Irán asegura que su nueva planta nuclear no es «secreta» y abre sus puertas a los inspectores
Las grandes potencias acusan e Irán lo niega todo. El mismo juego de los últimos cinco años ha vuelto a repetirse con la noticia de la nueva central de producción de combustible nuclear de la república islámica. Una central “secreta”, para Occidente, pero no tan ... secreta para Teherán que informó por carta de su existencia al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) el pasado lunes. Ali Akbar Salehi, responsable de la Agencia Nuclear de Irán, la definió como una “planta semi industrial” y adelantó que los inspectores internacionales tienen las puertas abiertas para visitarla.
Según el diario The New York Times, los iraníes sólo informaron al OIEA cuando se dieron cuenta de que la inteligencia americana había detectado esta nueva instalación. Situada a 160 kilómetros al sur de Teherán, cerca de la sagrada Qom, Irán enriquecerá aquí uranio para fabricar combustible nuclear. Hasta el momento sólo realizaba este proceso en la planta de Natanz, lugar al que los inspectores internacionales tienen acceso regular y en el que en informe reciente aseguraron que Irán ha reducido de 5.000 a 4.500 el número de centrifugadoras activas, “la primera reducción en años”, según el organismo que declinó hacer una interpretación de este hecho.
Siguiendo la misma estrategia de George Bush en 2002 con la presentación en público de las centrales de Natanz y Arak, Barack Obama, Nicolas Sarkozy y Gordon Brown elevaron en Pittsburgh su condena hacia el régimen de los ayatolás por la construcción de esta instalación “secreta” con capacidad para tres mil centrifugadoras que aun no están en marcha. Nada más conocerse la noticia Mahmoud Ahmadineyad, que sigue en Estados Unidos tras su intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas, declaró a la revista Time que “Obama debe medir sus palabras porque al final se demostrará que todo es falso”, en referencia a las acusaciones sobre los planes secretos de Irán para desarrollar armamento nuclear.
Pese a que los sucesivos informes de las agencias de inteligencia y del OIEA no encuentran pruebas tangibles de que la carrera nuclear de la república islámica tenga fines bélicos, el grado de desconfianza en la comunidad internacional no se ha reducido.
Nuevas sanciones
Hasta el momento, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha impuesto tres rondas de sanciones a Teherán por negarse a detener el enriquecimiento de uranio y la cuarta ronda puede entrar en vigor las próximas semanas ya que Irán ya ha adelantado que no piensa renunciar a lo que considera como un derecho. Pero las circunstancias internas en la república islámica no son las mismas que en 2005 y el gobierno debe soportar la presión externa y la fuerte presión interna surgida tras las elecciones del pasado mes de mayo.
Las nuevas medidas punitivas internacionales podrían apuntar al combustible, paradójicamente el punto más débil del cuarto productor de crudo del mundo. Mientras Irán avanza en su pulso nuclear y armamentístico, sigue son disponer de refinerías para su crudo, lo que unido a que el que importa lo vende a un precio subvencionado –de diez hasta cuarenta céntimos de euros por litro-, supone toda una sangría para las arcas públicas. Ahmadineyad se ha planteado varias veces acabar con esta subvención para intentar sanear la economía, pero esto terminaría por encender aun más los ánimos de una población civil que es la que más sufre el peso de las sanciones.
En la cita de la próxima semana todos miran a Rusia con la esperanza de que Moscú baje su nivel de apoyo a Teherán y permita la aplicación de un castigo más duro. Para ello se pondrán sobre la mesa argumentos como el de la nueva central “secreta”, pero quizás pesen más otros gestos como el de aparcar el plan del escudo antimisiles en Europa.
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