Arte para sobrevivir al infierno de Annual: el talento desconocido del general Picasso

En su interior se encontraron toda la documentación recabada por el general Picasso en la exhaustiva investigación que llevó a cabo, entre agosto de 1921 y abril de 1922, para depurar las responsabilidades de la masacre sufrida en el norte de África, pocos meses antes, por el Ejército español. «Eran carpetas y carpetas llenas de papeles con las siniestras declaraciones de los soldados revelando todas las atrocidades sufridas. Se me caía el alma a los pies al leerlas», reconoce Isabel. «Los moros degollaban a nuestros soldados con una ferocidad salvaje, sin ningún tipo de piedad», confirmaba unos de los testimonios tomados por el militar a un superviviente que, tras fingir su muerte, había escapado de las tropas de Abd el-Krim con un dedo de la mano cercenado.

Junto a estos informes había también un sobre en el que alguien había escrito a lápiz: «Cartas sencillas de gente sencilla». Dentro, un buen número de misivas de españoles anónimos, algunos familiares de los caídos en Annual, en las que le agradecían al general Picasso su trabajo en la famosa investigación, que no habían visto la luz hasta que ABC las publicó en febrero. «Vuestro expediente ha llegado al corazón de las diez mil madres que piden una sanción para los asesinos de sus hijos. Sois el general del pueblo», puede leerse en una enviada desde Zaragoza.

Sin embargo, entre todos aquellos documentos había una sorpresa aún más inesperada, que revelaba un talento que el tío abuelo de Pablo Picasso había mantenido oculto durante toda su vida: una decena de cuadernos repletos de dibujos «alucinantes» que el general había realizado en sus cientos de viajes por toda España e, incluso, cuando ya se encontraba combatiendo como capitán en la Guerra de Marruecos. La familia conserva todavía hoy más de trescientos, en perfecto estado, que este diario publica ahora por primera vez en la prensa. «Son dibujos tomados del natural y que a nosotros, realmente, nos resultaron apasionantes», añade Adalberto Picasso, otro de los bisnietos del general.

Se trata de paisajes de Toledo, Guadalajara, Ceuta, Segovia, Granada y Sevilla, entre otras muchas ciudades, así como dibujos de castillos, monasterios, catedrales, puentes, calles, iglesias, molinos, monumentos famosos y hasta la casa de la familia Botín en Málaga en 1908 (circa), en un recorrido que acaba con sus pequeños estudios de viviendas tradicionales realizados en 1926. Se suman a esto un montón de bocetos con detalles arquitectónicos complejos y retratos de personas anónimas que se cruzaban en su camino. Todos ellos dan cuenta del virtuosismo que el famoso general Picasso tenía en el trazo, de su habilidad con el lápiz o la pluma y de cómo el arte arraigó en una familia que halló en la creación la forma y la necesidad de escapar a las asperezas de los hechos históricos que les tocó vivir.

«Al enterarme de su existencia por el nieto del general, Juan Carlos Picasso, me sorprendí bastante, pero cuando los vi por primera vez, la impresión fue mucho mayor. Me esperaba los típicos dibujos de un aficionado, pero no, son increíbles. Me quedé alucinado con su capacidad para dibujar y el nivelazo de los detalles, aunque algo más importante que eso: que muchos de los parajes, edificios, calles y monumentos que dibujó ya no existen. Ni siquiera en fotografías. Gracias a él, por lo tanto, sabemos hoy cómo eran esos lugares. Los inmortalizó», asegura Rafael Inglada, autor de 'Picasso antes del azul (1881-1901). Documentos familiares inéditos' (1995), uno de los mayores expertos en la vida y obra del pintor malagueño y comisario de la única exposición que se ha organizado con una selección de estos dibujos. Fue en 2016, en la Fundación Pablo Ruiz Picasso de Málaga. Desde entonces no se han vuelto a ver y nunca salieron en prensa.

Y, a continuación, añade: «Nunca quiso enseñárselos a nadie… ¡jamás! El general fue siempre un hombre muy reservado con sus cosas, incluso, en el plano militar y profesional. No quería destacar y, de hecho, no pidió hacerse cargo del famoso expediente, sino que le cayó por orden del Ministerio de Guerra. Su modestia era inmensa. Lo cierto es que, para un hombre que murió en 1935 con relevancia histórica, tampoco hay muchas fotografías de él. Si era modesto en el plano militar, imagínate en el plano artístico y personal. Nunca se le habría ocurrido mostrarlos o hacer una exposición».

Prueba de ello es el reportaje aparecido en 'La Atalaya' en agosto de 1922, cuando ya había entregado el expediente al ministro, soportando las críticas de los altos mandos del Ejército y de los estamentos políticos por haberlos señalado como responsables, pero guardando silencio por respeto a los más de diez mil españoles muertos en Annual. El corresponsal del diario, Alberto Espinosa, recordaba: «Los que estábamos en Melilla informando de la Guerra de Marruecos recibíamos cartas apremiantes de los directores de nuestros periódicos: 'Vean ustedes al general Picasso, entérense de lo que está haciendo, será una información interesantísima'. Pero nadie consiguió verlo. Llegó a constituir para nosotros una verdadera obsesión. Casi llegamos a creer que no existía, que se trataba de un ser imaginario».

Juan Picasso trabajó toda su vida igual que dibujó: de manera incansable y sin hacer ruido, pertrechado siempre con un cuaderno de campo y un lápiz o tinta, dispuesto a retratar algún paisaje que le hubiera conmovido. Y mientras su expediente tuvo consecuencias gigantescas para España –como el golpe de Estado de Primo de Rivera y, según muchos historiadores, de los acontecimientos más importantes de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo–, de sus dibujos jamás se supo nada... ni como curiosa anécdota.