Cartas inéditas de apoyo al general que señaló a los culpables de Annual: «Esta España desgraciada te necesita»
Un siglo después del desastre en el Rif de 1921, ABC accede en exclusiva a las misivas enviadas por españoles anónimos al militar que escribió el célebre 'Expediente Picasso' para agradecerle su exhaustiva investigación
Madrid
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Iniciar sesiónAl llegar a la casa de Adalberto Picasso en Madrid, nos encontramos desperdigadas sobre la mesa del salón decenas de cartas que no habían visto la luz hasta ahora, un siglo después de la matanza que acabó con la vida de más de 10. ... 000 soldados españoles en Annual. El bisnieto del general Juan Picasso González nos las muestra orgulloso. Primero una postal enviada desde Zaragoza el 27 de noviembre de 1922: «Vuestro expediente ha llegado al corazón de las diez mil madres que piden una sanción para los asesinos de sus hijos. Sois el general del pueblo, por haberlo servido con una honradez a la que no está acostumbrado».
Después, la carta de un campesino de Miraflores que «se une de corazón al omenaje (sic) que España entera le dedica». Un representante de Cáceres: «De hombres como usted necesita esta España desgraciada». Un procurador de Jaén: «Su conducta ha sido un grito de salvación. ¡Viva nuestro heroico general!». Y otra de Madrid dedicada «al militar que, con pundonor, ha desenmascarado a los cobardes de tan dolorosa página de nuestra historia».
El bisnieto recuerda perfectamente la impresión que le causaron la primera vez que las leyó. Estaban metidas en un sobre en el que alguien había escrito a lápiz: «Cartas sencillas de gente sencilla». El general Picasso las había guardado un siglo antes en un precioso y extraño baúl de zinc, con la documentación recabada en la exhaustiva investigación que llevó a cabo, durante nueve meses, para depurar las responsabilidades del desastre en el norte de África. «Carpetas y carpetas llenas de papeles con las siniestras declaraciones de los soldados revelando todas las atrocidades sufridas. Se me caía el alma a los pies al leerlas», reconoce la hermana de Adalberto, Isabel Picasso.
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El escritor Ramón J. Sender contó algunas durante aquellos años, como que las mujeres indígenas seguían a la retaguardia mora para torturar y rematar a los heridos españoles. O que les arrancaban las muelas mientras estaban vivos, para robarles el oro de las fundas y los empastes, antes de abrirles en canal a golpe de gumía. Una barbarie que fue confirmada también a Picasso por un superviviente que, tras fingir su muerte, había conseguido escapar de las tropas de Abd el-Krim con un dedo de la mano cercenado: «Los moros degollaban a nuestros soldados con una ferocidad salvaje, sin ningún tipo de piedad».
Dentro del armario
El mencionado baúl fue celosamente conservado por su hijo y su nieto durante décadas. Los bisnietos recuerdan verlo siempre dentro de un armario de su casa, cerrado con candado, sin que nadie de la familia hablara de su contenido ni de lo que pasó. «Era un tema tabú, como la Guerra Civil», advierte Isabel. Luego fue trasladado al despacho de su padre, hasta que ella y sus once hermanos decidieron que no podían dividirlo en partes y echar a perder unos documentos tan valiosos. En 2014 decidieron cederlo al Archivo General de Melilla con una condición: que los digitalizaran y se los dejaran consultar a quien quisiera.
Tan solo se quedaron algunos efectos personales y las mencionadas cartas de gratitud a las que ABC ha tenido acceso, ahora, en exclusiva. «Nos extrañó que todas fueran de noviembre de 1922, así que nos pusimos a investigar y descubrimos que habían sido enviadas después de que un diario de la época propusiera a sus lectores agradecerle a mi bisabuelo el informe. ¡Y llegaron desde todos los puntos de España! La gente reaccionó así porque creía que nunca iba a ver la luz», comenta Isabel, que nos enseña otra postal, esta vez sin firma: «Los españoles hacen este homenaje, maravillados porque, en esta época que atravesamos de servilismo político, militar y social, haya un hombre que se atreva a decir la verdad».
Algunas llevan membrete, pero la mayoría son simples trozos de papel. Están escritas por trabajadores de sectores muy dispares, como un director de escuela o un militar retirado. Unas fueron mecanografiadas y otras manuscritas, y algunas contienen faltas de ortografía. Las hay de cuatro folios y de una sola frase, como la de este estudiante de Magisterio de Madrid: «Al honrado y laureado Juan Picasso, en rendido homenaje a sus virtudes y con el anhelo de que se impongan las sanciones justas a los responsables de nuestro desastre, sin mirar que sean civiles o militares, para que la juventud pueda heredar una España grande y sin mancillar».
Españoles anónimos
Ninguna fue enviada por un ministro o un alto mando militar, solo españoles anónimos que querían agradecer al general su esfuerzo por esclarecer lo ocurrido en la derrota militar más grave de España en el siglo XX. En su artículo 'El expediente Picasso: la memoria de un inusual ejercicio de memoria', el historiador Alfonso Iglesias habla de «la mayor debacle sufrida por un ejército colonial europeo en territorio africano».
La magnitud de la tragedia fue tal, que el Gobierno se vio obligado a encargar una investigación para encontrar un chivo expiatorio. Sin embargo, para su sorpresa, el expediente fue mucho más allá. Picasso lo convirtió en un extenso y detallado informe de más de dos mil páginas en el que no tuvo miedo de apuntar muy alto: «Hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y de nuestro exceso de confianza [...] La oficialidad no cumplió sus promesas, en perjuicio de una patria que necesita no un Ejército que se sacrifique, sino uno que triunfe».
El expediente constituyó un ejercicio de memoria extraordinario, para cuya realización, el general empleó todo tipo de fuentes y siguió una cuidada metodología, analizando toda la documentación de las operaciones y los mapas de cada una de las 155 posiciones que se desmoronaron en apenas 20 días. Comprobó la escasa consolidación del avance y localizó con una minuciosidad sorprendente los lugares donde se produjeron las muertes. Describió el nefasto despliegue, la retirada desordenada, el comportamiento cobarde de algunos mandos y los errores políticos, que fueron señalados con dureza por el general.
Los errores políticos
Algunos diputados y mandos del Ejército se sintieron amenazados y trataron de impedir que viera la luz. Otros, simplemente, lo consideraban innecesario. El diputado socialista y futuro ministro republicano, Indalecio Prieto, llegó a declarar: «Veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel. He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades». El general, sin embargo, siguió trabajando en la sombra, sin ceder a las presiones, sin responder a los ataques de la prensa ni hacer declaraciones públicas… en el más absoluto silencio y con el respeto que merecían los muertos.
En agosto de 1922, un año después del desastre, el corresponsal de 'La Atalaya', Alberto Espinosa, recordaba: «Los que estábamos en Melilla haciendo información de la Guerra de Marruecos recibíamos cartas apremiantes de los directores de nuestros periódicos: 'Vean ustedes al general Picasso, entérense de lo que está haciendo, será una información interesantísima'. Pero nadie consiguió verlo. Llegó a constituir para nosotros una verdadera obsesión, y casi llegamos a creer que no existía, que se trataba de un ser imaginario».
El «secreto» del expediente
El periodista fue enviado a Cantabria en busca, una vez más, de Picasso, con el objetivo de arrancarle alguna declaración sobre su investigación. Marchó al balneario de Solares, donde le habían soplado que se encontraba de vacaciones junto a su esposa. Al final lo encontró en un tren camino de Santander, con «su nariz aguileña y esos ojos pardos que no revelan la energía de su espíritu». Asombrado, además, señalaba: «El hombre sentado frente a nosotros es el general que ha desentrañado el secreto de unos sucesos inexplicables y que sabe quiénes fueron los responsables de esa página luctuosa de la historia». Y, por último, se lanzó:
—No quisiera molestar, pero quiero hacerle algunas preguntas sobre la misión que fue usted a cumplir a Marruecos. Procuraré ser muy discreto.
—Excúseme, es una camisa que ya me he quitado.
—No me extraña su reserva. Lo admirable es que sus auxiliares y amanuenses guarden igual reserva. ¿Puede decirme cuáles tuvo?
—No, repito, no puedo decir nada.
—No pretendemos penetrar en el secreto del expediente…
—¡Ya se ha ordenado imprimir copias para los diputados!
—¿Tampoco nos dirá nada de las visitas que suponemos hizo a los lugares de la tragedia?
—Nada. Me va usted a dispensar…
El tal Espinosa cuenta también que, en ese momento, observó cómo la mujer de Picasso le miró sonriendo, como queriendo decirle: «No sé más que ustedes. Ni siquiera a mí me lo ha contado». Cuando salió a la luz, sin embargo, las consecuencias fueron enormes. Por ejemplo, el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, que se produjo en buena medida para frenar la labor de las dos comisiones de investigación que se formaron, pues el dictador y la mayoría de militares consideraban responsable de la tragedia al sistema político de la Restauración. Muchos historiadores creen que también repercutió en los acontecimientos más importantes de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo, mientras la figura del general, muerto en 1935, caía en el olvido.
«Creo que a mi bisabuelo no se le reconoció lo suficiente el enorme trabajo que hizo, ni en vida ni después de muerto. Eso se debe a que él fue quien sacó a la luz una parte de la historia de España que nadie quería que saliera», asegura Isabel. Y concluye Adalberto: «Mi bisabuelo hizo una cosa tan inusual que no fue bien visto por nadie. Siempre recuerdo una frase de mi abuela, que decía que menos mal que murió justo antes de estallar la Guerra Civil, porque si no se lo cargaban unos, lo habrían matado los otros».
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