La gesta suicida del general Picasso que salvó a cientos de españoles: «Salió al galope entre las balas»
La epopeya protagonizada por el responsable del 'Expediente Picasso' en 1893 fue destacada por la prensa internacional, que incluso dibujos a todo color para representarla
Madrid
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Iniciar sesión«Mi bisabuelo fue un hombre muy trabajador y minucioso, pero extremadamente reservado. Y no solo en las cuestiones públicas, también en las privadas», reconoce Adalberto Picasso a ABC. Su padre y su abuelo lo vivieron de primera, pues nunca escucharon al general encargado ... del famoso 'Expediente Picasso' alardear de sus hazañas ni contar absolutamente nada de aquella investigación que llevó a cabo, en 1922, para depurar las responsabilidades de Annual y sus más de diez mil españoles muertos por las negligencias del Gobierno y el Ejército.
Baste recordar que el golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, se produjo en buena medida para frenar la labor de las dos comisiones de investigación que se formaron después de que se hiciera público dicho expediente, pues el dictador y la mayoría de militares consideraban responsable de la tragedia al sistema político de la Restauración. Muchos historiadores creen, además, que su trabajo repercutió en los acontecimientos más importantes de la Segunda República, la Guerra Civil y hasta el franquismo, a pesar de lo cual, al general Juan Picasso González nunca le gustó hablar de ello antes de morir en 1935.
Prueba de ello son las decenas de cartas que ABC publicó en exclusiva hace dos semanas, en las que españoles anónimos agradecían al general su investigación, y que habían estado guardadas en un baúl de la vivienda familiar durante un siglo. Por eso tampoco sacó pecho de la proeza protagonizada en 1893 que vamos a contarles a continuación, en la que el entonces capitán Picasso se jugó la vida para salvar a sus compañeros. Le valió el ascenso a comandante por méritos de guerra y la Cruz Laureada de San Fernando, la condecoración militar más preciada de España.
Cartas inéditas de apoyo al general que señaló a los culpables de Annual: «Esta España desgraciada te necesita»
Israel VianaUn siglo después del desastre en el Rif de 1921, ABC accede en exclusiva a las misivas enviadas por españoles anónimos al militar que escribió el célebre 'Expediente Picasso' para agradecerle su exhaustiva investigación
Pongámonos en antecedentes. Tres años antes, Picasso había sido elegido como parte de la comisión para replantear los límites de Melilla. Allí realizó un plano por el que recibió la Cruz de primera clase al Mérito Militar con distintivo blanco, gracias al cual se realizaron una serie de fortificaciones para prevenir y defenderse de posibles agresiones de las cabilas rifeñas. El primer enfrentamiento se produjo en 1859 y dio el pistoletazo de salida a la Guerra de África.
La Guerra de Margallo
Tras retrasarlo en varias ocasiones por una serie de protestas por parte de los autóctonos, el Gobierno español decidió finalmente empezar a construir la fortificación de Sidi-Guariach –hoy conocido como el Fuerte de la Purísima Concepción y considerado Bien de Interés Cultural– en septiembre de 1893. Estas instalaciones se proyectaron para defender precisamente la frontera de Melilla, aunque a sus vecinos marroquíes no les gustaba en absoluto, puesto que desde él se dominaba tanto la mezquita como su cementerio.
«Lo que se construía durante el día, los moros lo destruían por la noche. En esa tesitura se siguió hasta el 2 de octubre cuando, al comenzar los trabajos, los cabileños abrieron fuego inmisericorde contra los trabajadores, que eran penados del presidio, y la pequeña guarnición que los vigilaba y defendía. Pese a los intentos de ir en ayuda de los sitiados, lo cierto es que finalmente el general Juan García Margallo, comandante general de Melilla, tuvo que ordenar la retirada y abandonó las posiciones más avanzadas», contaba Adalberto Picasso en el artículo 'General Picasso: biografía y memoria familiar', publicado en la revista 'Trápana'.
Aquel día murieron 19 españoles y resultaron heridos una treintena. A pesar del daño recibido, el Gobierno español no respondió a la altura del ataque, tal y como explicaba el historiador Agustín Ramón Rodríguez en 'La guerra de Melilla en 1893' (Almena, 2008): «Las tropas españolas no pudieron pasar al contraataque para recuperar el territorio perdido, ya que se les negó el derecho a responder a los tiroteos del enemigo. Solamente podían abrir fuego en caso de producirse un ataque en toda regla por parte de los rifeños».
Fuerte de Cabrerizas
En los siguientes días tan solo se produjeron pequeñas escaramuzas, mientras llegaban a Melilla nuevas tropas desde la península. Con ellas, el 27 de octubre se inició el avance para reconquistar el territorio ocupado por los marroquíes. Todo se complicó cuando se produjo un encuentro fortuito con un grupo de cabileños a los que el Ejército español dio el alto. Estos, furiosos, comenzaron a proferir insultos y lanzar piedras, lo que provocó que un soldado español realizara un disparo al aire para dispersar a la turba.
Llamados por el ruido, comenzaron a llegar otros muchos rifeños. El aumento de la tensión hizo que aquel en principio pequeño incidente desembocara en un enfrentamiento armado en el que los soldados españoles atrincherados en el Fuerte de Cabrerizas Altas quedaron absolutamente rodeados, sin apenas alimentos ni munición. Aunque se desconoce el número exacto, debió ser muy alto, porque entre este y los otros dos fuertes cercanos, España contaba con más de quinientos hombres.
Los dos generales que había al mando de esta plaza –Margallo, al frente de las tropas, y Ortega, que había acudido en su ayuda desde Rostrogordo– tenían poco margen de maniobra. El cable del teléfono, inventado poco antes, lo habían cortado los cabileños. La situación era desesperada. Uno de los supervivientes relataba así su experiencia a la revista 'La Hormiga de Oro': «Ni yo sé cómo nos quedamos atrapados en el fuerte. Fuimos con las tropas a contemplar cómo desalojaban a los moros que estaban en las trincheras, y la verdad es que nunca me figuré que fueran tan bárbaros y valientes. Meternos en el fuerte y quedar completamente cercados fue todo uno. Parecía que brotaban del centro de la tierra como muertos envueltos en sus sudarios, como resucitando al sonar las trompetas del Juicio Final».
«A galope tendido»
Ante esta situación, los generales al mando tuvieron que recurrir a una acción suicida, que Adalberto Picasso recuerda así: «Margallo pensó en utilizar el teléfono de Rostrogordo, pero había que enviar a un emisario en una misión arriesgadísima, ya que el fuerte seguía absolutamente rodeado. Reunió a sus oficiales en el patio y, enseguida, se presentó el capitán Picasso para ejecutar la orden». Su hermana Isabel reconoce a ABC que este era el episodio que más le gustaba contar a su padre: «Sentía una adoración tremenda su abuelo, a pesar de que era pequeño cuando este murió. Al contarnos la hazaña, repetía que era una persona muy íntegra y honesta que había demostrado una gran valentía al presentarse voluntario».
El corresponsal de 'El Siglo Futuro', Ramón García Rodrigo Nocedal, destacaba ese mismo momento en su libro 'La campaña de Melilla', publicado en 1894: «Salieron los generales al patio, dieron la orden, y en el acto se destacó de entre el grupo de oficiales que la recibieron, el capitán de Estado Mayor, el señor Picazo (sic). Sin hablar una palabra, saludó, montó a caballo y, seguido de dos batidores de caballería, enfiló la puerta y salió a galope tendido».
El inicio de aquella aventura se produjo en medio del fuego de los rifeños, que se quedaron sorprendidos por la valentía del joven jinete. «Debía de ser muy buen jinete, a juzgar por la relación que tuvo siempre con los caballos y por la forma en que atravesó las líneas enemigas, en medio de las balas, para salvar la vida a sus compañeros», añade Isabel de su bisabuelo, que llegó a Rostrogordo. Desde la terraza de Cabrerizas Altas, estos le vieron entrar en el siguiente fuerte e irrumpieron en gritos de alegría.
La llegada de Picasso
Al llegar, sin embargo, Picasso tampoco pudo enviar la petición de refuerzos desde allí porque las líneas también habían sido cortadas. Lo que ocurrió a continuación, lo relató igualmente Rodrigo Nocedal: «De repente, nuestros soldados vieron pasar por las astilleras, como un rayo en dirección a la plaza, el caballo del bravo oficial entre una nube de balas que se cruzaban por delante y por encima de él. En el primer momento se pensó que el caballo iba solo y se temió una desgracia, pero al fijar la atención podías distinguir la figura del jinete, formando una línea horizontal y paralela con el noble animal, en una vertiginosa carrera trazaba en el espacio».
Según Adalberto Picasso, que viajó en 2014 con su familia hasta la zona, el recorrido desde Cabrerizas Altas hasta Rostrogordo es de aproximadamente un kilómetro, mientras que desde este punto hasta la plaza de Melilla, 3,1: «Si el primer recorrido fue arriesgado, aventurarse en el segundo se puede calificar de temeridad. Toda la galopada fue acompañada de gritos de ánimo por parte de los soldados que jalearon al capitán desde todas las posiciones ocupadas».
Al encontrarse los dos generales atrapados en Cabrerizas Altas, el máximo mando de la plaza de Melilla era el coronel Alfredo Casellas, que había empezado a preparar el envío de refuerzos. Sin embargo, la llegada de Picasso con órdenes directas y una descripción mucho más detallada de la angustiosa situación de sus compañeros, fue decisiva para que se acelerara el rescate y la operación tuviera éxito. «Salvó la vida de muchísima gente, de muchos soldados que estaban asediados en el fuerte. Eso fue lo que le hizo merecer la Cruz Laureada de San Fernando», subraya Isabel.
Durante décadas, los bisnietos del general Picasso guardaron un ejemplar de 'Le Monde Illustré' en el que se destacó la acción de su bisabuelo, que en aquel momento tenía 36 años «Para nosotros significa mucho», apunta Adalberto. La célebre revista francesa incluyó un dibujo de gran calidad, a doble página y a color, realizado por su corresponsal de guerra, M. Romberg. El mismo, además de ilustrar este reportaje, ha estado enmarcado toda la vida en su casa, como excusa para que su padre les relatara la proeza desde que eran niños.
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