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El misterioso y último viaje de incógnito a España de Picasso durante la Segunda República

Entre junio y septiembre de 1934, el pintor malagueño estuvo por última vez en su país, sin que ningún medio de comunicación se percatara, salvo la revista ‘Blanco y Negro’, que realizó un amplio despliegue de cinco páginas para reivindicar su figura

Reportaje de 'Blanco y Negro', escrito por Manuel Abril, sobre el viaje de incógnito de Picasso a España en 1934
Reportaje de 'Blanco y Negro', escrito por Manuel Abril, sobre el viaje de incógnito de Picasso a España en 1934 - ARCHIVO ABC
MadridActualizado:

«Ha estado en Madrid el pintor Pablo Picasso. A nadie le ha dicho ‘allá voy" y a nadie le ha dicho ‘aquí estoy’. Lo encontró un amigo en la calle. Quedaron citados, pero no fue. Descubrió otro amigo el hotel donde se hospedaba en Madrid, donde le dijeron: ‘Sí, está aquí el señor Picasso’. Pero cuando alguien volvió a telefonear para citarle, contestaron: ‘Aquí no está ese señor’, y desapareció Pablo Picasso». Con estas misteriosas escenas comenzaba el poeta Manuel Abril el amplio reportaje publicado en la revista ‘Blanco y Negro’, el 9 de septiembre de 1934, sobre el viaje que el famoso pintor malagueño estaba realizando a escondidas por España.

Tal y como tituló Abril, fue un ‘viaje de incógnito’ que le llevó, entre junio y septiembre, a San Sebastián, Burgos, Madrid, El Escorial, Toledo, Zaragoza y Barcelona, en compañía de su mujer, Olga Jojlova, y su hijo Pablo, según desveló años después su biógrafo, Josep Palau i Fabre.

Fue también la última vez que Picasso pisó España, firme en su negativa de no regresar a su país, tras la Guerra Civil, hasta que no volviera la democracia. Solo el diario barcelonés ‘La Publicitat’ reseñó, a posteriori, la visita del artista al Museo de Arte de Cataluña, en Montjuich. ‘Blanco y Negro’ fue, por lo tanto, la única revista que se hizo eco de aquel desconocido periplo veraniego que el pintor no quiso pregonar y que solo el poeta madrileño reveló en exclusiva para los lectores de esta casa.

A día de hoy, todavía no hay una explicación clara de porqué Picasso no quiso hacer pública su estancia, teniendo en cuenta que no se prodigaba mucho por el país que le tenía ya como uno de los más grandes pintores de su historia y que faltaban unos años, todavía, para que regímenes como el Hitler y Franco le declararan «artista degenerado». Tampoco se sabe porque a todos los medios españoles, salvo ABC, se les escapó tan importante visita. Así lo explicaba Abril en ‘Blanco y Negro’: «Ahora, hace unos días, cuando Picasso estaba en Madrid, fue un periodista extranjero, delegado-jefe de una agencia internacional periodística, el que quería encontrar a todo trance el paradero de Pablo Picasso, con el objetivo de obtener una interviú para transmitirla a su agencia. Es por este y por otros como él, por lo que Picasso andaba jugando al escondite».

«Picasso es ya fama pasada»

En 1973, historiador del arte Julián Gállego recordaba las críticas vertidas por Abril al en su artículo: «Comentó con indignado asombro hacia sus compatriotas, no hacia Picasso, claro, que no quisieran percatarse de su excepcional presencia, como tampoco quisieron percatarse de su genio. En 1934, ya aseguraban que había dejado de ser español. Los listillos de la época, los bien enterados, afirmaban categóricos que ‘Picasso es ya una fama pasada y que su última exposición en París había sido un fracaso completo».

Reportaje de Julián Gállego, en 'Blanco y Negro', sobre el viaje de Picasso en 1934+ info
Reportaje de Julián Gállego, en 'Blanco y Negro', sobre el viaje de Picasso en 1934 - ARCHIVO ABC

Faltaban tres años para el bombardeo de Guernica y la mente de Picasso andaba por otros derroteros, pero según defendió la especialista Émile Bouvard, fue en aquel viaje donde descubrió los ‘Desastres de la guerra’, de Goya, que le sirvió de fuentes de inspiración para su cuadro más famoso. En España también realizó una serie de toros pintados, dibujados y grabados y las esculturas ‘Femme au feuillage’ y ‘Femme à l'orange’, que se encuentran en el Museo Picasso de Paris. Visitó igualmente el Museo de Arte de Cataluña, en Barcelona, y estudió los manuscritos románticos, cuyas reproducciones se caracterizaban por las deformaciones de los detalles iconográficos con las que él quería conseguir mayor expresividad en sus obras. Apunta Enrique Mallén, en ‘La sintaxis de la carne: Pablo Picasso y Marie Thérèse Walter’, que aquel mismo día, 22 de septiembre, grabó su ‘Minotauro ciego guiado por una niña’.

Contaba su amigo John Richardson a ABC, en 2009, que durante aquel viaje pintor malagueño aceptó una invitación a cenar en San Sebastián con José Antonio Primo de Rivera: «Mucha gente dice que eso es imposible, que Picasso no habría ido nunca. ¡Pero fue! Y un asistente a aquella cita comentó que los ojos de Picasso le recordaban los del ‘héroe’ Benito Mussolini. Hay versiones que dicen que al oír esto, Picasso se fue horrorizado a coger el primer tren de vuelta a París. ¡Pero es mentira! Se quedó por lo menos tres días más en San Sebastián, siendo paseado y entretenido, asistiendo a cenas [...]. A mí me parece normal que Picasso y Primo de Rivera se trataran. Los dos provenían del mismo tipo de familia andaluza».

Pablo Picasso, pintando el 'Guernica' en 1937+ info
Pablo Picasso, pintando el 'Guernica' en 1937 - ARCHIVO ABC

«El pintor deleznable»

En su artículo sobre el viaje secreto de Picasso, Abril aprovecha para echar por tierra las recientes críticas que el artista ha recibido en la España republicana por un sector del mundo del Arte, que insiste en que su exposición de París había sido un fracaso. Por eso el poeta cuenta sus recientes visitas a Copenhague y Zurich para comprobar la amplia presencia del pintor en los museos más importantes. «Suponiendo que Picasso sea un pintor deleznable y que siempre lo haya sido; suponiendo que sus triunfos hayan sido fabricados, como dicen, por manejos y sofismas de marchante; suponiendo que su fama se encuentra ya derrumbada y por los suelos, ¿es decoroso y patriótico que los demás, en todo el mundo, honren de todas maneras a este hombre y sea solo aquí donde se le desatiende o ataque?», se preguntaba.

En 1973, en el recordatorio de este viaje poco después de la muerte del pintor, Gállego concluía su artículo con el mismo tono de crítica: «Siento cierta amargura. Ahora hablan todos de la herencia de Picasso, como si se tratara de un pariente que se hizo rico en América y que durante su vida no nos daba ni frío ni calor. Sentimos lo que nos toca de responsabilidad en la ingratitud, en el silencio que ya denunciaba Manuel Abril en 1934, cuando terminaba su reportaje diciendo: ‘Lo malo no es que Picasso haya pasado en carne y hueso por Madrid, completamente de incógnito, lo peor es que su espíritu ha podido pasar también sin que nadie entere’ Picasso ha emprendido hace unos días su viaje de incógnito definitivo. Espero que el otro viaje de 90 años que hizo por el mundo, casi un siglo de amor a España, sea cada vez más apreciado por los españoles. Picasso es un orgullo nacional que hemos de reivindicar, aunque no hayamos sabido merecer».

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