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La hermana de Mick, uno de los niños atrapados en la cueva: «Le abrazaré muy fuerte en cuanto lo vea»

«Ya había ido otras veces a la cueva, pero ese día solo le dijo a mi tía que iba a entrenar», recuerda la muchacha, de 17 años

Juthamart Saengdee, durante su entrevista con ABC PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Angustia y esperanza. Con estos sentimientos luchando en su interior, ayer acudía a clase Juthamart Saengdee , hermana de uno de los muchachos que se perdió hace más dos semanas en la cueva de Tham Luang . Más conocido por su apodo, «Mick», que por su nombre, Panumas, este chico de 13 años es un apasionado del fútbol. Como defensa, juega en el equipo de «Moo Pa» («Jabalíes») , que el 23 de junio, después de un entrenamiento, se quedó atrapado entre estas grutas del norte de Tailandia. «Desde entonces, he llorado mucho porque me llevo muy bien con él», contaba ayer a ABC en el colegio Prasitsart de Mae Sai, donde estudian seis de los doce niños que se tragó la caverna.

«Ya había ido otras veces a la cueva, pero ese día solo le dijo a mi tía que iba a entrenar», recuerda la muchacha, de 17 años. Convencida de que «va a salir pronto de la cueva», asegura que «lo primero que voy a hacer es abrazar fuerte a mi hermano en cuanto lo vea, ya que le hemos echado mucho de menos ». De carácter tranquilo y reservado, Juthamart lo define como «un estudiante medio al que le gustan las ciencias» y recuerda que no era la primera vez que entraba en la cueva de Tham Luang, uno de los reclamos turísticos de Mae Sai.

Desde que «Mick» y el resto de sus compañeros no volvieron a casa aquella fatídica noche, ha estallado en mil pedazos la rutina de esta apacible ciudad fronteriza con Birmania. Retransmitido en directo por cientos de periodistas venidos de todos los países, este angustioso drama ha calado a escala global por la corta edad de sus protagonistas , que solo tienen entre 11 y 16 años, y su arriesgado rescate de película a través de grutas estrechísimas, algunas de ellas inundadas.

Himno y plegarias

Ataviados con sus uniformes impolutos, los 3.000 alumnos de la escuela Prasitsart rezan por su rescate cada mañana, después del himno nacional y antes de entrar a clase. Tapándose vergonzosos su encantadora sonrisa tailandesa con la palma de la mano, corretean y juegan en las aula s de este enorme colegio público .

«Estoy muy contenta por el rescate, pero antes hemos pasado unos días muy preocupados », señala Sudlux Naphikul , profesora de Ciencias de uno de los alumnos, «Pong», de 13 años. Confiando en que todos puedan reincorporarse pronto a clase, promete «darles tiempo para ponerse al día con sus compañeros».

Pensando en ese momento, otro amigo de la pandilla, Waranchit Kankaeo , está ansioso por que «Mick» y los otros vuelvan «para jugar al fútbol». Aunque confiesa que ha entrado otras veces en la cueva tristemente célebre, asegura que, después de lo que ha pasado, no volverá a hacerlo «nunca jamás».

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