China difunde por primera vez imágenes del atentado islamista en Tiananmen
Pekín lanza una campaña de propaganda junto a la detención de cientos de personas en Xinjiang, región con fuertes tensiones separatistas
pablo m. díez
Junto a la represión en Xinjiang tras los últimos atentados islamistas contra estaciones de trenes, China emprende la guerra de la propaganda. Ocho meses después que un todoterreno embistiera a la multitud en la plaza de Tiananmen , causando cinco muertos y 40 heridos ... en el corazón político de Pekín, la televisión estatal china (CCTV) ha emitido un programa con las primeras imágenes del ataque.
En ellas se puede ver al vehículo invadiendo la acera de la avenida Chang An, que desemboca en Tiananmen, y avanzando rápidamente mientras arrolla a los turistas que suelen concentrarse en dicha zona. Por una de las ventanillas del todoterreno, de color blanco, asoma una bandera negra que parece mostrar unas letras en árabe.
Tras chocar contra las pasarelas que conducen a la entrada a la Ciudad Prohibida, justo bajo el retrato de Mao, el coche arde pasto de las llamas. A bordo del mismo iban su conductor, identificado como Usmen Hasan, su esposa y su madre, todos de la etnia uigur autóctona de Xinjiang, una región al oeste de China que sufre fuertes tensiones separatistas. Además de los ocupantes del automóvil, en el atentado fallecieron una turista filipina y un hombre de la provincia de Cantón (Guangdong), mientras que unas 40 personas resultaron heridas.
Según la Policía, que acordonó la zona para limpiarla rápidamente, en el todotorreno había un par de cuchillos y barras de acero, así como otra bandera de la «yihad» y gasolina para provocar un incendio tras estamparse contra una de las pasarelas de acceso a la puerta de la Ciudad Prohibida.
Tanto los suicidas como los detenidos por dicho atentado, tres de los cuales fueron condenados a muerte a mediados de este mes, procedían de la ciudad uigur de Lukqun, donde 27 personas fallecieron en junio del año pasado en sendos ataques contra una comisaría de Policía y un edificio del Gobierno.
Además de estas imágenes, la CCTV ha difundido otras en las que se ve a un uigur asestando un golpe con un machete a un chino de la etnia «han», la mayoritaria en el país, y una de un incendio en una comisaría de Policía.
Vínculos con Al Qaida
El autoritario régimen de Pekín culpa de estos atentados al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, que reclama la independencia de Xinjiang. Incluido tras el 11-S en la lista de organizaciones terroristas de la ONU y Estados Unidos, China asegura que mantiene vínculos con Al Qaida para propagar el islamismo radical a través de internet.
A 4.000 kilómetros al oeste de Pekín, Xinjiang es una vasta región estratégica para China por sus ricas reservas de petróleo, gas natural y minerales y sus fronteras con Rusia, Mongolia, Pakistán, Afganistán, India y varias repúblicas exsoviéticas de Asia Central. Desde los años 30 del siglo pasado, los uigures, una etnia que profesa el islam y habla una lengua parecida al turco, aspiran a lograr la independencia para formar el Turkestán Oriental.
Unas ansias secesionistas que han sido cortadas «manu militari» por el régimen de Pekín, que ha colonizado con chinos de la etnia «han» esta región que triplica en tamaño a España. Destinados en masa durante los duros años de la «Revolución Cultural» para construir carreteras y ferrocarriles, los «han» ya suponen el 41 por ciento de los 20 millones de habitantes de Xinjiang, donde los uigures representan el 45 por ciento y otras minorías étnicas, como kazajos, tayikos, kirguises y uzbecos, se reparten el resto.
Tras sufrir décadas de represión y desigualdades sociales, ya que los «han» controlan el Ejército y los negocios mientras la mayoría de los uigures son pobres campesinos, Xinjiang asiste periódicamente a brutales estallidos de violencia.
En julio de 2009, unas 200 personas murieron en su capital, Urumqi, durante los peores disturbios de las últimas décadas. Desde entonces, la represión no ha hecho sino aumentar y desatar nuevos choques y atentados, como los salvajes ataques a machetazos contra estaciones de trenes de los últimos meses. Durante el último año, unas 200 personas han perecido en dichos ataques, lo que ha llevado a Pekín a lanzar una agresiva campaña con cientos de detenciones y docenas de ejecuciones.
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