Dmitry Utkin, el oscuro pasado del soldado de élite ucraniano que fundó el Grupo Wagner

Este antiguo Spetsnaz, combatiente en las dos guerras chechenas y en Siria, ha adoptado un perfil bajo y se ha refugiado bajo el paraguas de Yevgeny Prigozhin

Quiénes son y dónde ejerce su influencia el grupo Wagner

Mercenarios de Wagner, en el frente ucraniano ABC

Dmitry Valerievich Utkin tiene la percha de un reo olvidado en el calabozo. Coronilla rapada al cero; nariz gruesa, como de boxeador retirado; facciones abruptas... Dos tatuajes, uno a cada lado del cuello, resaltan una rudeza natural de esas que exudan los malotes de ... barrio. Es, en definitiva, un tipo duro. Lo bastante, como para haber forjado en 2013 el Grupo Wagner que hoy lidera Yevgeny Prigozhin. La diferencia entre ambos es su apego a las cámaras. Hasta su exilio en Bielorrusia cual Napoleón en Elba, el segundo adoraba el calorcillo de los focos y el hormigueo de poner en jaque a los poderosos a través de la pantalla. Utkin, por su parte, prefiere la seguridad que le dan las sombras.

Misterioso pasado

Su pasado es igual que su presente: oscuro. Fue alumbrado en junio de 1970 –cuesta rastrear el día concreto, aunque parece ser que el once– lejos de las ciudades más icónicas de aquella vieja Unión Soviética. La entonces república socialista de Ucrania, la misma tierra en la que hoy se dejan la vida miles de combatientes, fue la que le vio nacer, crecer y sentirse atraído por las fuerzas armadas. Por ellas, y por el nacionalsocialismo de Adolf Hitler. De hecho, uno de los dos tatuajes que se atisban en su cuello muestra los dos rayos típicos de las SS, las fuerzas más ideologizadas y sanguinarias del Tercer Reich. Amarga paradoja cuando, desde el Kremlin, Vladimir Putin llama a desnazificar Ucrania.

El peso de su vida lo llevó la milicia, y no lo dice la Wikipedia, sino la que fuera su mujer durante dos años. En una entrevista concedida en 2016 a una cadena de televisión rusa, Elena Shcherbinina confirmó que dónde más se bregó fue en las dos guerras de Chechenia, esa región perdida del norte del Cáucaso que se enfrentó en los noventa a Rusia a golpe de ataques suicidas, secuestros de civiles y barbarie. Contaba Elena que ambos combatieron juntos allí –«Sí, yo también»– y que fue en una de aquellas batallas a muerte en las que su exesposo obtuvo su primera condecoración: «Los militantes tomaron prisionero a un coronel, y 'Dima' y sus combatientes lo recapturaron». Ese fue el primer reconocimiento de otros tantos; entre ellos, cuatro Órdenes de Coraje.

Según Elena, ya de vuelta en Rusia su exesposo fue destinado como comandante en la reserva a la 700.ª Unidad de Fuerzas Especiales de la 2.ª Brigada Separada de las Fuerzas Especiales del Ministerio de Defensa. Un nombre tan largo como los días que han pasado desde el estallido de la Guerra de Ucrania, pero de fácil resumen: Utkin era un Spetsnaz, entre los comandos de operaciones especiales más letales del mundo. «Esta organización era desconocida hasta 1983, cuando un alto mando militar soviético buscó asilo político y descubrió su existencia», explica ABC en los ochenta. Un retiro dorado en espera de que estallara algún conflicto.

El regreso a la Madre Rusia no le sentó bien. Su nuevo destino en la ciudad de Petchory, donde planeaba vivir en calma junto a Elena, prometía, pero descubrió que anhelaba el tintineo de las balas. «Le costó mucho adaptarse porque le preocupaba no combatir. Quería una carrera como oficial de combate, no como oficial de limpieza en un cuartel», explicó su exesposa. Si aquello le revolvió, más lo hizo su familia. «En esa época rompimos por su madre, que tenía una gran influencia sobre él porque su padre había muerto. Vivía entre dos fuegos. Su madre estaba obsesionada con que volviera a Ucrania». Resistió una década en el cuartel, hasta finales 2012, pero un día se marchó.

Nace Wagner

Utkin cambió la vida plácida por la del mercenario. El profesor universitario especializado en crimen organizado Mark Galeotti es partidario de que se unió al llamado Cuerpo Eslavo. «Era una compañía tapadera con sede en Hong Kong que buscaba veteranos para proteger las instalaciones energéticas sirias ofreciendo un sueldo que, según los estándares rusos, resultaba espléndido: 5.000 dólares al mes», insiste el experto en su obra 'Las guerras de Putin'. Duraron poco aquellas labores de seguridad. Poco después, este tipo tan controvertido se trasladó con el grupo hasta Siria, donde combatió a favor de Bashar al-Assad. Fueron, en total, 267 contratistas divididos en dos compañías.

Lo del Cuerpo Eslavo fue un camino de espinas. Mal equipados, sin ayuda gubernamental, regresaron a Rusia sin haber tenido protagonismo alguno en el conflicto. Y, para colmo, Rusia los recibió con interrogatorios y prisión, pues la legislación prohibía combatir como mercenario... (sí, pueden creerlo). Utkin se escabulló del castigo –tenía maña para ello– y fundó su propio grupo de mercenarios. El nombre que usó fue el de su indicativo de radio: Wagner. El compositor favorito de Hitler, por cierto. Este ucraniano y antiguo Spetsnatz no cometió el mismo error y registró el grupo en Argentina. Ya nadie podría cazarle.

Utkin, durante una de sus últimas apariciones en público ABC

Sobre el papel, los Wagner fueron alumbrados en el este separatista de Ucrania allá por 2014, tras la anexión de Crimea y la posterior ofensiva asimétrica que lanzó Rusia contra Kiev. Y de aquellos polvos, estos lodos. Sufragados por el magnate Evgueni Prigozhin. conocido como 'el cocinero de Putin', sus operadores han combatido en Libia, Sudán y la República Centroafricana, entre otras.

«Se nutre de antiguos combatientes rusos. Principalmente de la campaña de Chechenia, donde adquirieron experiencia», explica a ABC el investigador y experto en unidades especiales José Luis Hernández Garvi. El ensayista desvela que los soldados «provienen de unidades especiales como los populares spetsnaz» y que, mientras que las compañías mercenarias occidentales apuestan por combatientes jóvenes, hay constancia de operadores con hasta 40 y 50 años. «No pasa lo mismo con el resto, que usan veteranos de los Navy Seal, la Delta Force o el SAS que apenas superen la treintena», añade.

En lo que sí coinciden con sus colegas es en las controversias internacionales que han suscitado. En una resolución de 2021 'sobre violaciones de los derechos humanos por parte de empresas militares', el Parlamento Europeo cargó contra el Grupo Wagner por perpetrar «crímenes de guerra» y «acciones desestabilizadoras» en terceros países. El informe fue clarificador, pues confirmó que la organización cuenta «con 10.000 empleados» y que tenía relación directa con Putin y el GRU. El mismo presidente se refirió de forma velada a ellos durante la crisis de Ucrania en 2014 con las siguientes palabras: «Un grupo de empresas militares privadas sería un instrumento eficiente para alcanzar objetivos nacionales sin implicar directamente al Estado ruso». A nivel operativo, sin embargo, el Grupo Wagner ha padecido grandes derrotas.

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