¿Por qué Holanda entrega F-16 a Ucrania? MH17, el crimen aéreo de los rebeldes prorrusos que estremeció a Europa
En 2014, un Boeing 777 civil con casi 300 personas en su interior fue derribado por un mísil lanzado desde la región de Donetsk
La mayor parte de los fallecidos, 192, pertenecían a los Países Bajos
Luz verde de Estados Unidos para que Dinamarca y Holanda entreguen F-16 a Ucrania
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Iniciar sesiónEl desquite ha llegado casi una década después. Este mismo lunes, Holanda ha comunicado que entregará aviones de combate F-16 A a Ucrania. Por haber, ya hay hasta cifra oficial. Según ha informado el presidente Volodimir Zelensky, en pocas semanas surcarán los cielos de ... Kiev 42 cazas destinados a doblegar a las fuerzas aéreas de Vladimir Putin. No habrá tregua contra el Zar del siglo XXI, igual que no la tuvieron los rebeldes prorrusos de Donetsk cuando derribaron en 2014 el vuelo civil MH17 con 298 personas en su interior. La venganza, o la justicia; ambas se sirven frías.
Tragedia en el aire
La mañana del 18 de julio de 2014 se levantó teñida de carmesí. En sus primeras páginas, ABC informó de la tragedia: «Ayer por la tarde, un Boeing 777 de la compañía aérea Malaysia Airlines fue alcanzado por un misil tierra-aire cuando volaba a 10.000 metros de altura sobre el este de Ucrania». La cuenta de vidas estremecía: 298. En principio se había barajado el accidente, pero este relato acabó patas arriba. Al poco, comenzó a bullir la teoría de que el culpable había sido un sistema antiaéreo 'Buk' operado por fuerzas prorrusas desde la región separatista de Donetsk, a 40 kilómetros de la frontera rusa. Y lo cierto es que, en la actualidad, es la más aceptada.
La tragedia se había perpetrado una jornada antes. El 17 de julio, el vuelo MH17 despegó de Ámsterdam con destino a Kuala Lumpur a las 12:14 hora local. Un día más. El aparato abandonó el aeropuerto de Schiphol bajo una tranquilidad absoluta y, según desveló ABC, con 283 pasajeros y 15 miembros de la tripulación en su interior. La mayor parte eran holandeses, aunque el abanico de nacionalidades abarcaba un total de 17. El comandante y su segundo entablaron en varias ocasiones comunicación con tierra. Todo era normal. Sin embargo, cuatro horas después, cuando el Boeing se hallaba a unos 10.000 metros sobre Ucrania, se perdió el contacto.
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Al poco, después de que la compañía informara en las redes sociales de la desaparición del aparato, se confirmó que el MH17 había caído cerca de la localidad de Shajtiorks, en la región prorrusa de Donetsk. Una zona en la que se habían recrudecido los combates contra el gobierno de Kiev, como bien explicó este periódico: «Desde abril, Donetsk y la vecina Luganks son escenario de combates entre las milicias prorrusas y el ejército ucraniano».
No hubo supervivientes y el supuesto accidente sobrecogió a Europa; las imágenes de los cuerpos, desperdigados unos 15 kilómetros a la redonda, eran estremecedoras. Para colmo, los servicios de inteligencia estadounidenses confirmaron que 777 había sido derribado por un misil. Aunque no por un impacto directo, sino por la metralla provocada al estallar en las cercanías.
Luego comenzó el calvario y el intercambio de acusaciones. El entonces presidente ucraniano, Petro Poroshenko, cargó de frente contra Rusia al señalar que la tragedia había sido fruto de «una acción terrorista» de los prorrusos, equipados con armamento llegado del Kremlin. Vladimir Putin, por su parte, llamó a Barack Obama; según un comunicado emitido por el ejecutivo ruso, para «trasladarle al presidente de los Estados Unidos un informe de los controladores aéreos indicando que el avión se había estrellado» por diferentes problemas.
En una conferencia de prensa posterior, el ministro de Exteriores ruso compareció para ofrecer la versión cocinada en la Plaza Roja: el culpable había sido un caza enviado por Kiev. Algo absurdo. Esa y otras tantas teorías que exoneraban al zar del siglo XXI fueron replicadas en las redes por cuentas afines.
Hoy las certezas son pocas, y giran alrededor de algo tan tétrico como el número de muertos. Por nacionalidades, Países Bajos fue el país con más víctimas (192), seguido por Malasia (44), Australia (27), Indonesia (12), Reino Unido (10), Bélgica (4), Alemania (4), Filipinas (3), Canadá (1) y Nueva Zelanda (1). No resulta extraño, por tanto, que desde Ámsterdam se haya liderado la batalla legal para hallar a los culpables. El último movimiento en este sentido se dio en noviembre de 2022, cuando el tribunal que investigaba la tragedia dictó cadena perpetua para los dos rusos y el ucraniano que, según la sentencia, habían disparado el 'Buk'. Aunque, en la práctica, su extradición fue imposible.
¿Qué es un 'Buk'?
SA–11 o SA-17; estas son las siglas de SAM ('surface to air missile' o, en español, 'misil de superficie-aire'), denominación que reciben en Occidente los sistemas de guía de misiles que combaten desde tierra contra enemigos aéreos. En Rusia, por el contrario, a esta artillería prefieren llamarla 'Buk'. Se llame como se llame, no es más que tecnología antiáerea. «Es un sistema de fabricación soviética en sus orígenes, y actualmente utilizada por Rusia, que ha ido evolucionando a partir del primero que se creó en los años 70», afirmaba en 2014 a ABC el teniente coronel de artillería Joaquin Brochh.
Como explicaba el militar español a ABC, el SA-11 se compone de un radar que capta la presencia de un objetivo y una lanzadera desde la que, a continuación, se dispara contra un blanco. Es la versión embrionaria del SA-17, que se diseñó después, y puede lanzar cuatro misiles tierra-aire con un alcance efectivo de 32 kilómetros y una altura máxima de 22 kilómetros; aunque detecta enemigos en el cielo a una distancia mucho mayor. El 'Gadfly' (tábano), como también se le denomina, usa un sistema de disparo con guía semiactiva, lo que implica que es necesario señalar desde tierra el objetivo para que el proyectil llegue hasta él.
El SA-17 'Grizzly' es el hermano mayor del 'Gadfly'. Cuenta con un vehículo que se compone de un chasis con orugas y que dispone de un radar y un lanzador de misiles tierra-aire con capacidad para disparar proyectiles tipo 9M317, 9M317E, 9M38 o 9M38M1. Si por algo se caracteriza este sistema antiaéreo es porque sus lanzadores (tubos) son independientes unos de otros, lo que hace que, si uno de ellos se avería o es dañado, el resto de los disparos se puedan llevar a cabo sin problemas.
A nivel técnico, tiene capacidad para alcanzar a enemigos que estén ubicados a 42 kilómetros y puede derribar aviones que se encuentren a una altura de entre 10.000 y 24.000 metros. Cada uno de sus misiles tierra-aire tiene un peso de unos 700 kilogramos y cinco metros y medio de longitud. Y, como su antecesor, usa un sistema de disparo por guía semiactiva.
La tecnologías ha evolucionado mucho. En la actualidad, y en lo que a los antiaéreos se refiere, es difícil hablar de un único vehículo que realice todas las operaciones necesarias para derribar un objetivo. «Cualquier sistema, sea soviético, ruso, o de cualquier parte del planeta, está formado por un conjunto de elementos que se dividen, a grandes trazos, en centro de control, radares y lanzador de misiles. Pero no tienen que ir todos necesariamente en un mismo vehículo», completaba Joaquin Broch a ABC. Estos pueden ser autopropulsados –ir montados encima de un automóvil o un camión– o remolcados
Para derribar un objetivo, el aparato debe ser hallado por el primer elemento del sistema antiaéreo: el radar de adquisición, que detecta al blanco en el cielo cuando entra en su rango de acción. En ese momento, la información de que un enemigo ha sido encontrado pasa al radar de seguimiento, que no pierde de vista al objetivo (lo 'ilumina' en términos militares) para que, cuando el misil surque el cielo, llegue hasta el blanco. La revelación se envía también a un centro de control, el lugar desde donde se da la orden de disparar.
«Desde el centro de control se ordena el disparo de los proyectiles. Una vez que el misil está en el aire puede llegar hasta el objetivo gracias al seguimiento que están haciendo los radares desde tierra y, a su vez, puede modificar su trayectoria y sus parámetros de vuelo para dirigirse hacia el blanco. Este proceso se hace de manera automática, aunque la orden de disparo siempre es humana. Hay sistemas más modernos, pero todos funcionan más o menos igual que el SAM. Fue desarrollado en los años 80 y está totalmente operativo», explicaba el militar.
Según Joaquin Broch, en la actualidad sólo hay dos formas de evitar los sistemas antiaéreos. La primera es volar fuera de su radio de alcance. «Esto lo pueden hacer tanto los aviones civiles como los militares», explicaba. Por su parte, los aviones militares están equipados con tecnología que hace que sean invisibles para los antiaéreos y que, «una vez que el caza ha sido localizado por un radar de tiro, llevan a cabo una especie de guerra electrónica para que no se les pueda hacer un seguimiento». Y, si todo esto falla, también están dotados de sistemas que les alertan cuando son detectados.
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