Las rarezas del rey loco de Esparta: de llevar su reino a la cumbre a cortarse las carnes a jirones
La monarquía de este reino heleno era una diarquía, esto es, un sistema en el que reinan a la vez dos personas, representantes de dos dinastías distintas. Los choques entre ambos eran inevitables
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Iniciar sesiónLa monarquía espartana es uno de los escasos y extraños casos de diarquía en la antigüedad, esto es, un sistema en el que reinan a la vez dos personas, representantes de dos dinastías distintas. Un concepto que también aparece en Cartago e incluso en Roma, ... cuya herencia más evidente estuvo en los cónsules republicanos que gobernaban a la vez. Precisamente el mayor desastre militar de la historia romana, la batalla de Cannas (216 a. C), demostró las desventajas de tener el poder absoluto dividido entre dos personas. Eso sin mencionar lo irresistible que es para los que quieren medrar y conjurar en la Corte poder bascular entre dos bandos.
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Las dos dinastías espartanas eran los agíadas y los euripóntidas, que compartían antepasados comunes y cada uno tenía su propio rey, tal vez como remanente de dos tribus que se unieron y decidieron compartir el poder en otro tiempo. No obstante, la mitología griega relata que los dos primeros diarcos fueron Proeles y Euristenes, hijos gemelos del Rey Aristodemo, descendiente de Hércules, que reinaron juntos en Esparta ante la imposibilidad de distinguir quién era el mayor.
El poder real descansaba realmente en una asamblea de guerreros, «apella», y en un consejo de ancianos, «gerousia», formado por los dos reyes y otros 28 miembros
Los diarcas no se repartían el poder, sino que ambos ostentaban las mismas responsabilidades, como explica Nic Fields en su libro ‘La leyenda de los 300: Termópilas’ (Osprey Ediciones). Los dos reyes eran sacerdotes de Zeus, ambos eran jefes militares permanentes y en un principio podían salir de campaña juntos o por separado, lo cual cambió por los problemas generados sobre el terreno. Con el tiempo se prohibió que los dos reyes dirigiesen a la vez al Ejército, de modo que uno se quedaría en la ciudad, mientras el otro salía en campaña militar.
Reyes locos, reyes rivales
Aristóteles definió esta diarquía como un generalato hereditario y vitalicio. Pero que fuera hereditario no hacía de este sistema una monarquía en sí. El poder real descansaba realmente en una asamblea de guerreros, «apella», y en un consejo de ancianos, «gerousia» , formado por los dos reyes y otros 28 miembros elegidos entre los espartanos de más de 60 años. En este sentido, estos dos órganos tenían capacidad para deponer o mandar al exilio a los reyes, si bien los diarcas espartanos se encargaron de mantener bajo su control ambas asambleas aprovechando sus victorias militares para aumentar poder. El frágil equilibrio entre las instituciones reguladas por la Retra ( la Ley suprema espartana ) fue el denominador común de este reino griego.
Uno de sus reyes, Cleómenes, consiguió romper estas restricciones y convertir a Esparta en la primera potencia de Grecia entre 520 y 488 a.C a base de métodos poco convencionales. Las fuentes antiguas, casi todas favorables a Atenas, lo presentan como un hombre colérico, inestable, ávaro y dominado por las visiones proféticas. A principios de su reinado, Cleómenes invadió la región de Atenas y derrocó al tirano Hipias, lo que le situó como el hombre que conducía las riendas de este territorio históricamente hostil a Esparta. Su apodo del ‘ rey loco ’ lo dice todo sobre el odio que sus enemigos cultivaron contra él.
Cleómenes debía compartir el poder con Demarato, miembro de la otra casa real y contrario a la política exterior del primero. No respaldaba su estrategia con Atenas, ni su reestructuración de la economía espartana, ni sus campañas por la península del Peloponeso llenas de arranques e intereses personales. La tensión entre ambos fue creciendo con el paso de los años, en tanto los seguidores de Demarato se dedicaban a difamar a Cleómenes aprovechando sus largas ausencias de la ciudad. Este grupo trabajó cada vez de manera menos sigilosa para frenar las empresas de Cleómenes.
En esta guerra dinástica, Cleómenes contestó sembrando dudas sobre la legitimidad de su compañero en el trono, de modo que exigió que se consultase al oráculo de Delfos, sobornado previamente por él, sobre la sangre de Demarato . La respuesta de Delfos fue que este era no hijo legítimo y debía ser destronado. Cleómenes logró expulsar de Estarta a su colega, que se refugió en la corte del persa Darío. En su lugar, colocó a Leotíquidas , que imaginaba más moldeable.
Cuando tiempo después se hizo público el soborno al sagrado oráculo y otras transgresiones religiosas, Cleómenes cayó en desgracia y también huyó fuera de Esparta. A su regreso a casa, sufrió un ataque de locura y empezó a dar bastonazos en la cara a los que se cruzaban con él. Cuenta la leyenda que fue encadenado a un cepo, pero cierto día en que quedó bajo la vigilancia de un ilota (un esclavo), el rey depuesto le pidió un cuchillo para, según escribe Heródoto, «herirse desde las piernas», de modo que iba «cortando las carnes a jirones fue subiendo hacia los muslos, y desde los muslos hacia las caderas y las ijadas hasta que llegó al vientre y tras cortárselo en pedazos murió ».
La diarquía más allá de Esparta
Otras potencias antiguas también emplearon fórmulas parecidas a la espartana, entre ellas Cartago, algunas tribus de Dacia y Germania , y la propia Roma. En los inciertos primeros años de la fundación de la ciudad, se estableció una diarquía entre el mítico Rómulo y Tito Tacio, instaurada tras la guerra de Roma con los sabinos. Esta monarquía dual se prolongó hasta el momento en el que Tacio fue muerto por una familia enemiga y Rómulo no intervino ni en su defensa ni para vengar a su compañero. Con la instauración de la República Romana , la diarquía pervivió en parte a través del sistema de dos cónsules que se alternaban a la cabeza del gobierno y del ejército. Una fórmula que a nivel militar resultó desastrosa a cuenta de que a veces los cónsules les preocupaba más destacarse frente a sus compañeros de gobierno, normalmente rivales políticos, que colaborar con ellos en pos de la Res publica.
El ejemplo de diarquía más conocida hoy es el del Principado de Andorra , cuyos gobernantes son el Presidente de Francia y el Obispo de Urgell. Un coprincipado vigente desde 1278, cuando se firmó el «Pariatge» entre el Obispo de Urgel y el Conde de Foix. Caso parecido al de la República de San Marino, gobernada en forma colegiada por dos Capitanes Regentes y el Reino de Swazilandia, cuyas cabezas de Estado son el Rey y su madre.
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