El niño español que no tembló frente a Abd el-Krim: «¿Qué miedo voy a tener si han matado a mi padre?»
Un ataque por sorpresa de los rifeños sorprendió al pequeño Laureano, de 8 años, cuando estaba de vacaciones con su padre militar cerca de Melilla
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‘Relato de un niño cautivo que tiene 8 años y un balazo sobre el corazón’. La historia que anunciaba ABC con este titular es una de las más tristes e insólitas que se pueden leer sobre la Guerra de Marruecos. Se publicó el 18 de agosto de 1921, pocos después del desastre de Annual, y relata los días en que el capitán vitoriano y exgobernador de Baleares, Cándido Irazábal, decidió llevarse a su hijo Laureano de vacaciones a su cuartel en Bu Ermana, cerca de Melilla, en vista de que, aparentemente, se encontraba fuera de peligro.
+ infoNo llevaban mucho tiempo allí cuando un ataque de los rifeños les cogió por sorpresa. La guarnición se quedó atrapada bajo el fuego enemigo, tal y como contó el niño en la entrevista que le hizo el corresponsal de este diario, Gregorio Corrochano, nada más ser liberado: «Vinieron los moros a atacarnos y ya no pude salir.
Me puse al lado de mi padre, que era jefe de la posición y tenía que defenderla. No quería que estuviera con él, pero el asistente no estaba y yo solo quería estar con mi padre. En ese momento, me dieron un balazo. Mírelo usted [el hijo muestra el pecho]. No quise decirle nada para no asustarle, pero enseguida lo notó y me preguntó: ‘¿Te duele?’. Y aunque, efectivamente, me dolía, le dije que no».
«Los moros le decían a mi padre que se rindiera –continuó–, pero no quiso. Nos íbamos quedando solos. Los que no habían muerto, huían. Al ver que nos abandonaban, mi padre me cogió debajo del brazo y se fue retirando mientras disparaba con su pistola. Le dieron un balazo en la pierna y nos caímos. Se levantó, me recogió y siguió disparando. Otra vez le hirieron en el pecho y cayó encima de mí. La cantinera del puesto que nos seguía, se acercó a cogerme y la mataron de un balazo en la cabeza. Yo me quedé abrazado a mi padre, llamándole, pero no contestaba. Yo creo que no estaba muerto, porque se movía la herida. Así estuve hasta que me cogió un moro y me llevó con él. Quise decirle que cogieran también a mi padre, pero no lo hice por miedo a que lo acabaran de matar [...]. A los dos días pasé con el mismo moro por donde se quedó mi padre y miré bien, pero ya no estaba allí, se lo habían llevado como a mí».
+ infoEl pequeño Laureano se equivocaba. Su muerte fue confirmada por la carta que recibió su familia desde la Comandancia de Melilla, donde destacaba «la heroica defensa y el ejemplar final que tuvo en presencia de su hijo, que está a salvo y comió con el general Berenguer y sus ayudantes». El niño había sido liberado el día que se encontró con nuestro corresponsal, al que le contó también su encuentro con el líder de los rifeños, tras ser apresado y separado de su padre: «Señor, a los dos o tres días me llevaron con Abd el-Krim, que me preguntó:
—¿Eres tú el hijo del capitán Irazábal?
—Sí, señor.
—¿Y tienes miedo?
—¿Qué miedo voy a tener si han matado a mi padre?
—En vista de que eres un valiente y que hoy es día de zoco, toma dos duros y compra lo que quieras.
Me acompañó un moro y compramos una sandía que me costó cuatro pesetas. Me acordaba de mi madre, que siempre me decía que me iban a hacer daño. Pues ya ve usted, me la comí entera y no me pasó nada. Con los moros grandes me llevaba bien y me defendían de los chicos que me pegaban. Había una niña que se hizo muy amiga mía, que era la que me curaba la herida con agua y aceite y me cuidaba. Cuando me embarqué sentí mucho dejarla, porque era una mora muy buena. Cuando me despedí de Abd el-Krim, me regaló un libro de Geografía y me dijo: ‘Estudia. Lo primero que un hombre debe saber es cómo es el mundo’. Me dio un beso y se fue. Yo creo que él también es bueno», aseguró el pequeño Laureano, que dos años después recibió la Medalla de Sufrimientos por la Patria.
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