a Tegucigalpa, ni una pintada, ni una manifestación, ni un incidente... da muestras de la lucha por el poder que vive el país. Sólo el verde bosque tropical, ríos, lagos, volcanes, caballos, vacas, gallinas, pavos y plantaciones de caña, café, frijol y banano. Y una docena de controles policiales y militares; rigurosos (unos más que otros), aunque educados y razonablemente amables.

Sólo a las puertas de San Pedro Sula una multitud desafiaba el miércoles el toque de queda, pero no era una marcha de protesta o de apoyo. Se había muerto Don Linos. Debía de ser un hombre muy querido, pues toda la ciudad acudió a su entierro.

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