Los temerarias misiones en globo con las que España aniquiló a las tribus guerreras de Marruecos en 1909
Se trata de uno de los primeros experimentos realizados por el Ejército del Aire, impulsado por el visionario general José Marina Vega, en contra de la opinión de sus colegas ante las matanzas provocadas por los rifeños en los primeros compases de la Guerra de Marruecos
Israel Viana
Prácticamente ningún general del Ejército español creía en los globos aerostáticos cuando los marroquíes atacaron por sorpresa, en 1909, a un grupo de obreros traídos desde España, por la Compañía de Minas del Rif, para trabajar en la construcción de un puente sobre ... el barranco de Beni Enzar . Seis de ellos murieron y el resto logró huir de chiripa hasta refugiarse en el campamento del Hipódromo, en el barranco del Lobo, cerca de Melilla. ¿De qué podía servir aquel vehículo tan poco experimentado, inútil y engorroso que flotaba en el aire, cuando un grupo de ‘moros’ se acercaba sigiloso por tierra para asestar uno de sus golpes?
La operación de venganza realizada al día siguiente parecía dar la razón a los escépticos. Fue realizada por tres pequeñas columnas contra las tropas del nuevo líder tribal Mohamed Ameziane el Mizzian , autor de la matanza, que se saldó con la rápida ocupación de la loma de Sidi Musa y las posiciones de Sidi Hamet Hach y Sidi Alí. Todo parecía estar de nuevo en su sitio y no había hecho falta echar mano de ningún experimento extraño. Sin embargo, el gobernador militar de Melilla, José Marina (Figueras, 1850 - Madrid, 1926), no las tenía todas consigo y hacía tiempo que venía pensando en utilizar los menospreciados globos.
El visionario general disponía entonces de 240 jefes y oficiales y 5.460 soldados de tropa para defender la importante plaza de Melilla y sus alrededores, los destacamentos de La Restinga y Cabo de Agua, las plazas menores de las islas de Alhucemas y Chafarinas y el peñón de Vélez de la Gomera. Demasiado territorio para tan escaso contingente, pensaba, por muy confiado que este estuviera en sus posibilidades. Marina sabía que los ataques se recrudecerían y solicitó al Gobierno más tropas y artillería , pero haciendo especial hincapié en que le enviaran, por favor, una sección aerostática.
El monte Gurugú
La razón de esta singular solicitud era la dificultad de los soldados españoles para moverse en los desconocidos y complejos territorios que iban ocupando, especialmente en el sector del monte Gurugú , del que no sabían absolutamente nada. «Se trataba de una accidentada orografía que ocultaba en sus profundos barrancos los ignorados caminos y velados campamentos que permitían al enemigo preparar emboscadas para sorprender a las tropas españolas con acciones muy cruentas. La pobre idea que se tenía estaba basada en las inseguras informaciones de unos indígenas que se decían amigos, de ahí que el general Marina esperara mucho de los globos, pues creía que le podían desvelar los misterios del fatídico monte», contaba el coronel de Aviación Emilio Herrera Alonso, en el artículo ‘Melilla: 1909. La aerostación en campaña’ (Revista Aeroplano, 1989).
La petición del general Marina fue aceptada y el 24 de julio de 1909 el parque de Aerostación de Guadalajara recibía la orden del Ministerio de la Guerra: « Disponga lo necesario para que una sección de la unidad de globos pueda ser trasladada a Melilla para tomar parte en las operaciones que se proyectan». La noticia llenó de satisfacción al personal, pues había llegado su momento de demostrar ante el enemigo y en el campo de batalla su preparación, su pericia en el aire y su valor, tras años de preparación.
Al mando de esta unidad se puso al capitán Antonio Gordejuela , que estaba formada por cuatro tenientes pilotos —incluido Ortiz Echague, experto en fotografía aérea—, cinco sargentos, 102 cabos y soldados, un médico y un veterinario. El material que se llevaron consistía en un globo-cometa de tipo Parseval, llamado Reina Victoria ; un globo esférico, el Urano ; 12 carros de gas, dos furgones y un carro catalán, además de 120 mulas y caballos. El día 27 fueron despedidos entre vítores y aplausos por la población de Guadalajara, el 31 llegaron al campamento del Hipódromo y el 2 de agosto, los dos globos estaban listos para actuar.
La primera prueba
El esperado bautismo de fuego se produjo al día siguiente, cuando los rifeños atacaron el blocao Velarde, una pequeña fortificación avanzada que los españoles tuvieron que defender con una pequeña columna mandada por el entonces coronel Miguel Primo de Rivera , futuro dictador de España. A las diez de la mañana, el capitán Gordejuela se elevó rápidamente con el Urano hasta los 700 metros de altura y descubrió el primer campamento rifeño formado por 300 o 400 guerreros. Eso permitió que las baterías de Fuerte Camellos enterraran las cureñas de los cañones para ganar alcance y bombardearan al enemigo con una precisión milimétrica, provocando una gran matanza entre los enemigos y dispersando a los supervivientes.
Aquel mismo día se realizaron dos ascensiones más. En una de ellas, el capitán Herrera levantó un croquis del terreno que los españoles iban ocupando, especialmente del Gurugú, que empezaba a revelar los secretos de su complicada orografía por medio de los globos. El 5 de agosto, un oficial acompañó al teniente Fernández Mulero, que pilotaba el Urano, para fijar la posición de varios grupos armados más. En especial, uno muy nutrido que ocupaba una llanura cerca de Nador , que estaba llevando a cabo importantes trabajos de fortificación.
Contra todo pronóstico, los globos se acabaron convirtiendo en un elemento indispensable que los rifeños no podían contrarrestar . Sobre todo, cuando comenzaron a dirigir el fuego artillero desde tierra y desde los cruceros en el Mediterráneo, además de las tareas topográficas y de observación. Un buen ejemplo son las ascensiones que se realizaron a partir del 9 de agosto, tras varios días suspendidas por un temporal, en las que el Urano y el Reina Victoria descubrieron nuevos núcleos de soldados rebeldes e informaron detalladamente de su posición, a través de la radio, para que las baterías atacaran con mucha más precisión.
No es juego limpio
Los marroquíes disparaban una y otra vez contra los globos sin que las balas les hicieran el más mínimo rasguño , pues se encontraban muy lejos en el aire. Los pilotos, mientras tanto, observaban desde el cielo cómo estos recogían a sus heridos y huían en todas direcciones, dejando sobre el terreno a un montón de cadáveres. «No tardaría en conocerse la indignación de los moros porque los españoles emplearan la artillería, las ametralladoras y, sobre todo, los globos, a los que empezaron a llamar 'los ojos del general Marina’. No les parecía un juego limpio», comentaba el coronel Herrera en su artículo.
Cuando llevaban tres semanas de campaña, los españoles y los rifeños empezaron a valorar como se merece el papel de los globos. Por esas misma fecha, el diario ABC publicaba la primera fotografía aérea de la prensa mundial , realizada por Ramón Alba, en Melilla, desde uno de estos aerostatos. El Estado Mayor, pese a la prevención obstinada de algunos jefes, también acabó reconociendo su utilidad en lo que a la afectividad de las ofensivas se refiere, así como el efecto que tenían sobre la moral de las tropas, que sabían que alguien velaba por su seguridad desde el aire y mantenía a raya al enemigo. Su presencia, por el contrario, aterrorizaba a los moros, que se sentían siempre al descubierto. Con ellos en el cielo eran conscientes de que no podían realizar ataques por sorpresa ni esconderse de la artillería.
El 30 de septiembre, los globos volvieron a demostrar su valía al alertar de la presencia de más de 16.000 soldados de las cabilas del Rif en las cercanías del monte Gurugú. Eso permitió la retirada escalonada de las tropas de reconocimiento, no dejando atrás a un solo soldado herido y no llegando a perderse ni una sola pieza de artillería. Una situación similar se produjo el 17 de octubre, con la complicación de que los marroquíes llegaron a cortar el cable telefónico. El problema fue solventado con astucia por los españoles, que transmitieron los datos con la bocina.
La huida continua
El 7 de noviembre de 1909, nuestras tropas llegaron hasta Hidum y Taguilmamin, guiados igualmente por los globos. Los marroquíes habían sufrido ya de manera tan sangrante la precisión de la artillería, apoyada desde el aire por aquellos temerarios pilotos españoles, que durante aquellos días se limitaron a escapar de sus posiciones en cuanto veían a los aerostatos acercarse. La eficacia de estos fue proverbial, no había ya ninguna duda.
El 8 de noviembre, ABC publicaba las siguientes declaraciones del general Marina , que reflejaban a la perfección lo inminente victoria: «El objetivo de la campaña, en lo principal, se puede dar por terminado. Nuestra línea militar tiene ya longitudinalmente cerca de 100 kilómetros y ejercemos, si no soberanía, porque esta palabra estaría reñida con el Acta de Algeciras, sí protección. O mejor dicho, dominio, en un territorio que abarca un área de 300 kilómetros cuadrados aproximadamente».
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