«El asesinato de Kennedy pudo organizarse en cuatro días»

Se cumplen cincuenta años del magnicidio de Dallas. Un libro se acerca a la figura del presidente a través de sus discursos

«El asesinato de Kennedy pudo organizarse en cuatro días» ernesto agudo

guillermo d. olmo

Se cumplen cincuenta años del asesinato de John Fitzgerald Kennedy . Salvador Rus, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad de León, se ha acercado a la figura del mítico presidente estadounidense a través de sus ... discursos. Ha recopilado y comentado los más importantes en un libro que ve la luz coincidiendo con la efeméride. Las palabras de JFK arrojan luz sobre su figura, pero no despejan las dudas en torno a su desaparición.

-¿Qué queda de la retórica de John Kennedy?

Queda la que fue su gran intención, considerar que el oyente no es instrumento en manos del hablante, sino un colaborador necesario del hablante para llevar adelante sus proyectos. Por eso esa famosa frase que todos recordamos de su discurso de investidura: «No te preguntes lo que América puede hacer por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por América». El mensaje era el de quiero contar contigo para sacar adelante a esta nación y desde esta nación hacer un mundo mejor.

-¿Por qué desde el punto de vista de la imagen la figura de Kennedy fue tan revolucionaria? ¿por qué fue un líder tan carismático ?

Hay que diferenciar el carisma de la imagen. John Fitzgerald Kennedy es el primer presidente nacido en el siglo XX. La nueva generación, que se había batido el cobre y se había jugado la vida en el Pacífico y en Europa presentaba un nuevo líder, para hacer una nueva política que no estuviera anclada en un pasado que daba señales de agotamiento. Eso le hace ser un político carismático, que aspira a nuevas cotas y asume un nuevo reto, el de hacer una nueva política desde Estados Unidos para el mundo entero y no por y para los Estados Unidos. También es un hombre que cuida mucho su imagen. He visto cientos de fotografías de John Kennedy. En ninguna de ellas aparece con el nudo de la corbata mal hecho ni de tamaño desproporcionado al del cuello de la camisa. Es un pequeño detalle pero muy visual. También quiero reseñar cómo se dirige a la prensa. Se dirige desde un atril, con la mano en el bolsillo, le da el turno a quien tiene que preguntar, hace gestos sonríe... En definitiva, muestra su cara más amable. Lo más importante es que el atril no sirve para defenderse de la prensa, sino para dar una buena rueda de prensa. Jamás se ve una imagen con gafas de miopía o con unas muletas. Pensaba que esa no era la imagen que debía dar un presidente del siglo XX. Hay una última anécdota. Después de una tormentosa reunión con De Gaulle, la prensa parisina estaba de uñas para recibirle y él acude acompañado de su mujer, Jacqueline, y dice: «Aquí veis un chico de Boston que ha venido acompañando a Jacqueline a París». Con eso rompió el hielo y toda la tensión que había en el ambiente. Él sabía qué decir en cada momento y cómo decirlo.

-Todavía se discute mucho sobre la figura del presidente Kennedy. ¿Existía una coherencia entre sus palabras y su verdadera acción política?

Si nos fijamos en los dos últimos discursos del libro, ninguno de los cuales pudo pronunciar él, uno en Dallas y otro en Austin, repasa lo que ha prometido en 1960 en esas ciudades y dice lo que se ha conseguido. Y cuando no lo ha conseguido o dice que estamos en vías de conseguirlo o dice que no lo pudimos conseguir. Para él un discurso era como un contrato y, si no podía cumplir una promesa, entonces no la hacía. Da un discurso en la Asociación Ministerial de Houston, donde explica claramente su planteamiento sobre la separación tajante que defendía entre Iglesia y Estado, para ahuyentar ese miedo que daba por el hecho de ser el primer presidente católico. Quería ahuyentar la idea de que iba a ser muy sensible a lo que se dijera en el Vaticano, algo que a los americanos les podría preocupar. Y lo cumple.

-¿Y Vietnam? Muchos autores han puesto de manifiesto una contradicción entre sus intervenciones públicas sobre el conflicto y la que fue finalmente su gestión. Pese a su retórica pacifista, se zambulló de lleno en la guerra.

Bueno, quien se zambulló de lleno fue Johnson. Kennedy heredó el lío de Bahía de Cochinos y lo dejó seguir adelante, cuando podía haberlo cortado. En un discurso que da en la ONU, él habla de las dificultades que tiene lo que nosotros llamamos el lejano oriente y pide una solución, solución que no llega. La decisión de intervenir en Vietnam le corresponde a Johnson y, aunque puedo estar equivocado, supongo que se vería forzado por una inercia militar iniciada con Kennedy. Él intentó una solución pacífica, como en la crisis de los misiles, como en Berlín. Parece mentira pero el pueblo americano no es partidario de las guerras y plantea soluciones que sean diplomáticas, pero si no hay más remedio tienen que intervenir. Él en ese discurso en la ONU explica que no le están dejando salida. En la crisis de los misiles sí hubo salida, porque Kruschev fue sensible.

-Y ahora la pregunta del millón: ¿Quién mató a Kennedy?

Yo no lo sé. Sobre el asesinato de Kennedy se han publicado muchísimos libros y en los próximos años se podría publicar el definitivo, porque ya se han desclasificado todos los documentos. ¿Por qué seguimos preguntándonos quién mató a Kennedy y no quién mató a Lincoln? El de Lincoln es un caso que muy claro, cerrado. Se sabe lo que pasó con Lincoln. Con Kennedy ocurre que el primer informe deja todas las puertas abiertas y nadie se lo cree. Peor es no hacer un informe que hacer un informe de ese tipo, que se hizo aprisa y corriendo. La pregunta que hay que hacerse es «cui prodest» ¿A quién le beneficiaba ese informe? ¿Quién alienta un informe de ese tipo que sabe que va a ser muy polémico? Yo no tengo respuesta. Daré un dato simplemente por si sirve de algo. Texas es el primer estado que visita Kennedy en la gira para conseguir su reelección, que además tiene muchísimo peso. Dallas era la última ciudad que iba a visitar. Probablemente, había grupos de presión que no querían verlo cuatro años más en la Casa Blanca. ¿Qué podían hacer? Presentar un buen candidato. Cuando Kennedy va a Texas llega con unos índices de popularidad bajísimos, pero en los cuatro días que Kennedy está allí su popularidad sube. Y lo dejo ahí.

-Pero, ¿un magnicidio se organiza en cuatro días?

Sí, sí. Depende del nivel de la organización. Es relativamente sencillo en un momento dado. Otro detalle. Es asesinado en un sitio muy amplio, con no demasiada gente… Hay muchos datos que podemos hilvanar. Yo no sé quién mató a Kennedy, pero pensemos en cómo se gestó. Eso sí pudo hacerse en cuatro días. Un loco puede hacerlo en cualquier momento; una organización, dependiendo del nivel que tenga, puede hacerlo en cuatro días.

-¿Qué queda de Kennedy en la América que hoy gobierna el presidente Obama?

Queda el intento de hacer al ciudadano protagonista de su historia y de su destino y también queda la responsabilidad que siente el presidente actual por los asuntos internacionales. Lo que queda, en definitiva, es el deseo de construir un mundo mejor desde Estados Unidos.

-¿Qué fue más Kennedy, un líder o un mito?

El liderazgo lo construyó él con su trabajo como político, como estadista. El mito lo construyó su muerte. Como líder fue capaz de levantar un partido que estaba en decadencia y fue capaz de vencer tanto en el Congreso como en el Senado a los fuertes candidatos a los que se enfrentó.

«El asesinato de Kennedy pudo organizarse en cuatro días»

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