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El comunismo chino: de la cueva al palacio

Forjado en la base revolucionaria de Yan´an, donde Mao tomó el poder, el Partido Comunista celebra su Congreso entregado al capitalismo más lujoso

Entre 1938 y 1943, Mao Zedong vivió en esta cueva de Yangjialing, a las afueras de la ciudad de Yan´an, donde los guerrilleros comunistas tenían su base en la provincia de Shaanxi PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Bajo lámparas de araña en descomunales salones de mármol, estos días se celebra el XIX Congreso del Partido Comunista en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín . Por este majestuoso edificio de estilo soviético, levantado en plena plaza de Tiananmen junto a la entrada a la Ciudad Prohibida y el mausoleo de Mao, pululan casi 2.300 delegados, ataviados con elegantes americanas oscuras, uniformes militares y trajes tradicionales de sus minorías étnicas. Con la confianza que les da su auge económico, deciden el futuro de la segunda potencia mundial y de la mayor organización política del planeta, que cuenta con casi 90 millones de miembros. Más que un partido político, parece una corporación que controla con sus empresas públicas ese gigante llamado «China, Sociedad Anónima». Aunque el régimen de Pekín se sigue definiendo como comunista, en realidad practica el capitalismo más salvaje y, además, de Estado.

No siempre fue así. A más de 1.500 kilómetros al oeste en la provincia minera de Shaanxi, la ciudad de Yan´an recuerda los humildes orígenes del Partido Comunista chino . Huyendo del acoso de las tropas gubernamentales del Kuomintang (KMT), aquí se instaló en 1935 la guerrilla comunista tras recorrer durante un año 9.000 kilómetros desde su base sureña de Jiangxi. Aunque esta odisea solo la terminaron 8.000 de los 90.000 hombres que la empezaron, ya que el resto murió por las penalidades del camino o en combates con el KMT, cimentó el liderazgo de Mao al frente de la revolución.

Durante más de una década, Yan´an fue el cuartel general de la guerrilla y Mao y sus lugartenientes , como Zhou Enlai, Liu Shaoqi y Zhu De, siguieron la tradición local de vivir en las cuevas de las montañas. Horadadas en la roca, dichas cuevas se pueden visitar en el pueblo de Yangjialing, donde se reproducen los rudimentarios muebles y la dura cama de Mao. Como ejemplo de su frugalidad, que luego olvidó cuando vivió en Pekín como un nuevo emperador, destaca el huerto que el «Gran Timonel» cultivaba para alimentarse.

En el VII Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en la base guerrillera de Yan´an en 1945, Mao Zedong tomó el poder PABLO M. DÍEZ

A unos metros de allí se levanta el sencillo auditorio donde, en junio de 1945, se celebró el VII Congreso del Partido Comunista, que confirmó el poder de Mao al nombrarle presidente del Comité Central. Con los retratos de Marx, Engels, Lenin y Stalin presidiendo el estrado para las autoridades, ante el que se sitúa la tribuna de oradores, esta pequeña sala poblada por bancos de madera tiene capacidad para albergar a unas 200 personas como mucho. Nada que ver con el monumental auditorio del Gran Palacio del Pueblo donde hoy tiene lugar el XIX Congreso, que cuenta con un aforo para 10.000 personas en sus tres plantas, coronadas por una estrella roja en el techo.

Como metáfora del país, ambos edificios reflejan la evolución del comunismo chino. «Aunque ahora vivimos mejor, no olvidamos lo que hizo Mao. Pero el mundo cambia y nosotros también. Hemos dado un gran paso adelante y disfrutamos del socialismo con características chinas», resume con pragmatismo Li Shengping, un maestro jubilado de 66 años que visita el Museo de la Revolución en Yan´an. A sus puertas, unos moteros con chupas de cuero a lomos de sus Harley-Davidsons, una de las estampas más americanas que puedan imaginarse, demuestran lo mucho que ha cambiado China y su capacidad para fusionar comunismo y capitalismo.

En el interior del museo, el sacrificio patriótico de los guerrilleros le recuerda al profesor Li a la generación de su padre, quien se unió a la revolución en 1947 y conoció a Mao. «A pesar de ello, yo fui enviado a trabajar al campo, a la provincia de Gansú, durante la ˝Revolución Cultural˝ (1966-76)», cuenta mirando de un lado para otro por si alguien le escucha. Una prueba espontánea de que, por mucho que China se haya abierto en lo económico y social, todavía hay miedo a hablar de política.

Un lugar de educación patriótica

Más locuaz se muestra el alcalde de Yan´an, Xue Zhanhai, quien destaca que esta ciudad de 2,3 millones de habitantes «es un lugar de educación patriótica y revolucionaria». Entre funcionarios del Gobierno, cuadros del Partido y estudiantes, 330.000 personas visitaron en 2016 los lugares revolucionarios de Yan´an, donde se celebran cursos y seminarios de adoctrinamiento.

A ellos hay que sumar las 40 millones de visitas que recibió la zona, que generaron 22.800 millones de yuanes (2.922 millones de euros). Este «turismo rojo» ya aporta el 4% de la economía local , que se va diversificando pero sigue dependiendo de sus yacimientos de carbón, petróleo y gas natural, así como de su industria frutera y agrícola. «Cumpliendo las directrices del camarada Xi Jinping, el objetivo es mejorar la vida de los campesinos», entona el alcalde el discurso oficial con la ya habitual referencia al presidente del país. Exacerbado con Xi, este culto a la personalidad es seguramente lo único que no ha variado con respecto a la época de Mao.

Bajo una estatua del «Gran Timonel», la situación la resume perfectamente Yang Lei, un campesino de 58 años que ha venido con 40 vecinos de su pueblo para visitar la cuna de la revolución. «Ahora vivimos mejor porque hay más desarrollo económico, ya que tenemos otra forma de comunismo», sentencia refiriéndose a lo que solo puede llamarse de una manera: capitalismo.

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