Hijos del descontento en la Turquía de Erdogan
La protesta en la plaza Taksim la prendieron jóvenes educados de clase media y alta, pero después les siguieron jubilados, funcionarios y amas de casa
Daniel Iriarte
Son las nueve en punto en el barrio de Kadiköy, en Estambul , y, como cada noche desde hace una semana, una persona se asoma a la ventana y comienza a aporrear una cacerola . En cuestión de segundos se le unen otras, ... y a los pocos minutos son ya decenas, cientos. Durante la siguiente hora, se pasean por el barrio haciendo todo el ruido que le dan sus fuerzas, en una marcha que algunos días ha llegado a alcanzar las dos mil personas.
Esta estampa se reproduce también en otros barrios y ciudades. La protesta contra e l primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan se ha popularizado a través del campamento permanente que los manifestantes mantienen en la plaza de Taksim , pero va mucho más allá. En Taksim, la mayoría de los que permanecen acampados son jóvenes educados de clase media o alta. En los barrios, los que aporrean las cacerolas son adolescentes, jubilados, amas de casa, funcionarios.
«Tenemos miedo de que esté llevándonos hacia una guerra civil»«Algo tiene que cambiar. Esto no puede seguir así» , dice Emrah , un treintañero propietario de una inmobiliaria y con simpatías nacionalistas. En la puerta de su casa, él y su mujer, maestra, han colocado una enorme bandera turca con la cara de Mustafá Kemal «Atatürk» , el fundador de la moderna República de Turquía , militar de profesión y campeón del secularismo.
Hace un año, a Emrah le costaba creer las historias sobre periodistas encarcelados, sobre detenciones arbitrarias y represión de opositores. «Algo le está pasando a nuestro país, alguna potencia extranjera está tratando de destruirnos. Tal vez Israel» , decía entonces. Ahora, tras los disturbios de la semana pasada, no tiene duda de que el responsable de todos esos excesos es el gobierno.
«Nuestra libertad está en peligro», dice Ali , un joven trabajador que regresa a Kadiköy después de haberse pasado la tarde protestando en Taksim. «No nos marcharemos». Tanto él como su amigo Mert, asistente de contabilidad, tienen una opinión pésima del gobierno. «Tenemos miedo de que esté llevándonos hacia una guerra civil», dice este.
Como ellos, cientos de miles de personas tratan cada día de pasar unas horas en Taksim para mostrar su rechazo a Erdogan . El transporte público que lleva a la plaza está más abarrotado que nunca, y durante los primeros días los manifestantes que se retiraban aplaudían a aquellos que llegaban a tomar el relevo.
Lista de agravios
Y basta con darse una vuelta por Taksim para comprender cuán larga es la lista de agravios con el Ejecutivo de Erdogan. En un tienda, un grupo de fanáticos de los ordenadores protesta por la censura en internet . En otra, se informa sobre la represión policial. Otro puesto reparte octavillas donde se explica el deterioro de la protección de los trabajadores en la legislación. También protestan los empleados de la aerolínea semiestatal Turkish Airlines, que mantienen una importante movilización por el empeoramiento de las condiciones laborales.
Un cuarto grupo debate sobre la libertad de prensa –desde hace dos años, Turquía es el país del mundo con más periodistas encarcelados –, mientras otros denuncian los faraónicos proyectos de obras públicas del gobierno: un tercer aeropuerto para Estambul, un tercer puente entre Europa y Asia o un canal artificial con dos megaciudades dormitorio en sus orillas. Cada uno con la consiguiente destrucción medioambiental, o, como en el caso de la renovación de barrios como Sulukuke, en el centro de Estambul, con desplazamiento de población.
Turquía es el país con más periodistas encarceladosTambién la minoría aleví se siente discriminada por un gobierno que ha promovido el predominio suní . La insensibilidad llega al punto de elegir como nombre para el futuro tercerpuente el del Sultán Yavuz Selim (conocido en España como Selim I «el valiente»), un monarca de los siglos XV y XVI responsable de la matanza de decenas de miles de alevíes. Cuando los alevíes protestaron por la elección, se les dijo que «la decisión está tomada».
Y están los que temen la islamización del país . «El primer ministro tiene el apoyo de la mitad de este país, pero quiere que la otra mitad también vivamos igual que ellos», nos dice Sevgi, una mujer de mediana edad.
De algún modo, el primer ministro ha conseguido unir a toda la oposición, normalmente irreconciliable, en su contra. No es solo que en la plaza coexistan los secularistas radicales con los denominados «musulmanes anticapitalistas» , y los nacionalistas turcos –no sin tensiones– con los radicales kurdos. Es que incluso los hinchas de los tres principales equipos de fútbol de Estambul, el Besiktas, el Fenerbahçe y el Galatasaray,muestran estos días su solidaridad.
Gümüssüyü, la calle que desciende desde Taksim hacia el mar, está plagada de barricadas . Allí han tenido lugar algunas de las peores batallas de estos días. Abajo se encuentra el cuartel general del ‘Çarsi’, la hinchada del Besiktas, acostumbrada a chocar contra los agentes, que ha tenido un papel primordial en los disturbios. Pero a medida que la batalla arreciaba, los seguidores de los demás equipos se unieron. Ahora, una enorme bandera que mezcla los colores y los emblemas de los tres equipos recuerda este pequeño «milagro» . En el centro, una leyenda: «Estambul Unido. Desde el 31 de mayo de 2013».
Las dos Turquías
Estas protestas dejan claro que la oposición al primer ministro es muy amplia, aunque se corre el riesgo de magnificarla. Hay quien recuerda las movilizaciones anti-AKP de 2007, cuando millones de personas se manifestaron en contra de este partido por todo el país. La magnitud de las protestas hacía creer que la situación podía dar un vuelco electoral. Sin embargo, Erdogan salió reelegido con el 47 % de los votos en su primera mayoría absoluta. Estos día, una gran parte del país todavía no se ha pronunciado. Mientras tanto, el abismo entre las dos Turquías crece a pasos agigantados.
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