Las minorías, contra Erdogán
Las calles del barrio de Gazi, bastión de algunos grupos armados, arden entre protestas de alevíes y kurdos
daniel iriarte
«Aquí la Policía solo patrulla si es en blindados», nos dice C., un joven que ha accedido a enseñarnos el barrio de Gazi, en las afueras de Estambul. Su presencia es necesaria, pues en esta zona de mayoría kurda y aleví no les ... gustan los extraños , siempre bajo sospecha de ser informadores de la Policía. En el barrio tienen una fuerte presencia varias de las organizaciones armadas de Turquía: los marxistas radicales del MLKP, la guerrilla kurda del PKK y especialmente el DHKP/C, la organización responsable del atentado suicida contra la embajada estadounidense en Ankara del pasado febrero.
Es a estos grupos a los que se refiere el primer ministro Recep Tayyip Erdogan cuando afirma que la plaza de Taksim está tomada por «terroristas» . Sin duda, el mandatario turco pretende criminalizar el movimiento de protesta, pero el DHKP/C (las siglas en turco de «Frente/Partido Revolucionario de Liberación Popular») cuenta con miles de simpatizantes en el movimiento estudiantil activo en las protestas. Y no cabe duda de que la experiencia de estos militantes, bregados en mil batallas contra la Policía, ha sido decisiva a la hora de diseñar las impresionantes barricadas que protegen Taksim, altamente profesionales.
De hecho, cada noche desde el inicio de los disturbios, policías y vecinos se han enfrentado rabiosamente en las calles de Gazi . El pasado miércoles, el joven Turan Akbas, de 27 años, resultó gravemente herido en la cabeza por el impacto de un bote de gas lacrimógeno. Al día siguiente, otro hombre de 30 años corrió la misma suerte. La noche anterior a nuestra visita, los enfrentamientos han incluido cócteles molotov, balas de goma y bombas aturdidoras. «Esta noche lo veréis con vuestros propios ojos», nos asegura Aydin Yildiz, periodista del diario kurdo «Belirti».
Estos grupos armados se nutren de la alienación que siente la población kurda y aleví en Turquía. En Gazi, dos tercios de los habitantes del barrio son alevíes , una secta religiosa a la que pertenecen entre 15 y 25 millones de personas, aproximadamente un cuarto de la población del país, a pesar de lo cual sufren una importante discriminación. El último ejemplo ha sido el nombre escogido por el gobierno para el proyectado tercer puente sobre el Bósforo en Estambul: se llamará Sultán Yavuz Selim , por un monarca de los siglos XV y XVI conocido por masacrar a más de cuarenta mil alevíes durante las guerras con el Imperio Safávida de Persia.
Öcalan les empuja
Por ello, a nadie le ha extrañado que los alevíes hayan estado en primera fila de las protestas. Tal vez más sorprendente ha sido la implicación de los nacionalistas kurdos, cuyo liderazgo sostiene estos días unas delicadas negociaciones para solucionar el conflicto armado que azota las regiones kurdas desde hace tres décadas. Pero el líder de la insurgencia kurda del PKK, Abdullah Öcalan, se ha mostrado favorable a los manifestantes. «Encuentro la resistencia significativa, y la saludo. Definitivamente esta situación ha creado una ruptura política», aseguró Öcalan en una carta escrita desde la cárcel . Más que suficiente para unos seguidores que le adoran.
Yildiz es uno de esos kurdos que, a pesar de los avances en las negociaciones de paz, sigue desconfiando de Erdogan. «Por ahora, el gobierno tampoco ha hecho demasiado. Ha dejado de matar kurdos, pero no ha ido más allá».
«¡Her yer Taksim, her yer direnis!». «¡En cada lugar un Taksim, en todas partes la resistencia!» . El grito se extiende entre la multitud que, frente a unos contenedores en llamas, se ha plantado delante de los blindados de la policía. A los fotógrafos y cámaras de televisión se les advierte seriamente que no registren a aquellos cuyas caras estén descubiertas.
Aparecen jóvenes con tirachinas que disparan contra la Policía. Con un megáfono, el agente al mando pide a la multitud que se disperse, sin éxito. El desenlace es casi inevitable: los blindados con mangueras de agua avanzan lanzando chorros que derriban a los más desafiantes, se lanzan gases lacrimógenos, y pequeños núcleos de encapuchados salen desde las calles laterales arrojando un manto de piedras contra los antidisturbios.
La multitud se dispersa por los callejones entre toses y lágrimas. En un espacio abierto nos encontramos con C., que sonríe a pesar de sus ojos enrojecidos. Comparado con el día anterior, esto no ha sido nada, dice.
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