Bangladesh, de caso perdido a la esperanza
Kissinger lo definió como un «caso perdido», ahora hay quien considera que este país será la «próxima China». Experimenta importantes progresos en desarrollo humano
Jaime León
Bangladesh nació condenado. Los británicos que dividieron el subcontinente indio en dos países en 1947 dieron por hecho que lo que era entonces el ala este de Pakistán no tenía futuro. La India se quedaba con los centros urbanos y la industria. Henry Kissinger definió ... el país como un «basquet case» -un caso perdido- en los 70. Bangladesh se convirtió en el modelo de nación abocada a la miseria eterna.
Pero el país más densamente poblado del mundo, con 150 millones de personas apiñados en un delta propenso a los ciclones y las inundaciones casi cuatro veces más pequeño que España, ha comenzado a romper su condena.
No lo parece a primera vista. La política bangladesí, dominada por dinastías como no podía ser de otra forma en el sur de Asia, es propensa a las convulsiones. Es uno de los países más amenazados por el cambio climático. La subida del nivel del mar sumergirá parte del país en el futuro. La pobreza es rampante. La corrupción también. Y los islamistas quieren «talibanizar» esta nación con un 90% de musulmanes con tradición de tolerancia religiosa.
Henry Kissinger definió al país como un «caso perdido»
El país asiático continúa siendo uno de los países más pobres del mundo, con un 80% de la población viviendo con menos de dos dólares al día y solo un 28,4% de urbanitas, buena parte de ellos amontonados en chabolas. El 60% de la población no tiene acceso electricidad.
«La próxima China»
Pero Bangladesh ha logrado en los últimos años grandes progresos en desarrollo humano, en especial en los niveles de alfabetización mortalidad infantil y maternal y esperanza de vida. Los bangladesíes viven más que los indios, a pesar de que estos son más ricos. Pocos países han mejorado tanto la vida de sus habitantes como la nación del sudeste asiático. Los académicos lo presentan ahora como un ejemplo de desarrollo. Si hay esperanza para Bangladesh, entonces hay esperanzas para otros países pobres.
La reducción del crecimiento de la población, programas sociales, el empoderamiento de la mujer y el trabajo de las ONG, en especial BRAC, la mayor organización de este tipo con 100.000 trabajadores del mundo, han hecho posible este relativo milagro.
También ha colaborado la mejora de la economía. En los últimos años Bangladesh ha crecido a un 6%, la pobreza ha caído casi un tercio y 15 millones de bangladesíes han salido de la miseria desde 1992, según datos del Banco Mundial. La consultora estadounidense McKinsey ha denominado – con gran optimismo- a Bangladesh como la «próxima China».
De forma silenciosa, Bangladesh se ha convertido en el segundo exportador mundial de ropa -solo por detrás de China- un sector que genera 15.000 millones de euros al año, representa el 80% de sus exportaciones y da trabajo a 3,5 personas, la mayoría mujeres.
Este otro milagro bangladesí ha sido posible gracias a que los trabajadores textiles de este país tienen los sueldos más bajos del mundo con 32 euros mensuales y jornadas de hasta 15 horas, exportaciones libres de aranceles a Europa -el destino del 60% de su ropa- y las Zonas de Procesado de Exportaciones donde no rige la legislación nacional y las condiciones son casi dictatoriales.
Con el coste de confeccionar una camiseta en Bangladesh un 20% más bajo que en Cambodia y un 50% más barato que en China, las multinacionales del textil han abrazado al país asiático. H&M es el principal importador de productos bangladesíes, seguido por Walmart.
Pero los bangladesíes pagan con sus vidas esta fiesta del textil. El derrumbe de un edifico que albergaba cinco talleres textiles el pasado 24 de abril que causó la muerte a más de 700 personas -una cifra que se espera que suba- es el peor desastre industrial de la historia del país y probablemente del mundo en el sector de la confección.
El Corte Inglés, Mango, Primark, Benetton, Bon Marche y Joe Fresh han reconocido que en ese edificio se fabricaba ropa suya.
No es el único accidente textil del país. En los últimos siete años más de 700 trabajadores bangladesíes han muerto confeccionando las camisetas, pantalones y cazadoras que vestimos en Occidente, según la Organización Internacional Foro de Derechos, un grupo estadounidense que defiende los derechos laborales. Sin contar los muertos de la última tragedia.
El Gobierno vela por las divisas y la corrupción es rampante. Los empresarios bangladesíes esclavizan a sus trabajadores. Y las multinacionales se preocupan por los costes de producción. Nadie mira por los empleados textiles.
Batalla por el «alma de Bangladesh»
Cuando todavía continuaba la búsqueda de cadáveres entre las ruinas del edificio derrumbado, los islamistas tomaron el domingo Dacca en unas protestas que se extendieron a otras zonas del país a favor de una ley de la blasfemia, la segregación del hombre y la mujer y la imposición de la educación islamista, entre otras cuestiones. Murieron 40 personas.
Desde comienzos de año las manifestaciones violentas de integristas islamistas han causado al menos 180 muertes en Bangladesh.
El detonante han sido las dos condenas a muerte y una a cadena perpetua de tres líderes de Jamaat-e-Islami (JI), el principal partido religioso del país, por crímenes de lesa humanidad en la guerra civil que desencadenó la independencia de Bangladesh de Pakistán en 1971, conflicto en el que se estima que murieron tres millones de personas y 200.000 mujeres fueron violadas.
Este año, las manifestaciones han causado al menos 180 muertes
El ajuste de cuentas con el pasado ha polarizado a la población bangladesí, con protestas violentas a favor de los islamistas y manifestaciones pacíficas en contra de ellos en las que se pedía la pena de muerte para los integristas.
Como telón de fondo de esta «batalla por el alma de Bangladesh» se halla la inestable política bangladesí y el choque entre dos mujeres herederas de los padres del país.
Sheikh Hasina, actual primera ministra con la gobernante Liga Awami y credenciales seculares , es la hija de Mujibur Rahman, considerado fundador del país y fue primer presidente. Ella creó los tribunales de crímenes de guerra, una promesa electoral.
La ex primera ministra Khaleda Zía, al frente del Partido Nacionalista de Bangladesh, es viuda de Ziaur Rahman, héroe de la guerra de independencia y también presidente. Históricamente ha sido una aliada de los islamistas.
Zia y Khaleda mantienen una pugna personal más allá de las ideologías. Y parecen dispuestas a todo por conseguir y mantener el poder.
Los tribunales tienen que dictar siete veredictos más contra islamistas y a comienzos de 2014 se celebran elecciones generales. La tensión en Bangladesh se recrudecerá.
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