Flak 88: el arma definitiva de Hitler contra los tanques aliados se perfeccionó gracias a Franco

Ideado en principio para derribar aviones, demostró su versatilidad al ser también empleado como anticarro durante la Segunda Guerra Mundial

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Flak 88 alemán de la IIGM abc

«Allí estábamos, en lo alto de aquella loma. Un 88 milímetros hizo seis disparos y voló cinco tanques. Las balas salían a 1.000 metros por segundo, veías los obuses silbando por el cielo. Llegaban como un rayo». El testimonio que el carrista Robert ... Watt (del '3rd Royal Tank Regiment') desveló en el documental 'Grandes batallas de tanques, El Alamein' pone de manifiesto lo letal que era el 'Fliegerabwehrkanone' de 88 milímetros. Un arma que, a pesar de empezar sus días haciendo las veces de antiaéreo, terminó convirtiéndose en el terror de los carros de combate aliados.

El arma era tan terrorífica que hacía incluso que el compañerismo de los tanquistas se esfumara. Y es que, en el momento en que veían el cañón del letal 'Flak 88', su denominación abreviada, solo podían pensar en salvar su vida. Así lo desvela, a su pesar, el propio Watt: «Tras el disparo, de repente algo llamaba tu atención. Era el tanque de un compañero ardiendo. Y respirabas aliviado. Era horrible, alguien había muerto en aquel tanque, pero tú estabas aliviado. Sabías por tu experiencia como artillero que, medio grado más en la mira, y habrías sido tú. Y eso es algo con lo que cuesta vivir, se hace difícil».

Así en la tierra como en el cielo, el 'Flak 88' fue un enemigo intratable. «Cuando usaron el cañón de 88 como cañón antitanque nos vimos en el bando perdedor», explica Watt. El popular investigador de la Segunda Guerra Mundial, Antony Beevor, es de la misma opinión en su obra 'Día D. La batalla de Normandía', donde lo llega a calificar de formidable. «Las tripulaciones de carros británicas y americanas tenían muchos peligros a los que temer. El antiaéreo de 88 mm, usado contra objetivos de tierra con una puntería terrorífica, podía acertarles incluso a una milla de distancia», añade el experto en el mencionado libro.

Nace el arma definitiva

El origen de esta arma hay que buscarlo en los años 20. Así lo afirman Lucas Molina y José María Manrique en su obra 'El cañón alemán de 88 milímetros'. En ella señalan que, tras el fin de la Gran Guerra, el Tratado de Versalles «prohibió a Alemania poseer cierto tipo de armamento», entre el que se encontraban los cañones antiaéreos. Deseosos de seguir evolucionando a nivel militar, los ingenieros germanos se trasladaron en secreto a Suecia para desarrollar, de manos de la firma Bofors, una pieza que fuera capaz de derribar aviones. Aunque el resultado no llegó a fabricarse en masa, sí sirvió para sentar las bases del futuro Flak.

La llegada de la década de los 30 llevó a los expertos alemanes a desarrollar el «8,8 cm FlugabwehrKanone 18», como explica el Ministerio de Defensa en su dossier 'Cañón antiaéreo de 88/56 mm Flak.36 Remolque Especial SdAh. 202'. El arma, ideada para proteger aeródromos, contaba con una dotación de ocho hombres y debía ser trasladada de un emplazamiento a otro con la ayuda de un tractor semioruga, aunque a su favor tenía el haber sido elaborado con una tecnología puntera. «Con su calibre y excelente velocidad inicial, podía combatir todos los blancos presentes y futuros y el cierre semiautomático aseguraba una buena cadencia de tiro», se añade en el informe.

Esta versión fue la que arribó a España durante la Guerra Civil de manos de la Legión Cóndor tras terminar de desarrollarse en 1933. No pudo llegar en mejor momento para los sublevados, pues estos se las veían y se las deseaban para hacer frente a la aviación republicana. Con todo, y a pesar de su efectividad, la empresa Krupp (encargada de su desarrollo) mejoró sus prestaciones e ideó el 'Flak 36', que también se fogueó en nuestro país. «El potente cañón alemán antiaéreo '88' (Flak 36 de 88 milímetros), se convirtió en la columna vertebral de la defensa alemana desde el momento en que empezó a usarse por primera vez en España en el invierno de 1936-1937», completa Hugh Thomas en 'La Guerra Civil española: 1936-1939'.

A pesar de que entonces su uso se limitaba a los cielos, el Ministerio de Defensa afirma en su dossier que su precisión hizo que el ejército franquista los utilizase como artillería para destruir posiciones defensivas que encontraban en su avance; entre ellos, los hallados en el 'Cinturón de hierro' de Bilbao). A su vez, también se especifica en este documento que también fue en la Guerra Civil cuando se enfrentaron por primera vez a los carros de combate republicanos llegados desde la URSS. Concretamente, a los también temibles T-26 soviéticos.

«Es probable que se utilizaran para acabar con los tanques republicanos. Los T-26 eran infinitamente mejores que los carros de combate nacionales. De hecho, estos ofrecían recompensas por capturar T-26 intactos que pudiesen utilizar en batalla. Además de un cañón importante para la época, contaban de un buen blindaje. Aunque su uso contra vehículos no se generalizó hasta la campaña de África» explica, en declaraciones a ABC, Joan Parés, estudioso de la Segunda Guerra Mundial y miembro de la asociación histórica 'First Allied Airborne Catalunya'. La experiencia española permitió a los germanos mejorar los Flak 88 e idear dos versiones posteriores, la del 37 y la del 41.

Abrelatas

A pesar de que su uso como arma anti carro se generalizó a partir de la campaña de África –su máximo valedor sería el popular Erwin Rommel– parece ser que fue en los años 40 cuando el 88 demostró ser idóneo para destruir los blindados enemigos. Según explica Bob Carruthers en 'German Tank Hunters', corría la invasión de Francia cuando a algún iluminado se le ocurrió disparar este antiaéreo contra los Matilda II británicos. Su idea no pudo ser mejor, pues logró traspasar su blindaje, uno de los más gruesos de entonces al llegar hasta los 78 mm.

«El Matilda era uno de los mejores carros de los inicios de la guerra. El problema era que estaba basado en una idea de la Primera Guerra Mundial: la de que los tanques debían servir como apoyo a la infantería. Es decir, acompañar a los soldados a pie, y no funcionar como lo harían posteriormente los alemanes. Por eso era sumamente lento y muy pesado. Su gran robustez hacía que los cañones anticarro germanos de la época (los Pak 36) no pudiesen dañarle», completa Parés a ABC.

En su biografía sobre el 'Zorro del Desierto', el general de brigada Desmond Young, que luchó contra Rommel en África, recuerda que la primera campaña en la que vio los 88 fue la francesa. No fue una agradable sorpresa, pues evitaron que la ofensiva aliada sobre la región de Arras fuera exitosa. «El ataque inglés solamente pudo ser frenado gracias al fuego de un regimiento de artillería y de una batería antiaérea Flak, dotada de cañones de 88 milímetros (arma ésta que, como para los alemanes nuestros tanques 'I', representó para nosotros igualmente una desagradable sorpresa)», determina.

Con todo, fue a partir de la campaña de África, y de manos de Rommel, cuando este cañón se convirtió en un auténtico monstruo para los tanques aliados. En el norte de África el 88 fue mejorado con placas frontales y, favorecido por el terreno, hizo las delicias de los germanos. En palabras de George Bradford ('Great Tank Battles of WW II') una de las contiendas en las que esta arma demostró su efectividad fue en la operación Battleaxe, en junio de 1941. Así lo afirma también Andrew Roberts en 'La tormenta de la guerra': «La contraofensiva […] fracasó entre el 15 y el 17 de junio. El fuego antitanque [...] acabó con nada menos que 15 de los 18 Matilda».

Alejandro Fernández Blanco, en el artículo 'El formidable 88 alemán' (publicado en este diario) señala que la efectividad de los 88 durante esta campaña fue increíble: «Una sola de estas piezas, la del cabo Hübner, destruyó en esta acción 9 carros. Más tarde en la batalla de Bir-Hacheim, antes de la toma de Tobruk, los ingleses perdieron 298 carros de los cuales 153 fueron víctimas de los 88».

El devenir tras África

Después de ser utilizado en África, el 88 llegó a Europa como arma idónea para destruir carros de combate. Su efectividad fue tal que su cañón se adaptó a vehículos y otros cañones posteriores. «Al final de la guerra casi todos los cañones eran del 88. El Pak 43, que era un cañón antitanque, portaba un cañón de 88, y el mítico carro de combate Tiger también. Era casi omnipresente. Y todo, gracias a aquel primer Flak 88 antiaéreo, que fue el padre de todos ellos», completa Parés en declaraciones a ABC. Por si fuera poco, los germanos diseñaron de nuevo la pieza con más partes para diversificar la producción, no cargar de trabajo a la Krupp, y sacar de la cadena de montaje cuantos más, mejor.

A partir de entonces empezaron a verse versiones del Flak 88 en todos los teatros de operaciones. Entre ellos destacó Normandía, donde los Sherman americanos tuvieron que enfrentarse a ellos. «Los Sherman no podían hacer nada contra ellos. Si un 88 les disparaba estaban muertos. A menos que la inclinación del blindaje hiciese que el proyectil fallase y rebotase», determina Parés. Algo, por cierto, que ocurría en pocas ocasiones. «Es cierto que existía la opción gracias al blindaje inclinado, pero normalmente estaban 'fritos' si recibían el impacto de un 88», finaliza.

Letales

Pero... ¿Cómo fue posible que un cañón antiaéreo fuese tan efectivo contra objetivos en tierra? En palabras de Parés, debido a varios factores:

1-El proyectil. «El 88 usaba un proyectil de unos 10 kilos que salía del cañón casi a 900 metros por segundo. Si tenemos en cuenta que el de una pistola semiautomática normal sale a unos 340 metros por segundo, y el de un fusil G36 a unos 600 metros por segundo, podemos imaginarnos el resultado. La velocidad y el grosor del proyectil hacían que fuese letal para los carros», destaca el recreador.

2-El alcance. «Tenía un gran alcance. Estaba pensado para disparar a aviones. Es decir, poder llegar hasta los 2.000 - 3.000 metros. En tierra eso supone disparar a un objetivo que está muy lejos y casi ni se ve. Poder hacer fuego a un objetivo tan lejano con precisión, cuando las primeras batallas de tanques se libraban a 500 metros, era una ventaja increíble», señala Parés.

3-La influencia del terreno. «En África fue muy útil porque era un mar de tierra. Eso permitía a las dotaciones ver al enemigo a grandes distancias y disparar sin temor a impactar en un obstáculo. En Europa fue diferente. Las batallas se libraban a menos distancia, pero no por eso era menos efectivo», finaliza el recreador.

Este artículo fue publicado originariamente en 2017.

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