Francia y Rusia hacen oficial su veto a una resolución contra Irak
Chirac asistió ayer a un acto en Los Inválidos momentos antes de ser entrevistado en la televisión francesa sobre la crisis en Irak. Ap
Rusia habló ayer con más claridad que nunca a través de su ministro de Asuntos Exteriores respeto al ultimátum que Estados Unidos, Reino Unido y España quieren que se vote como resolución en el Consejo de Seguridad: su respuesta, como la de Francia, será «no». ... El veto puso todavía las cosas más difíciles al presidente estadounidense, George W. Bush, que ayer se dedicó a tratar ganar apoyos para una causa que considera cargada de razones morales para desarmar a Sadam Husein por la fuerza.
Igor Ivanov manifestó ayer sin reticencias el rechazo de Moscú a una posible ataque contra Irak que a su juicio «degenerará en una carnicería». El aviso de Rusia dejó de lado las especulaciones que todavía circulaban en las Naciones Unidas sobre su posible postura final ante una votación que puede que se celebre a fines de esta semana, puesto que hoy y mañana, a petición de los países no alineados, volverá a celebrarse una sesión abierta para que decenas de miembros de la ONU no representados en el Consejo den su opinión sobre el contencioso iraquí. Ayer se celebró una sesión a puerta cerrada de la que salió un poco más de confusión que la tropa de periodistas que hacía guardia junto al tapiz del «Guernica» picassiano trató de traducir: Hans Blix, el jefe de los inspectores, dijo que estaba en condiciones de presentar la semana que viene una lista de cuestiones pendientes a las que Irak debe responder. Blix trató ayer de zafarse de las insinuaciones de Estados Unidos y dijo que estaba pendiente de análisis si esos aviones teledirigidos tenían un radio superior a los 150 kilómetros autorizados.
Washington quiere asegurarse antes que cuenta con los votos suficientes (nueve) que le darían la mayoría, pero no parecía ayer muy dispuesto a seguir a los británicos en la idea de dar por lo menos 15 días más para convencer a los indecisos. La resolución está ya de antemano condenada al fracaso tras el anunciado doble veto, de Moscú y París, que cuentan además con el apoyo de Alemania, China y Siria en su rechazo al proyecto de resolución planteado por Washington, Londres y Madrid por considerar que da «carta blanca» a una invasión. Según fuentes diplomáticas europeas, el Gobierno británico cuenta con un informe jurídico que asegura que de producirse un ataque ilegal sus promotores podrían ser llevados ante el Tribunal Penal Internacional.
Ivanov insistió en prestar más apoyo a los inspectores de armas después de que «demostraron e informaron públicamente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de que son capaces de cumplir su tarea de desarmar Irak, tal y como exigen las resoluciones ya adoptadas». Ivanov no sólo ironizó sobre quienes hablan de «exportar la democracia», y en una insólita autocrítica hacia el pasado soviétido dijo: «En tiempos de la Unión Soviética tratamos de implantar regímenes leales (a Moscú), pero todo el mundo sabe en que terminó aquello». Si alguien pensaba que la ONU habían alcanzado ya un grado de tensión difícil de soportar, esta semana puede acabar con los nervios del más templado y la noche de ayer, con los reporteros corriendo por los pasillos era prueba del grado creciente de ansiedad.
El presidente de turno del Consejo, Mamady Traoré, se pasó el fin de semana tratando de encontrar una postura común entre su país, Guinea Conakry, y los otros del grupo llamado de los indecisos, sometidos a tales presiones [la figura retórica de «retorcer los brazos» puede ser casi más que una metáfora] que para el prestigioso Instituto de Estudios Políticos, con sede en Washington, supone el intento de creación no de una «coalición de voluntarios», como asegura la Casa Blanca, sino «coalición de forzados». Si en el caso de Turquía la decisión se hizo poniendo dinero sobre la mesa (aunque el Parlamento rechazó en primera instancia el permiso para desplegar tropas estadounidenses en su territorio, que esta semana puede volver a votar), en el caso de los miembros no permanentes y más pobres del Consejo de Seguridad el peso económico, político y militar de la única superpotencia parece difícil de sortear más allá de cierto grado.
Buscar el consenso
Angola, Camerún, México, Chile y la propia Guinea tratan de eludir por todos medios que la decisión de justificar el uso de la fuerza o de seguir apoyando a los inspectores sea fruto de un consenso entre los grandes, y no enfrentarse a las represalias de Estados Unidos si votan en contra.
Angola dijo ayer que todavía cabía hacer modificaciones en la resolución antes de pensar en votar sí o no. Pakistán hizo hincapié en su rechazo a la guerra, y Chile insistió en establecer una serie de requisitos que Bagdad debe cumplir. El debate radica ahora en ese tiempo extra que pospondría el ultimátum del 17 de marzo.
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