La gesta que solo superó James Cameron: la inmersión suicida de Piccard hasta los 11.000 metros
Tuvieron que pasar más de sesenta años para que el director de 'Titanic' batiera el récord en la fosa de las Marianas, pero con una tecnología mucho más avanzada que el pequeño batiscafo construido por el célebre explorador suizo en 1960
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Jacques Piccard, en el Trieste, antes de comenzar su descenso en 1960
Basta con observar las enormes dificultades que se están presentando en la búsqueda y rescate del pequeño sumergible Titán, desaparecido este domingo en el océano Atlántico cuando se dirigía a visitar los restos del Titanic, para valorar aún más la enorme hazaña que ... Jacques Piccard logró en 1960: descender en un pequeño batiscafo a más de 11.000 metros de profundidad. Un récord que tardó en batirse más de 60 años y que, todavía hoy, tan solo ha sido superado por el director de cine James Cameron en 2012. Eso sí, con una tecnología mucho más avanzada y con la que el célebre explorador suizo ni siquiera podía soñar.
Los equipos internacionales trabajan a contrarreloj para localizar el Titán antes de que se acabe el oxígeno. Según declararon los expertos, se enfrentan a una tarea gigantesca que pondrá a prueba los límites del conocimiento técnico, pues tienen previsto barrer un área oceánica de 20.000 kilómetros cuadrados con profundidades que no llegan a los 4.000 metros, es decir, menos de un tercio de la distancia a la que descendió Piccard hace más de seis décadas.
«Ahí abajo está muy oscuro y hace mucho frío. El lecho marino es de barro. No puedes verte la mano delante de la cara», aseguró el experto en el Titanic, Tim Maltin, en declaraciones a NBC News Now. «Se asemeja a ser un astronauta en una misión hacia el espacio», añadió. A continuación incidió en que la enorme presión a cuatro kilómetros de profundidad, unas 400 veces superior que en la superficie, dificulta el desafío en el complicado paisaje marino de Terranova, la isla en cuyas aguas se perdió el sumergible. Y es que no hay muchas embarcaciones de fabricación humana que puedan aguantar dicha presión en esas profundidades.
¿Cómo pudo entonces el pequeño batiscafo construido por el mismo Piccard aguantar dicha presión a una profundidad tres veces mayor y con una tecnología que hoy ha quedado obsoleta? El 24 de enero de 1960, ABC lo calificó como una de las mayores proezas realizadas por el hombre a lo largo de su historia, similar a la lograda por la nave Apolo 11, nueve años después, cuando puso al hombre por primera vez en la Luna. «El batiscafo Trieste de la Marina norteamericana ha descendido a una profundidad de más de once kilómetros en la fosa de las Marianas, por lo que ha batido todas las marcas de inmersión anteriores».
Video. El espacio del Titan para cinco pasajeros
Los récords
El explorador suizo realizó aquel viaje a las profundidades del océano en compañía del teniente de la Marina estadounidense Don Walsh. En un principio se dijo que habían descendido hasta los 11.340 metros, pero unas mediciones hechas en 1995 determinaron que el valor real había sido de 10.911 metros (35.797 pies). Sin esta corrección, la pareja seguiría ostentando el récord. Aún así, a día de hoy, ninguna persona ha superado la barrera de los 11.000 metros.
Piccard y Walsh lograron su hazaña el 23 de enero de 1960, cuando descendieron en su batiscafo hasta el fondo del abismo Challenger. Después hubo que esperar hasta 2012, momento en que James Cameron repitió la gesta con el submarino Deepsea Challenger, llegando hasta los 10.927 metros. La marca aún está por superar. «Desolador» y «extraño» fueron las palabras con las que el cineasta, ganador de 11 Oscar por 'Titanic', describió el entorno.
Hace tres años, el sumergible chino Fendouzhe se quedó a solo 18 metros del hito estadounidense, después de descender hasta los 10.909 metros en la fosa de las Marianas, a solo 125 metros de la profundidad total de la cueva (que tiene un total de 11.034 metros) y muy cerca de lugar donde estuvieron Piccard y Walsh en 1960. En las imágenes difundidas por China en 2020 se podía ver al sumergible, tripulado por tres investigadores, moviéndose a través de aguas oscuras, rodeado de nubes de sedimentos, mientras aterrizaba lentamente en el lecho marino.
Piccard (arriba) y Walsh, en el Trieste
La ventana y el Rolex
Por aquel descenso Piccard fue considerado «uno de los últimos grandes exploradores del siglo XX, un verdadero capitán Nemo que atravesó las profundidades marinas hasta donde ningún hombre había llegado antes, ni después», podía leerse en ABC tras la muerte del explorador en 1998, cuando tenía 86 años. Lo sorprendente es que lograron su marca solo seis semanas después de establecer el anterior récord mundial en 7.200 metros de profundidad, y por lo tanto lo superó por casi cuatro kilómetros.
Estaba previsto que el viaje submarino se realizara en cinco horas. Todo parecía ir bien, incluso reconocieron que gran parte del descenso fue un aburrimiento, pero cuando habían cubierto dos terceras partes del trayecto hacia el fondo, un estruendo hizo estremecer el casco del batiscafo. Walsh y Piccard se sobresaltaron y se miraron aterrorizados en espera de lo peor. «Fue solo un fuerte choque que sonó como una explosión, pero después no pasó nada más», aseguró el teniente de la Marina.
Más tarde, los exploradores descubrieron que una ventana exterior de plexiglás se había resquebrajado bajo la presión, la cual llegó a alcanzar una tonelada por centímetro cuadrado, mil veces más que la existente en la superficie. La ventana que se rompió «no representó un peligro de muerte, por lo menos no inmediato», aseguró Walsh en otra entrevista posterior. Sin embargo, el viaje de regreso se demoró tres horas y 15 minutos, a los que hubo que sumar los 20 minutos que estuvieron en el fondo oceánico. En total, ocho horas y media ejecutando las maniobras yobservaciones que tenían previstas.
También resistió aquellas condiciones extremas el reloj que los dos exploradores amarraron al exterior del Trieste. Se trataba de un Rolex Deep Sea Special creado por la famosa compañía en 1953, en respuesta a la creciente demanda que había de relojes a prueba de agua y de experimentos extremos. Al salir del agua, Piccard envió un telegrama a la sede de la compañía en Ginebra con el siguiente mensaje: «Nos complace informarles de que su reloj funciona tan bien a 11.000 metros de profundidad como en la superficie».
La vida marina
La inmersión del Trieste, sin embargo, representó más que un viaje para establecer una marca. Como resultado de aquella hazaña, Piccard y Walsh abrieron la puerta a un mundo oceánico nunca antes había sido estudiado por la ciencia, pues hasta ese momento se consideraba desprovisto de vida marina. Al tocar fondo, los científicos utilizaron lámparas de vapor de mercurio para inspeccionar el área completamente obscura. Lo que pudieron observar los dejó maravillados. Piccard declaró que, «el descubrimiento más interesante, con diferencia, fue el pez plano o pleuronectiforme que pudimos observar al acecho en el piso de océano, a través de la portilla». Y agregó: «Encontrar formas complejas de vida marina allí abajo nos dejó boquiabiertos».
Al explorador suizo todo le venía en los genes. Jacques continuó el trabajo de su padre, Auguste Piccard, un físico amigo de Einstein y Marie Curie que inventó el globo estratosférico y el batiscafo en el que descendió su hijo. De hecho, ambos lo construyeron juntos. Más tarde, este modelo de sumergible fue comprado por la Marina de Estados Unidos con el propósito de «demostrar que su país tenía capacidad para explorar el lecho marino en sus partes más profundas».
Jacques Piccard se dedicó después a construir mesoscafos (sumergibles de profundidades medias), incluyendo el primer submarino turístico que llevó hasta 33.000 pasajeros hasta las profundidades del Lago Ginebra durante la Exhibición Nacional Suiza de 1964. En 1969, protagonizó un nuevo hito al estar un mes bajo el agua en uno de sus submarinos y recorrer 3.000 kilómetros analizando la corriente del Golfo. Todo ello con la misma fe en la tecnología con la que había dirigido la construcción de todos y cada uno de los submarinos que diseñó. Él mismo probó todos en la primera inmersión hasta cumplir los 82 años.
«No hay duda alguna de que el hombre se encamina hacia la última aventura en los cimientos de la tierra», comentó Piccard un año después de su descenso.
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