Guerra en el ciberespacio
La alarma del espionaje informático volvió a saltar ayer: un ordenador de la OTAN fue controlado durante medio día por una red de espionaje de piratas informáticos chinos. Así lo desveló el Centro Munk para Estudios Internacionales de la Universidad de Toronto, que señaló que ... en menos de dos años los «hackers» se han infiltrado en 1.295 ordenadores de 103 países del mundo.
Aunque las pesquisas no han podido determinar si estos ciberespías están a sueldo del Gobierno chino, el 30 por ciento de las computadoras atacadas pertenecían a objetivos sensibles como ministerios de Asuntos Exteriores, embajadas, instituciones internacionales, medios de comunicación y ONG.
Esta red de ciberespionaje, la mayor descubierta hasta la fecha, se denomina «GhostNet» (Red fantasma), y se ha infiltrado en sistemas informáticos oficiales de Taiwán, Alemania, Corea del Sur, la India, Filipinas, Indonesia, Tailandia, Pakistán e Irán.
La investigación comenzó a raíz de un ataque sufrido por los ordenadores del Gobierno tibetano en el exilio. Los expertos no han detectado penetraciones en los sistemas informáticos del Gobierno de Estados Unidos.
Esta red de espionaje china desactivada es otro episodio de una de las crecientes preocupaciones que existen en el cuartel general de la OTAN en Bruselas: ¿Cómo hacer frente a la guerra cibernética? (una cuestión que será debatida en la próxima cumbre de Estrasburgo-Kehl y que podría ser esbozada en el nuevo concepto estratégico de la Alianza Atlántica).
Múltiples objetivos
Y es que la guerra cibernética global podría estar ya a la vuelta de la esquina. Por ejemplo, los servicios secretos rusos llevan años perfeccionando la forma de atacar páginas web, penetrar o paralizar el sistema informático de instituciones, perturbar las telecomunicaciones, interceptar ficheros y correos electrónicos o bloquear servicios públicos vitales como los suministros de energía y agua.
Londres sitúa en Rusia y China la mayor parte de los ataques cibernéticos que sufre su país. Para afrontar la amenaza, está ya a punto el centro de ciberdefensa de Tallin, capital de Estonia.
La idea de poner en funcionamiento tal proyecto partió de Estonia, a raíz del acoso al que fue sometida por parte de Rusia hace dos años cuando el Gobierno estonio ordenó el traslado del llamado «Soldado de Bronce», un monumento erigido en honor a los caídos del Ejército Rojo en la II Guerra Mundial. Una medida que desató una ola de protestas atizadas por la minoría rusa -la cuarta parte de la población- Desde Moscú se interrumpió el suministro de petróleo y se lanzó contra los organismos oficiales de Estonia la mayor operación de sabotaje cibernético conocida.
Estonia, uno de los países del mundo más informatizados y el primero que organizó unas elecciones con posibilidad de votar a través de internet, vio así bloqueados durante semanas los portales del Gobierno, la Presidencia, casi todos los ministerios, Hacienda y algunos de los principales bancos y empresas. Mijaíl Tammet, responsable de la seguridad informática de Estonia, equipararó lo sucedido con un «atentado terrorista».
Lo peor de toda la historia es que puede que parte de los esfuerzos desplegados en el centro de ciberdefensa de Tallin sean vanos. Hermann Simm, ex máximo responsable del departamento de Seguridad Nacional estonio, continuó teniendo acceso a información clasificada hasta hace unos meses. En febrero, Simm fue condenado a 12 años y medio de cárcel por haber espiado a favor de Rusia, a cuyos agentes proporcionó informes de la OTAN.
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